Thursday 18 de July de 2013, 18:30:25
Silencios
Tipo de Entrada: CUADERNO | 2 Comentarios | 1731 visitas

 

 

 

La montaña acostumbra a ser silenciosa. Aunque es en buena medida un falso silencio, porque suele existir un ruido de fondo, incluso en los momentos más aparentemente serenos, un rumor de brisa lejana en las copas de los árboles o en el prado, la dulce letanía de una corriente de agua, el levísimo crujido de un habitante del bosque o del pasto... Por no hablar de tu propio ritmo cardiorrespiratorio acelerado, del suave crujir de la nieve bajo tus botas y tus palos, o del chirrido metálico que producen los crampones sobre la nieve helada...

 

 

Pero es verdad, convengamos que la montaña, si no muy habitualmente, a menudo puede ser muy silenciosa, especialmente en comparación con el resto de entornos en que nos movemos. Eso es algo que sin duda nos transmite paz. Por supuesto que en muchas ocasiones es todo lo contrario... Todos tenemos en mente el estruendo de una lluvia torrencial, de una granizada, de una tormenta eléctrica, de un arroyo desbocado o de una ventisca zarandeando el mundo. El contraste entre sus silencios y sus gritos puede ser tremendo.

 

 

Desde luego que relacionamos el silencio de la montaña con una respuesta pacífica por su parte, con una aceptación de nuestra presencia, es una señal de que las cosas están tranquilas, de que todo va bien y de que podemos continuar. No sé.... Dice el refrán que “quien calla, otorga”, y supongo que, aplicado al silencio de la montaña, se entiende como su consentimiento a nuestra presencia, como que no nos va a poner muchos obstáculos, como que se complace de nuestra compañía... Sin embargo, no estoy muy seguro de que sea realmente así...

 

 

Aplicado a las relaciones humanas, hace mucho que pienso que, al menos en este caso, el refranero no ha estado muy afortunado. Con el tiempo estoy llegando a la convicción de que el que calla casi nunca otorga. Calla porque está bloqueado para dar una respuesta discrepante. O calla porque aún está reflexionando lo que ha de responder, y es que algunos somos un poco lentos... O calla porque no quiere romper ciertos consensos que se harían añicos si dijera lo que realmente piensa, porque aún no se ha cansado de fingir... Y estos “consentimientos” basados en el silencio se los suelen apropiar con celeridad los que quieren imponer su voluntad. Por lo general, semejante manipulación, semejante impostura, acaba generando tal tensión en los supuestos “otorgantes” que, si la cosa explota, explota peor que mal y pasa lo que pasa...

Quizás diga todo esto por mí, jajaja... Es muy difícil no teñir tu opinión, pretendidamente objetiva y desapasionada, con tus propias experiencias y visiones. Yo soy de los que, cuando callan, casi nunca otorgan. En realidad siempre he sido así, pero ahora ya lo sé de forma plenamente consciente. Y quienes me conocen un poco también lo han ido averiguando, y a estas alturas han aprendido a desconfiar de mis silencios. Y hacen bien. Como quien desconfía prudentemente de la blanca hermosura de las lejanas nubes que crecen...

 

 

Tampoco me parece muy aplicable el refrán de marras al silencio de la montaña. Confiamos en la quietud que nos transmite cuando no está encolerizada, nos apropiamos de su silencio y damos por hecho que todo va y seguirá yendo de primera. Nos creemos que otorga. Pero olvidamos varias cosas... Primero, que su silencio no significa nada más que un momento puntual de reposo... Segundo, que es caprichosa y puede cambiar de opinión cuando le plazca... Tercero, que a veces los auténticos peligros aguardan emboscados en el silencio, como predadores, y que en esos casos el silencio significa todo lo contrario de lo que interpretamos... Cuarto, que a diferencia de los seres humanos, la montaña es inmune a nuestras elucubraciones. A ella le da igual cómo interpretemos sus silencios, porque funciona a una escala muy distinta en la que nuestras creencias tienen el valor que tienen, el del vuelo de un mosquito sobre una extensa charca... Si quizás nos parece que su silencio y serenidad otorgan y admiten nuestra presencia, aprovechemos el momento deprisa y sin mayores razonamientos, y con la convicción de su impermanencia. Y sin reproches si de pronto todo se gira y salimos escaldados.

 

 

Pienso que sólo una criatura tan ambiciosa, manipuladora, cínica y necia como el hombre puede decir que quien calla otorga, y encima creérselo, y luego escandalizarse y pedir explicaciones cuando alguien que calló explota de pronto y se arma la de dios... Así nos luce el pelo. Por suerte, quiero creer que a algunos de nosotros el trato con la montaña nos ha ido enseñando que las cosas no funcionan así. El monte no es la única terapia para descubrir la verdad de la cuestión, desde luego, pero estoy convencido de que es tan buena como la mejor.

 

 


2 Comentarios
Enviado por Hacha el Saturday 20 de July de 2013

Tio, eres un crack...

No sé que es mejor, si tus palabras o las fotos que las acompañan (sobretodo la primera), impresionantes!

Pero por aquello de quedar bien, te diré que las dos cosas :-)

Un saludo (ssshhh!! no contestes, hay que estar en silencio...)
Enviado por Gerardo el Sunday 21 de July de 2013

Hacha...... sssssshhhhhh ........... ;)


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