Tuesday 17 de May de 2011, 09:16:02
Walden
Tipo de Entrada: CUADERNO | 2442 visitas

 

 

Pues vaya, por gentileza de Speakbow, el arquero de Madteam, ha caído en mis manos estos últimos días el libro “Walden. La vida en los bosques”, una especie de “ensayo” escrito a mediados del siglo XIX por Henry David Thoreau a propósito de su experiencia de vida solitaria durante dos años en una cabaña de Massachusetts. Había oído hablar de él, y cuando estudié algo de antropología hace ya años era un título que salía de vez en cuando, siempre vinculado a los albores de la disciplina y como texto de referencia sobre una nueva manera de observar al ser humano, una manera que fue tomando cuerpo más o menos desde entonces y que ponía el acento en el individuo, en su soberanía personal y en su encaje en el entorno natural. No es, desde luego, el libro de un antropólogo, ni lo pretende tampoco; él era más bien escritor… Y, según Wickipedia, poeta, filósofo, conferenciante, agrimensor y “fabricante de lápices”… Es decir, un poco de todo y tal vez nada en concreto, tal vez un individuo “multidimensional”, y en todo caso parece que buen caminante y fascinado por la naturaleza… Quizás por ser un poco de todo y tocar tantas teclas, muchas corrientes posteriores le han considerado un pionero o precursor... Precursor del ecologismo, precursor de la no violencia (referencia para gente como Ghandi o Luther King), precursor del anarquismo o precursor de la defensa de los derechos civiles. Vaya, por lo visto un tío completo.

 

¿La cabaña de Thoreau?

 

Un libro corto, un “librito” que no llega a 40 páginas y que he devorado en apenas dos horas… Una auténtica “delicatessen” que necesita más de una lectura para ser disfrutada a fondo. No voy a meteros aquí una “tesis” con todo lo que me ha suscitado en la cabeza y en el corazón, no, sería demasiado largo... Leéroslo, disfrutadlo y llegad a vuestras propias conclusiones. Yo aquí sólo voy a revolotear sobre unas pocas ideas básicas, a mi entender; y también a poner una pequeña nota de color discrepante… Sí, bueno, ya sé que éste es un libro viejo, que ha dado lugar a muchísima literatura desde hace mucho, lo sé, pero resulta que yo lo he descubierto hace unos pocos días... Como dice Thoreau en este mismo libro, “si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que eso se deba a que escucha un tambor diferente. Que camine al ritmo de la música que oye, aunque sea lenta y remota”. Ya os advierto también que no pretendo abordar aquí algunos aspectos muy importantes de este libro, como sería su carácter pionero en el campo de la concienciación ecológica, seguramente una de las primeras reflexiones contemporáneas acerca de la relación del ser humano con la Naturaleza, o su carácter precursor de algunas otras líneas de pensamiento esenciales del siglo XX, como os decía antes. Los que me interesan ahora son otros aspectos más introspectivos o psicológicos a propósito de la naturaleza humana.

 

¿La cabaña de Thoreau?

 

También soy consciente de que este blog mío cada vez habla más de otras cosas que no son exactamente la montaña... Quizás mis “aventuras” montañeras sean de poco interés... Este post podría confirmar la tendencia, aunque debo haceros notar que las reflexiones de Thoreau se producen en un entorno natural, en medio de una naturaleza que le estimula y le hace pensar, un entorno que comparte su esencia con el tipo de entornos que tanto a mí como a vosotros nos estimulan y nos hacen pensar... Además, es mi blog y, mientras no me ponga a hacer publicidad, el webmaster lo entenderá, jajaja... También he de decir que se trata de mis reflexiones, que es mi visión del libro, que es mi percepción sobre él y que, por tanto, también hoy, como tantas veces antes, os estoy hablando en realidad de mí... Bueno, esto también lo reflexionó Thoreau hace ciento cincuenta años, y me adhiero: “no hablaría tanto sobre mí mismo si hubiera alguien a quien conociera tan bien como a mi persona. Desgraciadamente, estoy limitado a este tema por la estrechez de mi experiencia”.

 

Cerca de la cabaña de Thoreau había un lago... ¿Será éste?

 

Pues bueno, ahora que al hilo de lo que os cuento me han salido dos citas literales del libro en cuestión, estoy pensando si limitarme a soltaros unas cuantas citas más, desnudas, sin apenas comentarios por mi parte, una especie de “extractos escogidos”, como si se tratara de un disco de grandes éxitos de una banda de rock and roll... Ya, ya lo sé, tiene su peligro, porque siempre serán “mis” extractos y además corro el riesgo de sacarlos de contexto. Bueno, por eso os enlazo la obra completa, para que os espabiléis...

https://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fhesiquia.files.wordpress.com%2F2009%2F12%2Fhenry-thoreau-walden.pdf&h=09dff

 

 

¿El lago de Thoreau?

 

No sé, algunos elementos de reflexión... Thoreau era un tipo que se pasó un par de años viviendo solo en una cabaña, aunque no en medio de Las Rocosas, no os vayáis a pensar... Estuvo cerca de la población en la que vivía su familia, siempre a mano de volver a la civilización si algo no iba bien, quizás un poco como hacemos nosotros cuando nos largamos por ahí con la idea de volver. Supongo que algo bastante distinto de lo que le pasó por la cabeza a Cris McCandless, el protagonista de la historia de “Into The Wild”, cuando decidió hacer lo que hizo: Thoreau era una de sus referencias a la hora de emprender su aventura... Pero Thoreau realmente estaba “experimentando”, en mi opinión, en un ambiente “controlado”, de “laboratorio”, pensando en todo momento en sobrevivir para luego analizar, valorar y explicar sus vivencias. El caso es que parece ser que estuvo esos dos años completamente solo y viviendo por sus propios medios, que es de lo que se trataba... Y experimentó sin duda la soledad, o la aparente soledad...

 

¿Soledad?

 

 

Sus reflexiones al respecto son espectaculares, cosas como ésta: “encuentro saludable el hallarme solo la mayor parte del tiempo. Estar en compañía, aunque sea la mejor, se convierte pronto en fuente de cansancio y disipación. Me encanta estar solo. Nunca encontré una compañía tan compañera como la soledad. Casi siempre solemos estar más solos cuando estamos entre los hombres que cuando nos quedamos en nuestras habitaciones. Un hombre que piensa o trabaja está siempre solo, encuéntrese donde se encuentre. La soledad no se mide por las millas espaciales que separan a un hombre de sus semejantes”. O ésta: “¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes y le hace sentirse solitario? He descubierto que ningún movimiento de las piernas puede aproximar a dos mentes [...] ¿Acaso no nos podemos arreglar por un corto lapso sin la sociedad de nuestras chismografías, teniendo a nuestros propios pensamientos para que nos alegren?”.

Nada que objetar, casi impecable y totalmente compartido por mi parte, que disfruto y necesito mis ratos, a veces etapas, de soledad... Salvo quizás un reparo aparente, que McCandless manifestó tan soberbiamente en su diario: la felicidad no es real si no es compartida. Vale, podría parecer contradictorio, pero creo que sólo lo es en apariencia: el compartir añorado por McCandless es el compartir con tu alma gemela, con tu complemento perfecto, en una maravillosa y perenne nube de felicidad compartida para dos, pero no para mil, seguramente una nube en medio de una soledad autosuficiente, soberana y completa. Perfectamente. Y acaba Thoreau diciendo en esta parte de su escrito algo muy hermoso, tras reflexionar acerca de la superfluidad de tantas relaciones humanas y de la intensidad de sentirse parte de un todo natural que es tu verdadero compañero: “y pensé que a partir de entonces ningún lugar me sería extraño”, una idea que recoge Eddie Vedder en su canción “Guaranteed”.

 

¿Paraíso para dos?

 

Y a propósito de algunos de los efectos de esta soledad deliberada y consciente, de calidad, leed lo que sigue con máxima atención:

“Con el pensamiento podemos estar junto a nosotros mismos, en un sentido sano. Por un esfuerzo consciente de la mente, podemos estar separados de las acciones y de sus consecuencias; y todas las cosas, tanto las buenas como las malas, pasan por nosotros como un torrente. No estamos completamente involucrados en la Naturaleza. Puedo ser el madero arrastrado por la corriente o Indra mirándolo desde el cielo. Puedo ser afectado por una función de teatro, o, por el contrario, puedo no ser afectado por un suceso real que parece estar mucho más relacionado conmigo. Me conozco sólo como una entidad humana; como la escena, por así decirlo, de mis pensamientos y afectos, y me hago cargo de una cierta duplicación, por la cual puedo situarme tan lejos de mí mismo como de cualquier otra persona. A pesar de mi intensa experiencia, soy consciente de la presencia y crítica de una parte mía, que es como si no fuera una parte de mí, sino un espectador que no comparte experiencia alguna, sino que toma nota de todas; y eso no es más mi persona de lo que lo eres tú. Cuando la comedia, quizá la tragedia, de la vida se ha acabado, el espectador sigue su camino. En lo que a él respecta fue una especie de ficción, tan sólo un trabajo de la imaginación”.

Supongo que a los que sabéis alguna cosilla de filosofía oriental no os sonará a “chino”, nunca mejor dicho, ¿verdad?... Es la descripción perfecta del “observador”, de nuestro ser profundo, sereno y desapasionado pero eficazmente implicado a fondo en nuestra depuración personal. Me fascina, entre otras cosas porque creo que siempre he tenido cierta facilidad para observarme a mí mismo de esta manera, es algo que he podido comprobar a lo largo de mi vida más de una y de dos veces... Incluso llegué a escribir un relato sobre un individuo con un “alter ego” (sí, mucho antes de leer “El hombre duplicado” de Saramago, que conste...). Que siempre tuviera cierta facilidad para desdoblarme me suscitaba a veces cierta preocupación: quizás porque me parecía que le daba una enorme frialdad a mi vida afectiva y emocional. Ahora ya no, al contrario, aunque el haber descubierto su sentido me ha hecho comprender la distancia enorme que me separa todavía de mi definitivo perfeccionamiento personal... Y el párrafo tiene muchas más implicaciones, que sólo apunto... Por ejemplo, Pirandello y sus tesis de la multiplicidad del individuo (su novela “Uno, ninguno y cien mil”, que os recomiendo), o la permanencia del observador, ese yo que no soy yo porque me mira desde fuera, y que cuando todo se acaba sigue su camino, tal vez la auténtica eternidad o supervivencia de nuestra alma más allá de la muerte física... ¿Tal vez un nudo energético ajeno a nuestro yo que va en búsqueda de otras observaciones?... Vaya, nunca he creído, y sigo sin creer, en la reencarnación y en aquello de la “transmigración de las almas”, pero la cosa tiene su punto.

 

¿El observador?

 

Otro aspecto que me ha llamado especialmente la atención sería algo así como “el elogio de la calma y de la simplicidad”, por decirlo de alguna manera, por supuesto ligado al desarrollo personal y a la capacidad de observación, tanto a la “auto observación” como a la observación del mundo. Un elogio cifrado en frases como que “nuestra vida está desmenuzada por los detalles”, o “que tus asuntos sean dos o tres y no cien mil” , seguidas pronto de una exhortación: “¡Simplificar, simplificar!”. Hasta aquí elogia una vida sencilla, abarcable, que no pretenda tocar todas las teclas en un frenesí desquiciante, que vaya progresando metro a metro, con la paciencia de los montañeros, sin apriorismos ni urgencias autoimpuestas. Y precisamente por eso acaba siendo en buena medida una cuestión de “tempo”, de ritmo, como cuando estás ascendiendo una montaña. Y si no, escuchad: “¿Por qué debemos vivir con semejante apresuramiento y desperdicio de la vida? Estamos decididos a morir de hambre antes de tener hambre. Los hombres dicen que una puntada a tiempo evita nueve, y así dan hoy mil puntadas para evitar nueve en el futuro. En cuanto al trabajo, no tenemos ninguno de importancia. Padecemos el baile de San Vito, y nos es imposible tener quietas nuestras cabezas”. No coment, aunque la afirmación relativa al trabajo me hace como mínimo sonreír, y la de la inquietud de nuestras cabezas, pensar... Jajaja, no puedo evitar poneros esto también: los hombres trabajan bajo la influencia de un error. La parte mejor del hombre muy pronto es arada para abono de la tierra. Por un aparente destino comúnmente llamado necesidad, los hombres se dedican, según cuenta un viejo libro, a acumular tesoros que la polilla y la herrumbre echarán a perder y que los ladrones entrarán a robar. Esta es la vida de un tonto, como comprenderán los hombres cuando lleguen al final de ella, si no lo hacen antes”.¿Nos sentimos aludidos o lo dejamos correr?

 

¿La cabaña de Thoreau?

 

Más cosas, todas ligadas entre sí con una sistemática y una coherencia interna absolutamente implacables, en mi modesta opinión... La defensa que hace Thoreau de su experiencia solitaria, autosuficiente y soberana (eso es, “soberana”), fundamentada en la simplicidad de una vida degustada a fondo, se concentra en esto, y así lo dice: la concepción del momento presente como el punto de encuentro de dos eternidades, el pasado y el futuro. Esto sería la eternidad, ni más ni menos... ¿No os suena? Ya, tal vez hoy en día, cuando los occidentales estamos siendo cada vez más bombardeados con manuales de “autoayuda” de estirpe oriental, cuando las últimas tendencias de la psicología occidental actual se han empapado de ella, cuando incluso las empresas en las que trabajamos nos organizan cursillos sobre estos asuntos, os puede parecer un lugar común... Pero es que, independientemente de que muchos de nosotros podamos compartirlo, resulta que Thoreau escribió hace 150 años... Este señor citaba a Confucio... “Confucio dijo: saber que sabemos lo que sabemos y que ignoramos lo que no sabemos es el mejor conocimiento”. En fin, Sócrates, que nació en el 470 a. C., unos pocos años después de la muerte de Confucio, ya dijo aquello tan conocido de que “sólo sé que no sé nada”. Reconforta ver cómo el conocimiento humano ha sido desde siempre capaz de seguir un hilo común de conexión, de ser compartido a lo largo y ancho del orbe sin detenerse en razas, credos o culturas, superando diferencias, guerras y otras atrocidades... Es de lo poco que nos queda para seguir confiando en este “homo sapiens sapiens” tan avanzado y a la vez tan primitivo, esta criatura de naturaleza tan compleja, capaz de los más sublime y de lo más abyecto. Al respecto, Thoreau también dice que “somos conscientes de que hay un animal en nosotros cuyo despertar está en razón directa al letargo de lo superior de nuestra naturaleza. Aquél es reptil y sensual, y quizá no lo podemos expulsar completamente; es como los gusanos que están instalados en nuestro cuerpo, aunque estemos vivos y sanos. Es posible que podamos alejarnos de ese animal, pero jamás podremos cambiar su naturaleza”. Hay que ser consciente de ello, muy consciente. Y trabajarlo y aceptarlo.

 

¿Crecer?

 

A propósito del frenesí vital y laboral de la vida que nos hemos dado, y de sus contraindicaciones que nos impiden “crecer”, encontramos cosas como que el hombre “no tiene tiempo de ser otra cosa que una máquina. ¿Cómo va a recordar bien su ignorancia —según requiere su crecimiento— quien tiene que usar sus conocimientos tan a menudo?” Umm, otra vez esa “ignorancia” greco-oriental como crisol donde se vierte la amalgama del auténtico conocimiento, otra vez las ocupaciones cotidianas como lastre que impide desarrollar esta labor de fundición de una nueva persona, más sabia y más feliz... Y remata poco después: “la mayoría de los hombres viven una vida de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperación”. Pues bueno, qué potente… Es curioso que hace ya ciento cincuenta años este hombre se sintiera desbordado por la forma de vida de sus conciudadanos, me pregunto qué hubiera llegado a experimentar hoy día... No sé vosotros, pero yo observo desde hace tiempo la vorágine de las vidas de las personas que se mueven a mi alrededor y pienso, inevitablemente, que están llegando a un grado de “no vida” que comienza a ser alarmante. Ya, ya sé que lo digo desde nuestra poltrona de acomodados habitantes del primer mundo, porque tanto los protagonistas del carrusel que gira en torno mío, como yo mismo, tenemos techo, comida y un cierto grado de seguridad personal (quizás cada vez menor)... ¿Podría decir un desplazado del Sudán, por citar uno de los montones de ejemplos desgraciados que hay, que es esto “no vida”? En fin, creo que ya imagináis que no es a esto a lo que me refiero exactamente. De lo que hablo es de esa sensación de que la vida nos obliga a vivir para trabajar, y que en los escasos ratos en que no lo estamos haciendo sólo nos queda resuello para dedicarnos al fútbol y a los “realitys” de la tele, por poner un par de ejemplos facilones; o en el mejor de los casos para dormitar reponiéndonos del esfuerzo, a la espera de la siguiente jornada laboral. Conozco demasiada gente que ha trabajado toda su vida o están trabajando como auténticas mulas a cambio de cuatro chavos y de seguir con lo puesto, entregando no sólo su dedicación y sus conocimientos, sino también su salud, su equilibrio y su vitalidad... Por aquí iba Thoreau, creo yo. Por lo que se refiere a los entretenimientos, hace 150 años aún no existían la televisión y la champions, aunque desde luego ya existían sus equivalentes: desde que existe el hombre sobre la Tierra han existido sus equivalentes, aunque fue el desarrollo de las estructuras sociales complejas, extensas y jerarquizadas, con la concentración de los medios de producción y la distribución estratificada del trabajo, las que acabaron de implantarlos plenamente: el “panem et circenses” de la Antigua Roma es un ejemplo perfecto.

 

¿La cabaña de Thoreau?

 

En el contexto de los párrafos que preceden a esta frase sobre la resignación como confirmación de la desesperación, supongo que Thoreau la decía en el sentido de observar a los hombres como criaturas cuya forma de vivir les impide crecer como personas… Aunque podría retorcerse, descontextualizarse y generar una crítica directa. Algo así como que este ataque a la “resignación” entra precisamente en contradicción con la “resignación” que las doctrinas orientales (que Thoreau conocía, manejaba y aplicaba) recomiendan como protocolo para la vida humana…Jajaja, qué malo soy… Seguramente estoy mezclando cosas… ¿resignación, aceptación, es lo mismo…? Ah, el lenguaje, qué trampas te pone… He llamado a esa forma oriental de ver la vida humana, un poco como distante y serena, “resignación”, cuando tal vez sea aceptación: ésta es convicción íntima y por tanto genera serenidad, mientras que aquélla es forzada y por tanto genera violencia… ¿Hay diferencia? Pues debería, y mucha… Aunque, ¿no es todo en definitiva una manera de ayudar a digerir la frustración y el dolor inherentes a la vida? Thoreau dice que la resignación es un parapeto que esconde desesperación, pero tal vez la aceptación oriental también lo sea, sin más… Ahí lo dejo.

 

¿Oriental?

 

Venga, algunas perlas más, ya sin apenas comentarios por mi parte porque os estoy empezando a meter el rollo padre, y además, insisto, tenéis que leer vosotros el texto completo. Por ejemplo esto:“la mayor parte de los lujos, o las llamadas comodidades de la vida, no son solamente innecesarios, sino también impedimentos para la elevación de la humanidad. En lo que se refiere a los lujos y comodidades de la vida, diré que los más sabios siempre han vivido vidas más simples y pobres que las vidas de los mismos pobres. Nadie puede ser un observador sabio e imparcial de la raza humana si no se encuentra en la ventajosa posición de lo que deberíamos llamar pobreza voluntaria. El fruto de una vida lujosa es el lujo, ya sea en agricultura, comercio, literatura o arte”. A esto le llamo austeridad como vía hacia el conocimiento. ¿Sabemos de qué hablamos, somos conscientes de ello, podríamos practicarlo? 

O esto: “me parece que la mayoría de los hombres se hallan en una extraña incertidumbre acerca de si la vida es del diablo o de Dios, y han deducido apresuradamente que la principal finalidad del hombre aquí es “glorificar a Dios” y gozar de él en la eternidad”. Jajaja, muy bueno... ¿Seguiremos difiriendo la felicidad aquí y ahora, la única realidad de que tenemos constancia y que podemos experimentar, en pro de una felicidad en un no se sabe qué futuro incierto e incomprensible? 

O esto: “toda nuestra vida es de una moral sorprendente. Entre la virtud y el vicio jamás hay un instante de tregua. La única inversión que nunca quiebra es la bondad”. Bueno, podríamos estar dándole vueltas a esta frase y a las anteriores durante años, durante vidas enteras... No en vano la historia del pensamiento humano desde que tenemos capacidad de pensar gira sin cesar en torno de cuestiones como éstas...

 

¿Plegarias que se lleva el aire?

 

Y para ir terminando os sirvo un “desengrasante” que se dice en las comidas copiosas, un poquito de ensalada o de zumo de frutas entre plato y plato, una reflexión tal vez “menor” y que me ha encantado. Sí, quizás porque cada vez me cuesta más madrugar; lo hago sólo por la montaña, y a duras penas... “El hombre que no cree que cada día contiene una hora más temprana, más sagrada y rosada que la que él ya ha profanado, ha desesperado de la vida, y está avanzando por un camino descendente y oscuro”. Es verdad que las horas finales de la noche, las que preceden al alba de rosados dedos, que decía Homero, tienen un encanto único que te permite experimentar el primer amanecer del Mundo, observar esa palidez malva y rojiza que va posesionándose del espacio y que nadie ha visto todavía antes que tú... Es verdad, es único, como lo es la luz del primer sol acariciando un flanco de nieve o una ladera boscosa, una gratuita entrada de platea al espectáculo de la Creación... Jajaja, pero la pereza es peligrosa compañera y peor consejera, y procuro madrugar lo imprescindible, lo justo, y cuando el motivo lo merece... ¿Quizás he desesperado de la vida y me precipito hacia el lado oscuro de la Fuerza?...

 

¿La aurora de rosados dedos...?

 

Bueno, después de este bombardeo adivino en los rostros de algunos de vosotros una sonrisa de cierto desdén... Vuestra objeción inmediata podría ser que este tipo era una especie de hippy “avant la lettre”, un vago con la vida solucionada, un iluminado, un niño visionario que desconocía la realidad de la vida humana, siempre saturada de obligaciones queridas o impuestas, de dedicaciones varias, de sudor, conflictos y trabajo para salir adelante... Bueno... Añadiré en vuestro favor que quien escribe el prólogo del libro, Leandro Wolfson, se apresura a decir, nada más empezar, que Thoreau nunca se casó y vivió solo... y eso soluciona algunos problemas, ajajaja... Ya, ya lo sé, yo también soy padre de familia... Pero pese a ello, sus tesis me parecen impecables por lo que suponen de arrebatarnos a nosotros mismos la importancia que generalmente nos atribuimos en exceso, esa importancia que no hace más que alimentar nuestro ego y provocarnos sufrimiento, porque nos arrastra hacia caminos erróneos... No olvidéis que buena parte de nuestros esfuerzos superan con creces la finalidad de darnos una vida digna y feliz, en el sentido de que lo que hemos acabado entendiendo por una vida digna y feliz es una vida en la que podamos gozar de ciertas cosas exhibibles frente a los demás como un logro personal que nos dignifique y nos haga diferentes y mejores... ah, siempre tan pendientes de los demás, qué cruz... En fin, personalmente siempre tendí a considerarlo una barbaridad, y según voy madurando, y quizás porque sigo sin conseguir tener nada material que exhibir, lo empiezo a considerar una pretensión perjudicial, inmoral y peligrosa, la raíz de una buena parte de los males que nos acosan, algo que quizás habría que empezar a combatir... “Ah, hablas como un fracasado”, se me podría objetar... Si hace un tiempo tuve en ciertos momentos de bajón la tentación de considerarme un fracasado, desde luego se trata de un peligro que estoy a punto de superar de manera definitiva: solamente es un fracasado el que ha fundamentado su felicidad en conseguir cosas que cree muy importantes para él y no las ha obtenido... Comprenderéis pues que el antídoto es muy sencillo, no vale la pena ni que os lo explique... A mí me suele ir como un guante y me aproxima poco a poco hacia la paz y el equilibrio interior. O sea, a la sabiduría. Aunque os he de reconocer que de a ratos mi fe aún se tambalea y me veo tan lejos... como no podría ser de otra forma, supongo... Un día que me dé por ahí os explicaré todo aquello, innumerable, en que todavía fallo una y otra vez, jajaja, en serio, incluso aquello de lo que os explico que a duras penas me creo yo mismo, que haberlo “haylo”, quizás cuánto de mi resignación -aceptación- se limita a confirmar mi desesperación... En cualquier caso, el camino es largo y está lleno de obstáculos y distracciones, y hay que recorrerlo personalmente: nadie lo hará por ninguno de nosotros. Y si todo esto os parece una enorme tontería, leed: “fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”. A mí me produce escalofríos...

 




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