Thursday 24 de July de 2014, 13:01:38
Tiempo
Tipo de Entrada: CUADERNO | 2 Comentarios | 1539 visitas

 

En el Parrotspitze, en el Monte Rosa, con la Signalkuppe al fondo. Verano de 1997.

 

Hace apenas nueve semanas que estuve en el Bachimala, seis que estuve en el Pic de l’Infern por su canal oriental, y una que di mi última vuelta por Ulldeter, y tengo la inevitable y desagradable sensación de que todo ello ha sucedido ya hace mucho tiempo... Llevo unos días pensando en que ya toca la siguiente, en que tengo que ir pensando en algo y montándolo; lo que no es fácil por las buenas, porque tengo a mi equipo montañero habitual casi desmantelado, y los contactos que voy haciendo esporádicamente presentan un perfil distinto al mío, más técnico y/o más físico. Pero no era de mis penurias montañeras de lo que quería hablaros, sino del tiempo y de su transcurso, de esa cuarta dimensión hecha de chicle, que se contrae o se expande según cómo se perciba... No es una cuestión de tenerlo o no tenerlo, de tenerlo más o menos, o al menos no es mi cuestión, porque suelo tener el suficiente; sino de cómo transcurre y de cómo nos parece que transcurre… 

El tiempo, fabricado con pedacitos de presente que, según van sucediéndose, engrosan el pasado y se acumulan en él... El tiempo, un sumidero de antiguo presente, un sedimento creciente que va menguando lo que queda por delante, ese futuro todavía irrealizado... Y que cuanto más engorda, más velocidad genera en el presente que pasa, y aún más en lo que está por venir... Esa aceleración cruel es la constatación ineludible de la vida que pasa, que avanza y declina.

El tiempo, un filtro de excelencia, porque en función de la calidad de las acciones y momentos que lo conforman, también parece detenerse o acelerarse... Cuando estás viviendo algo, en general la calidad de esa vivencia se mide en términos de gozosa rapidez si estás felizmente entregado a ella, y de insidiosa lentitud si el tedio te domina, aunque podría ser incluso al contrario: ese tiempo mágicamente detenido en pleno éxtasis... En el caso de la montaña, es llamativo lo que sucede en el inevitable intervalo entre excursiones... Si la actividad no ha satisfecho de verdad, su efecto tonificante en el espíritu dura menos, incluso mucho menos, y el tiempo hasta poder materializar la siguiente parece pasar con pesada lentitud. Es un ralentí extraño, desasosegante, porque revela una evidente falta de saciedad en la última actividad, una percepción negativa que provoca que quieras más lo antes posible, pareciendo que ese más no llega nunca... Es la desesperante y urgente sensación de que nunca hay suficiente... Y ante todo, se parece demasiado a la terrorífica experiencia de un toxicómano en pleno síndrome de abstinencia...

El tiempo, ese baremo para determinar la duración de nuestra vida, y sobre todo la intensidad y calidad con las que la vivimos... Y aquí viene lo siguiente: ¿qué pasa entre salida y salida, que puede hacer creer que se necesita volver a salir casi de inmediato? ¿No hay nada entre ellas que llene como ellas, de la misma manera, con la misma intensidad? ¿No hay otras dimensiones vitales equiparables?... Más allá de la trascendencia de estas preguntas y de la profundidad de sus posibles respuestas, aflora de inmediato otra cuestión: ¿Y qué pasará cuando ya no haya, por lo que sea, más monte? ¿Existe un plan B?

El tiempo, esa rara substancia que, pese a ser tan vieja como el Mundo, ha visto alterada su percepción por las nuevas tecnologías... ¿El disponer casi de inmediato del material gráfico de una actividad tiene relación con esa urgencia por volver a salir? ¿Tiene sentido que pueda ver mis fotos la misma noche de la excursión, o como mucho al día siguiente? ¿Y encima que las vea solo, sin los compañeros, que las verán también solos porque las habrán bajado desde “la nube” hasta la cibersoledad de su ordenador? ¿O que las vean casi de inmediato y también en soledad montones de desconocidos que puedan acceder a mi blog, a mi facebook o a mi lo que sea, ciberlugares en los que las colgaré con urgencia llevado por no sé qué impulso exhibicionista? ¿Todo esto es sano? Y, sobre todo, ¿no empobrece la actividad, al banalizarla e incluirla en el circuito desquiciado y tan actual del disfrute inmediato y solitario, al convertirla en un “consumible” instantáneo? ¿No reduce de forma rotunda el período de disfrute y su calidad?... Todavía recuerdo cuando el visionado de las diapositivas era una especie de liturgia colectiva practicada una semana o diez días más tarde, como mínimo, en torno a unas copas que servían también para hablar cara a cara de la siguiente salida....

El tiempo, un juez implacable, de los de verdad, de los que no se dejan influir por nada ni por nadie, insobornable. Un juez además cínico, pues nos observa con una media sonrisa mientras nos deja elucubrar con nuestras pajas mentales, mientras nos deja especular, sabedor de su absoluto triunfo, de que su sentencia final será inapelable. Su superioridad es tan manifiesta que no necesita presionarnos, y deja que vayamos maniobrando con aparente libertad y confiando en las falacias que vamos fabricando e insertando en nuestros razonamientos. Hay tantas y tan cotidianamente... Pero ciñéndonos a la montaña, hay una concreta que me viene ahora a la cabeza, quizás a raíz de que, por circunstancias varias, no haya podido acompañar a David “Madveras” y a su grupo de madtemeros a los Alpes estos días. Se trata de la típica elucubración autocomplaciente que incorporamos en nuestro argumentario cuando una actividad se ve frustrada, ya sea sobre el terreno o incluso antes de partir de casa: nos decimos siempre que no pasa nada, que la montaña siempre seguirá ahí... Queremos dar a entender que siempre habrá otra oportunidad... Es en esos momentos cuando el tiempo nos mira de reojo, con socarronería, y nos pregunta en voz muy bajita pero muy hiriente, una voz que percibimos claramente en nuestro interior: “¿Y tú, crees que estarás siempre ahí para volver a intentarlo?”

Ya sé que todos los flecos que he ido descolgando en las reflexiones anteriores entrarían en contradicción con tantas tendencias actuales que tratan de convencernos de que está en nuestras manos controlar estos procesos... Querer es poder, ten pensamientos positivos, traza un camino y síguelo, cuida tu cuerpo y cuidarás tu mente, el poder está en ti, diversifica tu vida y pon en cada una de sus facetas todo tu ser, vive el ahora... Con todo esto dominarás el tiempo... Bien, yo personalmente, ahora mismo, sólo me siento capaz de dedicarle al tiempo un vistoso corte de mangas, y decirle: “vete a la mierda”. Entonces, él quizás me mirará de frente con unos ojitos entrecerrados y aparentemente amistosos y entrañables, y susurrará la misma pregunta con un poco más de énfasis: “¿Y tú, sigues creyendo que estarás siempre ahí, majadero?”

 

Verano de 2009. Desde la arista oriental del Lyskamm, con casi todas las puntas italianas del Monte Rosa al fondo. De izquierda a derecha, Signalkuppe, Parrotspitze, Ludwigshöhe y Corno Nero. A la derecha se adivina la rampa hacia la Pirámide Vincent.


2 Comentarios
Enviado por Fern el Thursday 24 de July de 2014

Interesantes reflexiones que comparto plenamente. Mi última salida montañera, bastante "light", fue el 22 de junio y por circunstancias personales no sé cuando será la próxima. A ver si aunque sea el sábado me echó la mochila bien cargada a la espalda.

Un placer aparte de las reflexiones las dos fotos que las acompañan.

Saludos,


Fern
Enviado por Pep el Thursday 24 de July de 2014

Hay que leerte a toda castaña, como el tiempo que pasa... Es agotador!


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