Tuesday 29 de April de 2014, 23:07:12

Pues se acaba el mes de abril, un mes de efemérides que en esta ocasión han dejado su rastro en mis actividades montañeras. Efemérides, o recordatorios de cosas que yo considero que fueron importantes, cosas que a mi juicio se deben recordar, cosas que nos ayudaron o intentaron ayudar a avanzar, con mayor o menor fortuna, cosas que celebrar y sobre las que reflexionar... Sí, un rastro, como postes hincados en una turbera...

El 14 de abril, un lunes, me lo he tomado para volver a mi clásico y solitario Puigmal por el lomo de Fontalba, una ruta que voy repitiendo regularmente y generalmente solo… Un sitio al que voy cuando tengo muchas y muchas ganas de pisar monte y no quiero asumir riesgos yendo solo a terreno poco conocido o peligroso. Una apuesta segura y, quizás desde ese punto de vista, “cobarde”. En fin, una apuesta cómoda y conservadora justamente en el día de conmemoración de la 2ª República Española, proclamada el 14 de abril de 1931… Ésa sí que fue una apuesta radicalmente distinta a la mía, una apuesta valiente e incluso algo insensata para transitar rutas prácticamente desconocidas hasta entonces en la historia de España. Un intento ímprobo por modernizar casi de golpe un país que en muchos aspectos vivía aún en el Antiguo Régimen, y que tal vez no estaba preparado para ello. Un intento quizás demasiado radicalizado por una izquierda española muy hambrienta y a ratos desquiciada, y despiadadamente saboteado por la oligarquía de siempre y sus adláteres: un “feedback” infernal. Un círculo que quería ser virtuoso y encomiable, y acabó convertido en el sangriento círculo vicioso que todos conocemos… Dicen que el futuro es de los valientes, pero también dicen que los cementerios están llenos de ellos… En cualquier caso, he dedicado este Puigmal solitario, poco ventoso y casi primaveral a la memoria de quienes lo intentaron. No todo fue en vano, desde luego que no.

Y este domingo 27 de abril he estado con mis amigos Mati y Pep en el Puigpedrós, en un entorno meteorológico bastante más invernal que el de dos semanas antes, con “enfarinada” en cota 2.000 y una poderosa ventolera de norte barriendo la parte superior de la montaña, con todavía bastante nieve del invierno (aunque mengua rápido, desde luego…). Ha sido dos días después de que se conmemorara, el viernes 25 de abril, el 40 aniversario de la “Revolución de los claveles” portuguesa, que en tal día de 1974 derrocó al régimen totalitario que había sido impuesto ya en los años veinte. Una revolución limpia y rápida, con la precisión y la agilidad de una buena intervención quirúrgica, una revolución sin un solo muerto, si no recuerdo mal, que proyectó a nuestros hermanos portugueses hacia la democracia, y que sí consiguió su objetivo. Aquí todavía teníamos a Don Francisco Franco, mayorete pero con las cosas atadas y muy bien atadas desde los tiempos en que aniquiló lo que conmemoré en el Puigmal. En España yo creo que aquello sacudió conciencias, y me consta de muchas personas que lo vivieron con euforia, extasiadas ante las poderosas imágenes de los lisboetas colocando claveles en los cañones de los fusiles de los soldados, sus soldados, soldados risueños y felices por tener la oportunidad de estar con la gente en lugar de contra ella... Era una fiesta. Quizás desde España permitía vislumbrar la luz al final del túnel, aunque fuera en el túnel de al lado, una señal de que las cosas sí podían cambiar… 

Cambiar las cosas, cambiar las cosas… Nosotros lo intentamos hace cosa de 80 años, y acabó como acabó. Los portugueses dieron en el blanco hace 40 años, y encima consiguieron desmentir el fatalismo de nuestros genes ibéricos, que a menudo parecen haber sido programados para verter sangre… Vale, es cierto, eran tiempos más recientes, y golpearon un régimen extremadamente envejecido y gastado, cuyo principal valedor, Salazar, había muerto hacía cuatro años… Pero nuestro régimen también estaba muy envejecido, y sin embargo el dictador murió en la cama con el poder intacto… Fue poco después, año y medio después, menos mal que ya era un anciano… Luego montamos la entente que llamamos “La Transición”, asunto en el que todavía estamos “pululando” y que regularmente reflota nuestros peores fantasmas no conjurados… Pero en Portugal, en 1974, el brazo armado del poder ya se había transformado. En su momento, la imagen de un ejército protegiendo a la ciudadanía y derrocando al dictador, imagen resaltada por el potencial icónico de los claveles en los fusiles, tuvo una repercusión internacional innegable y generó una estética emocionante y hermosa, y tal vez una nueva actitud. Pero aquí no nos movimos. Igual era una imagen que no podíamos concebir, y que cuando nos explotó en la cara no nos podíamos creer, acostumbrados como estábamos desde siempre a todo lo contrario.

Cambiar las cosas… Ahora mismo las cosas no funcionan bien, en absoluto. Se viene diciendo últimamente desde ciertos sectores que estamos amodorrados, anestesiados, acobardados, que aquí hay que hacer cosas que nadie hace, que aquí hay que moverse; quizás estamos como entonces. La oligarquía y sus adláteres siguen ahí, a veces parece que incólumes, y además implantados a escala planetaria; porque resulta que allí donde las economías todavía están “emergiendo”, el deseo de los que mandan parece ir en el mismo sentido… Hay mucho, mucho por hacer, pero no sabemos, o aún no sabemos, cómo hacerlo… O no nos atrevemos, y yo el primero, porque nos asusta el precio que podamos tener que pagar. Los del 14 de abril lo pagaron muy caro. Los del 25 de abril acertaron con una oferta rompedora... La vida, es lo que tiene… A veces invita a jugársela, otras veces no... En todo caso, siempre debería invitar a la reflexión.

Este pasado domingo dejamos en los prados de Malniu una flor… Una rosa. Ni es un clavel, ni sobresalía de la boca de un arma… Pero a falta de claveles buenas son rosas, y la hermosura icónica del paisaje ceretano no la va a poner nadie en duda. 

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