(Jajaja, esto es lo que tiene el mundo mundial cuando accedes a sus tripas y le entregas tus intimidades, jajajaja............. Al final os explico el porqué).
- Las coordenadas del punto de contacto son 1º 52’ 22,31’’ este, y 42º 35’ 18,71’’ norte... El día de la cita es el 28 de marzo, y la hora a partir de las 10:00 AM, hora de Greenwich.
- Recibido.
De inmediato aquellos dos mozalbetes fornidos y arrubiados, que podrían llamarse perfectamente Dimitri y Sergei, por decir algo, se lanzaron al GPS para localizar las referencias que les habían cantado por radio. Tras un rato de manipular el aparatejo, de teclear números y manejarse por mapas globales cada vez más detallados, se toparon con un nombre.
- Puigpedrós de Lanós, Puigpedrós de Lanós....... – pronunciado con acento obviamente bielorruso, preferiblemente, o al menos de por ahí...
- ¿Puchequé de qué? (me permitiréis que transcriba los diálogos en un idioma comprensible).
- Pues eso, que el punto de contacto es un sitio que se llama así...
Ampliaron un poco el mapa, y activaron todas las etiquetas y la visión tridimensional...
- Cordillera de los Pirineos... un punto cercano a las fronteras entre España, Francia y Andorra.... Concretamente en territorio francés...
- Bien – dijo uno de ellos -, desde mi última misión en Francia no he vuelto a beber Pernod, ni a comer croissants tan ricos ni a fumar Gitanes... Ah, el “glamour” de las parisinas, las terrazas de las “brasseries”, los reflejos urbanos en las aguas del Sena...
- Eh, no te aceleres, que este lugar está muy lejos de París... La verdad es que apenas me doy cuenta de dónde está, parece estar en medio de la nada.... Montañas y más montañas...
El que había evocado las delicias capitalinas frunció el ceño con disgusto.
Dos montañeros van avanzando despacio, tirando de raquetas, por el tramo final de la traída de aguas horizontal que comunica las cercanías del Port de Pimorent con la presa de Lanós, ya cerca de ésta. La mañana de finales de marzo es excelente, soleada, sin viento y poco fría, lo que no quita para que la nieve abundante se muestre consistente y segura. El Capcir muestra una excelente innivación y brilla como una joya. Van bien de tiempo, de fuerzas, y la ascensión al Puigpedrós de Lanós se promete una actividad exitosa por poco que se lo propongan un poco. Han dejado ya el tramo marcadamente transversal, oeste-este, del valle de Lanós, y avanzan hacia el norte, hacia la cada vez más próxima presa de Lanós, una vez superado el recodo en ángulo recto que describen tanto el valle como su sendero. Se sienten felices, hace tiempo que tenían planeada esta excursión y todo va discurriendo según lo previsto.
- El lugar de intercepción está en las siguientes coordenadas: 1º 52’ 22,31’’ este, y 42º 35’ 18,71’’ norte. El día es el 28 de marzo, y la hora a partir de las 10:00 AM, hora de Greenwich.
Los dos receptores del mensaje, morenos y de ojos oscuros, se miraron interrogadores después de leer la nota manuscrita que les acababa de entregar un mensajero en la “jaima” que ocupaban en el campamento. Permanecieron así un rato, hasta que uno de ellos empezó a manipular el GPS. La sucesión de pantallas y gráficos acabó, efectivamente, donde imagináis... Mahmud y Faisal, que podrían ser sus nombres, se preguntaban qué rayos de lugar extraño era ése para realizar una entrega e intentar interceptarla... Pero en fin, órdenes son órdenes...
Habían aterrizado en el aeropuerto de Toulouse, y de inmediato la organización, previa acreditación de un sinfín de claves y códigos tremendos, les colocó en un coche que atravesó raudamente el centro de la ciudad. Mientras lo hacía, el que podría ser Dimitri no pudo evitar una observación.
- Mira, mira... Saint Sernin de Toulouse, mira qué hermosura, una de las mayores iglesias románicas del orbe, un soberbio ejemplo de basílica medieval, con ese campanile espectacular dividido en secciones... – miró de reojo al chófer, absolutamente indiferente, y añadió – Cómo me gustaría pararme un rato para visitarla...
- ¿Qué quieres que te diga? – comentó el que podría ser Sergei -, tenemos trabajo y aquí echo mucho de menos el glamour parisino... Si es que es lo que yo digo siempre, estas ciudades francesas de provincias son como pueblos grandes...
El vehículo abandonó enseguida la ciudad y se adentró a toda velocidad en las carreteras que llevan hacia el sur. El día era radiante y permitía observar cómo se iba acercando despacio pero implacablemente la silueta del Pirineo.
El vuelo hasta Barcelona había sido muy agradable. Una vez en el coche que había pasado a recogerlos por el aeropuerto de El Prat, el que podría ser Faisal observó con fastidio cómo el vehículo evitaba acercarse a la ciudad y tomaba una ruta impersonal de grandes autovías, entre cuyos carteles innumerables y confusos pudo distinguir el nombre de Manresa. Ah, Manresa, se dijo en voz baja, él había estado hacía años en Manresa con uno de sus primos que vivían en el barrio barcelonés del Raval, un chaval encantador que además dominaba a la perfección el castellano y el catalán, los idiomas habituales de estas tierras, y le había enseñado la ciudad de Barcelona como el mejor de los cicerones.
- Vaya – acabó por decir en voz alta -, veo que nos llevan directamente hacia el norte, sin pasar por Barcelona – y guardó silencio unos instantes, como reflexionando mientras miraba de reojo a su compañero -. ¿Sabías que todo este territorio que vemos perteneció hace mil años a Al-Andalus, que los califas cordobeses cobraban aquí sus impuestos y que el invencible Al-Mansur conquistó gloriosamente esta ciudad a las huestes infieles? - Su compañero se removió tal vez incómodo en el asiento del coche, dedicándole una silenciosa mirada extraña. - Hubo una época en que el Islam fue grande – añadió despacio el que podría ser Faisal.
- Sí, tal vez – acabó por decir su compañero -. Pero todo eso a mí me importa bien poco. Lo único que me importa es que vuelva a serlo, que lo sea ahora, y por siempre – añadió con cierta dureza.
- ¿Sabes? En aquellos tiempos Al-Andalus fue uno de los estados más prósperos, civilizados y tolerantes del orbe – dijo Faisal.
- Pues qué bien – contestó el otro.
La luz del atardecer arrancaba todos los matices de la nieve que remataba las cimas del fondo del valle. En el pequeño aeródromo de Tarascon-sur-Ariège soplaba una brisa suave de sur, dulce pero fría, que parecía acercar la gelidez de esas cimas atardecidas, imbuidas de tonos anaranjados deliciosamente combinados con el azul intenso y ya algo oscuro del cielo.
- ¿Cuál se supone que es el objeto de nuestra misión? – pregunto Sergei sin dejar de caminar por las calles de Tarascon con grandes zancadas, junto a Dimitri.
- Han de entregarnos material de máxima importancia estratégica, según explicaron desde el control de la misión – contestó Dimitri. – Pero la verdad es que no me han dicho en qué consiste, únicamente que se trata de algo que podemos transportar sin mayores problemas en una simple mochila – añadió.
- Bien, me alegro – repuso Sergei. – No tengo la espalda para grandes cargas, que los años no van pasando en balde...
- Pero hombre, ¿no has visto el helicóptero? Nos van a dejar a apenas diez minutos del punto de contacto... Es verdad que la jefatura a menudo es oscura en sus directrices, pero no podrás decir que no se preocupen por nuestro bienestar... – dijo Dimitri.
Sergei le lanzó de reojo una mirada socarrona, y en un rato estaban en uno de los bares del centro tomándose unas Kronenbourg...
Les ha costado remontar las pendientes por encima del embalse de Lanós. La nieve es abundante y la bonanza de esta mañana de marzo la está transformando de forma apreciable. Han de emplearse a fondo con las raquetas, pero al final todo tiene su recompensa y se plantan en la cuenca de laguitos, justo al este de la abrupta vertiente nororiental del Coma d’Or y de la rampa homogénea que conduce hasta el Puigpedrós de Lanós, un poco más al norte y separado del primero por una preciosa arista rocosa, con una llamativa entalladura en el collado más bajo. La regular vertiente final del Puigpedrós se despliega como la joroba blanca de un enorme dinosaurio adormecido. Empiezan a remontarla despacio, con paciencia de caracoles alpinos, trazando con las raquetas suaves zigzags que eviten enfrentarse a la línea de máxima pendiente. La nieve se escama suavemente bajo las raquetas, obliga a un sobreesfuerzo que impone regular el ritmo. A su espalda, hacia el sudeste, el poderoso flanco occidental del Carlit, rayado por su vistosa canal, se yergue como un titán que quisiera alcanzar el cielo.
En las calles de ese Puigcerdà atardecido y fresco quedaba muy poca vida. Deambulaban por ellas sin mucha prisa, aprovechando la luz postrera de ese día de marzo sumergidos en lo más profundo de sus chaquetones.
- ¿Y esto qué se supone que es? – preguntó Mahmud a su compañero cuando entraban en la amplia plaza de la vieja parroquia.
- Pues... no sé exactamente... – contestó dubitativo Faisal. – Por de pronto parece una iglesia en ruinas.
- No entiendo las razones de esta gente para mantener un templo en ruinas... O lo derriban del todo o lo reconstruyen... De hecho, deberían reconstruirlo, sin discusión – apostilló Mahmud con un punto de agresividad. – Este templo, así tal cual está, atenta contra la gloria de su dios... – terminó por añadir.
- Bueno, a ver, no olvides que es el mismo... Una razón tendrán para que este edificio esté así – respondió Faisal. – Y no será por falta de dinero... ¿Te has fijado en los cochazos que corren por aquí?
- Sí, por supuesto que me he fijado... El fruto de la explotación de nuestros hermanos, y encima movidos con nuestro petróleo... – se detuvo unos instantes y entrecerró los ojos, como buscando algo más que añadir. – Se me ocurren tantas maneras de hacerles frente, y tantos motivos para hacerlo... Me pregunto cuál es la auténtica finalidad de nuestra misión aquí.
Faisal se paró de golpe y se le quedó mirando fijamente.
- No debes dudar un momento del porqué de nuestra misión. Se nos ha comunicado que debemos interceptar una entrega de material de extrema importancia para la causa, y eso es suficiente – dijo Faisal con dureza. – Esta noche un todoterreno nos llevará hasta la cabecera de un valle, desde la que en unas dos horas de caminata estaremos en el punto de contacto. Nuestra única preocupación es hacernos, a cualquier precio, con el objeto de la entrega programada por los infieles en ese lugar... Será mejor que nos vayamos a descansar, el coche pasará a recogernos a las 4:30 de la madrugada; nos aguarda una jornada muy larga.
Negra noche en el aeródromo de Tarascón. La madrugada, fresca, envía una brisa suave de sur que atempera la atmósfera. Mientras el personal de vuelo ultima la revisión del helicóptero, Dimitri y Sergei le echan un vistazo a las mochilas que la organización ha puesto a su disposición. A Sergei le llama la atención algo en concreto.
- Oye, Dimitri, ¿qué rayos es esto? – Su compañero observa lo que le tiende Sergei, una especie de pastilla precintada.
- Debe ser la dosis de cianuro por si nos capturan – dice Dimitri sin poder evitar una sonrisa.
- Pues qué bien pinta la misión... – apostilla agriamente Sergei.
- No hombre, es broma... Aunque sabes tan bien como yo que es el protocolo habitual... Pero esta misión no es de máximo riesgo, no necesitamos cianuro para recoger una entrega en el quinto pino, en medio de la nada, sin peligro de intercepciones de ninguna clase... Nada, una operación casi rutinaria – dice Dimitri ya más serio. - Déjame ver... Vale, pastillas de glucosa... Supongo que por si tenemos una pájara allí arriba - Sergei se lo mira con un deje de incredulidad.
- ¿Pero qué dices de pájaras? Me dijiste que el helicóptero nos dejaba a unos pocos minutos del punto de contacto… No se me ocurre para qué necesito glucosa si he de andar solamente diez minutos... – acaba por decir. – Yo, sobre todo, lo que quiero es andar lo menos posible, que uno ya tiene una edad...
- Es una precaución, hombre – contesta Dimitri.
El alba comienza a enseñorearse del valle, hasta arrancar los primeros colores a las cimas del entorno. En otra bolsa, junto a las mochilas, están las armas. Dimitri, con la soltura de un experto, coge la suya y comprueba el cargador y el seguro.
- Deberías olvidarte de las pastillas y comprobar tu pistola. Hay momentos en los que ninguna medicina podrá ayudarte mejor que un arma bien dispuesta...
El todoterreno traquetea por la pista que remonta la Coma d’en García, que ha tomado en lo alto del puerto de Pimorent. La verdad es que no hay mucha nieve, pero el vehículo ha de tirar de reductora para poder avanzar hasta una plataforma amplia y horizontal situada sobre una traída de aguas. Mahmud y Faisal se bajan del coche y sacan su equipo del maletero. Todavía es noche cerrada. Mientras el enlace de la misión les comenta la ruta que han de seguir, Mahmud se mira el equipo e intenta ponerse las polainas. Faisal no le pierde de vista mientras escucha las últimas consignas: poco más de una hora de remontada hasta un pico llamado Coma d’Or, terreno suave hasta él que podrán recorrer sin problemas con las raquetas, y luego un descenso breve por la otra vertiente para bajar a un lago intermedio, a partir del cual podrán hacer la remontada final hasta el punto de intercepción.
- ¿Vamos a poder avanzar por la nieve con estos cacharros? – pregunta de pronto a grandes voces Mahmud en medio del silencio. Todo el mundo se vuelve hacia él.
- Desde luego que sí, es muy fácil – responde Faisal. - Deberías preocuparte más por comprobar el Kalashnikov.
- Me pregunto para qué necesitamos este trasto aquí arriba – dice Mahmud. – Como no nos ataque una cabra...
- Te aseguro que si la cabra dispone de algún arma aparte de sus cuernos y le apetece usarla, el trasto nos va a venir de fábula – dice Faisal.
- Pero hombre, si asoma por encima de la mochila como un pararrayos... – observa Mahmud.
- Dame, ya lo llevaré yo al hombro. Ponte las raquetas de una vez y deja de rezongar, que nos vamos.
En los últimos metros la pendiente disminuye y les permite recuperar un poco el resuello perdido en estos últimos trescientos metros regulares. Un pequeño colladito nevado les deja en la cima, en la que afloran algunas rocas y que ya está ocupada por dos montañeros, según vienen viendo en el último rato. Les ha sorprendido no ver huella alguna en su subida… Habrán subido por la canal oeste, se dicen… Son poco más de las doce del mediodía cuando saludan a sus “anfitriones”, por decir algo… Son muy morenos y tienen algo extraño en su aspecto que no acaba de cuadrar, pero uno de ellos responde al saludo en un castellano casi perfecto, sólo con un ligerísimo acento indefinible.
- Por cierto, ¿por dónde habéis subido? Porque por la normal no hemos visto vuestras huellas… - preguntan los recién llegados.
- Pues mira, la verdad es que nos hemos liado un poco… - responde el mismo que les ha saludado. El otro no ha abierto la boca. – Hemos subido más pegados que vosotros a la arista que viene del pico éste del sur, por el que también hemos pasado… - añade, señalando vagamente hacia allá.
- Hombre, venís entonces desde el Coma d’Or, una buena excursión, desde luego… Supongo que la habéis empezado en Pimorent.
- Esto… sí, una buena excursión… y sí, la hemos empezado donde dices… - acaba por contestar tras cierto titubeo.
Los montañeros recién llegados se dan una vuelta por la cima, asomándose un poquito hacia el oeste para contemplar la rocosa vertiente del pico. Entre tanto, Mahmud, que no ha abierto la boca y ni se ha levantado, parece recolocarse un poquito en la zona de piedras que ya ocupaba, con gestos nerviosos como de ama de casa que limpiase el salón después de semanas de mugre...
- Oye, ¿no te parece rara la pinta de estos dos? – pregunta unos de los montañeros a su compañero cuando han acabado con la inspección del flanco occidental del pico.
- Si lo dices porque llevan una ropa más pasada que los cuplés, pues sí… - contesta sin dudar el compañero. – Pero no todo el mundo puede tirar de tarjeta para comprarse lo último, que la crisis jode mucho – acaba por añadir.
- Vale, vale… Pero es que los crampones que llevan parecen los de Whymper… - apostilla el otro. – Y las chaquetas, las de Irvine y Mallory…
- Ja, ja, ja, a lo mejor están rodando un documental de época, como el de Oscar Cadiach para “Al filo de lo imposible”, ¿te acuerdas?...
El ruido estruendoso y creciente de un helicóptero les saca de sus disquisiciones, mientras provoca una reacción de notorio nerviosismo en los que ya estaban allá antes que ellos. El aparato aparece desde el norte, sobrevuela despacio la regular pendiente oriental del pico, y acaba por remontar suavemente hasta colocarse a apenas tres o cuatro metros sobre la antecima norte. En medio del estruendo y de una considerable ventisca inducida, aparece una cuerda por la que dos individuos bajan hasta el suelo.
- ¡Hostia, tío! ¿Lo ves? Un helicóptero... Lo que yo te digo, que van a filmar un documental con éstos de aquí al lado... – dice uno de los montañeros.
Los descendidos del helicóptero, una vez éste se ha alejado un poco, comienzan a remontar despacio los escasos minutos de montaña que les quedan. “Éstos de aquí al lado” permanecen inmóviles contemplando la escena, y el que no ha abierto la boca ni se ha levantado, parece querer aplastarse más contra las rocas cimeras, como un arbusto rastrero...
- Pues no veo que lleven cámaras de filmar... – dice el otro montañero – Aunque es verdad que hoy día pueden ser muy pequeñas.
Los aterrizados llegan a la cima enseguida y uno de ellos saluda, mientras el otro se queda algo retrasado.
- Buenas... Pues aquí estamos – dice en un castellano estupendo, pero también con un ligerísimo deje extraño...
- Hola – contestan los montañeros -. Caramba, menudo despliegue de medios... ¿Tal vez vamos a salir en la tele? – añade uno de ellos. El recién llegado les dedica una mirada extraña... – Ahora discutíamos el compañero y yo si todo esto es un documental, o algo así...
- ¿Eso es lo que parece? – contesta sonriendo el recién llegado. – No exactamente... – añade. “Éstos de aquí al lado” se remueven un poco, especialmente el que sigue aferrado al terreno como un brezo cualquiera. A su vez, el que se ha quedado retrasado de los aterrizados recula un poco más.
- Pues si os dedicáis al heliesquí, no veo los esquís por ninguna parte... – deja caer uno de los montañeros -. A lo mejor os gusta coleccionar cimas sin reparar en los medios para ascenderlas... – acaba por añadir riendo.
El interlocutor, rubio y fornido, le devuelve la risa. El helicóptero se ha posado en la cuenca lacustre al este del pico, unos trescientos metros más abajo. Los émulos de Mallory siguen silenciosos y como petrificados, observando. Durante unos largos instantes nadie dice nada. Sopla una suavísima brisa de noroeste en esta deslumbrante mañana de primavera, un flujo que resalta la brillantez de la nieve y el azul profundo del cielo.
- Bueno, pues estamos aquí por la entrega... – acaba rompiendo el silencio el recién llegado. Pero la frase no produce otro efecto que un silencio más intenso, tan cortante y gélido como una ventisca de enero. A los montañeros se les queda una cara que no se puede explicar, y a “éstos de aquí al lado” ni se les ve la cara...
- Vale... no entiendo nada, la verdad... – acaba por decir uno de los montañeros.
- Ah, oye, que es que vienen a entregarnos el “piolet de oro” de este año, hombre... sí, aquí en plena montaña, auténtico... – le dice su compañero mirándole y arrancando a reír.
Las risas, compartidas incluso por el rubio, son abortadas de golpe cuando en una centésima de segundo se ven encañonados por dos pistolas automáticas. La celeridad del movimiento ha pillado desprevenidos incluso a los que ya estaban en la cima desde el principio... Juntan a los cuatro de pie, delante del que habla, que parece el jefe.
- Bien, ya hemos charlado bastante. Sabemos que tenéis algo que entregarnos. No sé por qué os demoráis tanto en hacerlo... En cualquier caso, lo queremos ya.
- ¿De qué rayos estás hablando? – acierta a balbucear finalmente uno de los montañeros.
- Venga, que no tenemos todo el día – espeta el rubio agitando el cañón del arma de forma intimidadora. El silencio es casi dañino... En los oídos de los protagonistas, la tenue brisa atruena como un huracán desatado.
- No sé qué esperas que te entreguemos, no sé de qué hablas ni tenemos nada que entregar... Te estás equivocando de lugar y de personas – acierta a decir al final el montañero del “piolet de oro”.
- Esperamos material sensible de máxima importancia – dice el rubio sin dejar de encañonarles. A pesar de la situación, el del “piolet” se atreve a responder.
- Material sensible.... um, hace años que no lo manejamos, funcionamos con cámaras digitales... ¿Quieres las tarjetas de memoria?... Ya te advierto que la cosa no se merece tanto esfuerzo, somos fotógrafos normalitos... – El bufido del rubio acompañado del cañón a un palmo de su nariz le hace callar.
- Me estoy cansando. No pierdo nada dejando unos cadáveres aquí y largándome...
Se suceden más instantes aparentemente eternos de un silencio tan denso que podría cortarse a cuchillo. El rubio se ha retrasado un poco y le ha dicho algo a su compañero, también rubio, en no se sabe qué idioma. Éste da un pequeño rodeo, siempre pistola en mano, y se acerca hasta la zona de piedras. Tras un breve rastreo, coge algo del suelo. Parece un arma grande y se la enseña a su jefe, que mantiene encañonado a todo el grupo.
- Hombre, un Kalashnikov... – dice éste con aire triunfal. – Me diréis ahora que no sabéis qué hacemos aquí y que siempre subís a la montaña con armamento de guerra, ¿verdad?
Los montañeros miran incrédulos aquello.
- Joder, ni sabemos quienes son estos tíos ni les habíamos visto este pepino... Estaban ya en la cima cuando hemos llegado.
- Tú, ¿qué significa esto? – pregunta el rubio al émulo de Mallory que tiene más cerca.
- Nosotros también estamos aquí por una entrega... – responde.
- Todo esto es alucinante, debe ser la hipoxia... – murmura uno de los montañeros. Se pasa la mano por la cara un par de veces y se queda mirando turbiamente al rubio. - ¿De dónde cojones habéis sacado esta información demencial...? – se atreve a preguntar.
- Sí, hemos subido tan arriba que por eso nos quieren entregar el “piolet de oro” in situ... – añade el compañero.
- Nuestra gente se dedica a rastrear internet – contesta el moreno – y ha interceptado información sobre una entrega estratégica en este punto...
- ...una entrega esencial para nuestra organización – añade el rubio sin dejar de encañonarles.
- Pues por nuestra parte, hemos decidido venir hasta aquí por puro vicio, porque nos apetecía subir a este pico desde hace tiempo... – dice el montañero - ... porque ya pusimos en la web del club de montaña que ofrece información esencial, es verdad, panoramas dignos de las grandes cordilleras, de los grandes espacios vírgenes, con estas cuencas de lagos cubiertas por la nieve, rodeadas de un bosque de cimas... sí... Mirad, mirad a vuestro alrededor, y comprenderéis quizás la razón de por qué estáis aquí... Y lleváoslo en la retina y en el corazón, y no de otra forma, porque si no habréis hecho el viaje en balde... Ah, el Capcir, tierra de nadie más que del Pirineo... Sólo os podemos entregar su contemplación...
(Ahhh, ¿esperabais tiros, tal vez? ¿Os parece un final decepcionante? Ponedle el que queráis... Jajajaja, aquí lo importante de verdad es el por qué de “tot plegat”, jajajaja....., que os ayudará a entender por qué ni yo mismo soy capaz de encontrar un final... Resulta que en marzo abrimos un blog de nuestro club, el Club Alpí Baix Llobregat, del cual soy el administrador. Es un blog modesto, como nuestra entidad, tanto que incluso yo, un petardo informático, puedo ejercer de blogmaster... Bueno, como tal tengo acceso a las estadísticas de consultas, que la verdad es que no son muy numerosas, jejeje... Pero lo fuerte es que, mirando el balance de estos meses según el origen de las consultas, y por detrás de lugares más o menos habituales, el principal origen de las visitas es, no os lo perdáis, Emiratos Árabes y Bielorrusia... No, no estoy más borracho de lo habitual, jajajajajaja...... Y la página más consultada, con diferencia, la reseña y las fotos de la ascensión que hicimos Pep y yo al Puigpedrós de Lanós en marzo pasado. Pues bueno, aquí tenéis los entresijos del tapiz que os he ofrecido.... Ah, el cibermundo mundial es lo que tiene, jajajajajaja....... Venga, me voy a hacer un poquín de publicidad y me permitiré poneros el enlace con el blog - que también lo tenéis entre los favoritos de mi blog personal de Madteam: http://clubalpibaixllobregat.blogspot.com/).