La música ha cesado de golpe. O al menos alguno de los bailarines ha dejado de oírla… A veces no hay mucha diferencia entre ambas cosas a ciertos efectos, como que uno de los danzantes se detenga de repente y se desplome…
Desde primeros de marzo, cuando colgué “Trece años bailando” en este blog (http://gerardo.madteam.net/posts/2016-03/trece-anos-bailando/), la bailarina ha acabado por desplomarse. Han sido dos meses y medio en los que la música sonaba todavía y la estrella aún bailaba, aunque durante el último mes se oía cada vez más débil y las fuerzas de la diva iban deteriorándose, mucho; y al final muy rápido, insospechadamente rápido, de manera fulminante. Este martes 24 de mayo todo se ha detenido, diría que casi de golpe… Durante este último mes de mayo quizás yo lo veía venir, la verdad es que lo he visto venir, pero no era fácil aceptarlo... Lo sabía, y por eso he estado casi llorando más estas últimas semanas, con ella todavía palpitando a mi lado, que ahora que ya no puedo acariciarla.
“Trece años bailando” era mi “regalo” de cumpleaños para ella, aparte de algún extra que tuvo en casa. Un regalo que le ofrecí esperanzado tras algo más de dos años de salud complicada, sobre todo el 2014, con tres quimios superadas con nota y una leucemia técnicamente curada; y un 2015 la verdad es que casi excelente. Y manteniendo la alegría de vivir, y las ganas de hacer cosas y las fuerzas (aunque relativas) para hacerlas, hasta casi el final, hasta casi mediados de este mes de mayo de 2016, como se la ve en la foto que sigue, de este pasado abril...
Acabé el texto diciendo: “Todo es efímero, ya lo sé, y el tiempo de todos nosotros discurre ineluctable hacia su fin... Pero así todo, te deseo un feliz cumpleaños, y todo el tiempo que seas capaz de seguir bailando, mi perrina de amor…” Si fuera supersticioso, pensaría que escribirlo ha precipitado el final… Pero no, simplemente no ha sido capaz de bailar mucho más. No hay que darle más vueltas.
La bailarina ya no baila… ¿No baila, o es que yo no la veo bailar?... La música ha cesado… ¿Ha llegado el silencio, o es que yo no sé apreciar los nuevos sonidos?... Yo, yo, yo… Al final va a ser hablar mucho de mí y poco de ella. Y es que el duelo por los seres queridos es esto, un desconcertante acto de egoísmo que piensa mucho en los que se quedan y en la pérdida que experimentan, y poco en los que ya son libres, especialmente si han tenido una vida razonablemente larga y feliz. No lloramos en realidad por ellos, sino por nosotros… Parece que nos duele el pensar en la vida que ya no van a poder vivir, pero lo que de verdad nos duele es la vida que nos queda por vivir sin ellos.
Libre, sí... Y no es fácil explicarlo con palabras, pero tengo una convicción casi total al respecto. Quizás sea mi manera de ser… O la esperanza a la que me aferro, como tantos otros se aferran a otras, a paraísos, a infiernos, a vidas sucesivas… Yo me aferro a la libertad conquistada mediante la superación de toda necesidad. Es mi visión, y reconozco que no resulta fácilmente realizable en esta vida, e incluso en cualquier tipo de vida futura, y que quizás sólo sea realizable sin ninguna existencia posterior… Y no me preguntéis para qué quiero entonces libertad en la nada, en la no vida… Ah, la gente hace demasiadas preguntas… Tal vez en esa nada resida la única libertad posible…
Y quizás esté oyendo todavía alguna música y bailándola, sí… ¿Hay algún motivo de peso para que una criatura “no racional” no pueda acceder a lo que nos atribuimos a nosotros mismos, los humanos “autoconscientes” y “espirituales”? Ah, claro, es verdad, que los pobrecillos no tienen “alma”, nuestra parte “inmortal”, claro, claro… Qué odiosamente presuntuosos podemos llegar a ser… Vale, quizás no sepan de la muerte como sabemos nosotros, pero bien que la perciben cuando se acerca, seguramente con nuestra misma claridad y con más entereza, o como mínimo con mucha más naturalidad. No, no somos diferentes ni merecemos un trato especial, nuestra autoconsciencia y nuestra inteligencia no son más que herramientas sofisticadas aquí, pero no garantizan nada más allá...
No me creo mejor que ella, ni merecedor de especiales prestaciones “post mortem”. Proclamo la igualdad radical de todas las criaturas: o somos iguales al menos en la muerte, que forma parte de la vida, o no somos nada. Además, la supuesta peor opción de “no ser nada” no me asusta, porque sin conciencia no hay sufrimiento, y sin él sólo impera la paz absoluta. Me asusta morir, pero no la muerte, sea lo que sea lo que me depare… Aunque tiendo a pensar que ante todo somos energía, y que como tal volvemos al Universo de una u otra manera.
Por todo esto, cuando me despedía de ella le susurré al oído: descansa y espérame... Si existe otra vida, que no lo sé, sólo tendrá sentido si me reencuentro con ella, que ha sido mi amiga, mi confidente, mi compañera de montaña, mi amante… (porque a pocos seres he amado más, y pocos me han amado más...). Si no es así eso de la otra vida, que se la queden. Porque si existe esa otra vida, desde luego que espero reencontrarme con algunas personas, pero no aceptaré no reencontrarme también con ella.
Acabaré sintiéndome más que feliz de haberla tenido conmigo y de haber desarrollado entre ambos este vínculo mágico, pero todavía me domina la tristeza, quizás ese duelo del que os hablaba antes… Ha tenido una vida razonablemente larga para un perro de tamaño mediano, una podenquita de 17 kilos en sus mejores momentos, y ha disfrutado de una vida creo que feliz y completa, de la que me siento orgullosamente responsable en la parte que me toca.
No debería estar triste… Como me ha dicho un amigo, ella no querría verme triste… Ya bastante culpable me siento de haber llorado ante ella cuando la contemplaba consumiéndose, y ella me miraba con sus preciosos ojos de miel y quizás iba captando… Es esto lo que más me corroe ahora mismo, la posibilidad de haberle transmitido mi desolación en estos últimos días…
Un día os hablaré de la montaña que he compartido con ella desde junio de 2003, cuando la adoptamos en la Societat Protectora d’Animals de Mataró, la SPAM, con sólo tres meses…
Y quizás de algunas otras cosas que también he compartido con ella… Bueno, que hemos compartido, porque en esta “entente” han tenido también mucho que ver mi mujer Ana y mi hija Álex, que sólo tenía diez añitos cuando Mel entró en nuestras vidas como un cachorrito inquieto e indómito, y nos robó el corazón.
Estoy tratando de ser lo menos emocional posible, porque eso es algo que pertenece a la intimidad de cada uno y a las lloreras que me vienen a ratos… Estoy tratando de compartir mis sentimientos de la forma más racional de la que soy capaz, porque todo lo demás siempre es muy personal, esos factores diferenciales de cada uno que pueden hacer que algunos me entendáis muy bien, y otros penséis que se me ha ido la pinza… Pero en fin, no puedo acabar sin dirigirme personalmente a Mel, por si pudiera oírme; e incluso en su nueva condición de ángel energético, entenderme palabra por palabra…
Mi perrina, descansa y espérame. No sé si habrá oportunidad para ello, pero tú que vas por delante de mí en esta excursión incierta, ya debes estar descubriéndolo… Por poco que puedas sigue bailando, sigue correteando, sigue surcando las montañas que encuentres, y busca nuevos territorios para nosotros, porque me he quedado con ganas de seguir caminando a tu lado…
Y aunque sé que eres valiente, si algo te asusta te digo que no tengas miedo, porque sigo estando contigo, mi perrina de amor… Siempre estaré contigo, siempre estaremos juntos. Hasta el fin de los tiempos.
PD: dentro de muy poco esparciré tus cenizas allí al fondo, en Les Agudes, un lugar mágico que hemos compartido cientos de veces... Desde él, aparte de culminar nuestro amado Montseny, se divisa el Pirineo que también tanto hemos querido y recorrido. Por si me hiciera falta, que no hace, cada vez que vea Les Agudes en lontananza, y se ven desde media Catalunya, pensaré en ti, mi perrina de amor....