Un poema que escribí en el 2004...
El tiempo apremia.
Pero menos, porque fluye
y asirlo no merece un solo instante
de temblor en mis manos.
Asómate y despéñate.
Las cosas ya no emergen
de la niebla omnisciente.
Es el momento.
Demorarse, tostarse,
asir la turbulencia,
recorrer un hayedo entre la bruma,
descansar y morir y además eso.
Un susurrar de piedras
para desbrozar la inconsistencia
y permitir un trago, una cenefa.
El baile de la espiga ha terminado.
Cuando vuelva nadaré como un loco,
romperé cosas y gritaré al vacío,
y luego encenderé una lámpara
para teñir mis manos con su risa.
Todo urge y nada es importante.
Nada pasa pero el vivir no ceja.
Atentaré desde lejos con la nada.
Con el todo en mis manos seré un río que canta.