Acelerar monte arriba con explosividad salvaje
de rebeco entregado a su potencia
evasiva de peligros inefables.
Acelerar monte arriba con la elegancia suave,
mas tenaz, del viento liberado
porque nadie lo ve ni lo captura.
Acelerar vida arriba, o refrenarse,
en todo caso salirse de las sendas
porfiando por vertientes solitarias
para no interrumpir el desvarío
feliz que quiere ser sin ataduras
y sin intentar entender lo que no entiende.
Es tanto lo que escapa a mi conciencia,
cada vez tanto y más y tan diverso,
que sólo aspiro a vivir al margen,
evasivo, invisible, criatura ignorada,
felizmente a mi aire como el aire.
Barcelona, 31 de octubre de 2006