En un lugar sereno y plácido, con agua, hierba y una playa cerca… Y con una silueta de montañas a media distancia… Así le veo ahora mismo, paseando tranquilo y por fin libre y en paz, sin sufrimiento.
Me ha transmitido muchos valores, como el amor por la música, el aprecio por las variadas manifestaciones del espíritu humano, el respeto por la libertad de pensamiento y de acción, el valor de unas convicciones firmes, la necesidad de la discrepancia serena, el placer de dedicarse a lo que apasiona, la obligación de ser suficientemente reflexivo, la responsabilidad de intentar ejercer la propia libertad… Son cosas esenciales, no siempre evidentes ni transmitidas de forma evidente, que he ido y voy asimilando a mi ritmo y a mi aire, porque en algunos aspectos hemos sido y somos distintos, tenemos nuestras diversas formas de ser, hacer y sentir... Cosas esenciales, algunas de las cuales tienen relación directa con este blog y su temática, porque han sido el fundamento de muchas de las experiencias y reflexiones que voy depositando aquí.
Él me enseñó desde siempre a valorar la Naturaleza, pese a ser a la vez muy urbano, mucho más que yo. Me enseñó a disfrutar de un paisaje, a descubrir más allá otro valle, otro puebluco, otra sierra, otra ensenada u otra playa… Sí, porque me enseñó también a amar el mar, especialmente ese mar recio de nuestro país norteño.
Él ha sido más bien un paseante, un contemplador, algo que también soy yo y también le debo. Pero yo he acabado por convertirme además en un contemplador activo, y antes de ponerme a caminar con tesón por mi cuenta, necesitaba descubrir dónde hacerlo y poder contemplar ese terreno de juego con reverencia. Y fue él quien me mostró amorosamente el escenario donde desarrollar mis sueños y me lo imprimió en el alma, para siempre.
Ha sido siempre un espíritu libre, y eso es algo que también me ha enseñado, a intentar ser libre... Ahora, él es más libre que nunca, por siempre.
Buen viaje y hasta el reencuentro. Te quiero.