Bueno, hace seis meses que no cuelgo nada en el cuaderno de este blog, es desastroso… Y encima resulta que ésta será su entrada 100… En fin, no se trata de cumplir con esta convención numérica porque sí, sino más bien de desatascar un poco el asunto. Y como estoy bastante “seco”, que se dice, se me ocurre colgaros este soneto doble que escribí hace tanto como en 1999, en el siglo pasado, el siglo de Machado, Hernández y Neruda… Y es que voy envejeciendo… Me gustó cuando lo escribí y me sigue gustando. Se llama “De paso” y puede referirse a muchas cosas... A la madrugada, esa confidente mágica y breve de nuestro yo más íntimo, un momento entendido aquí más como la aurora y sus prolegómenos que como el corazón de la noche… Al amor, inasible... Pero también a nuestra impermanencia y al orgullo de ejercerla y exigirla sin miedo y casi con violencia, a cualquier precio, porque la realidad se encarga de recordarnos constantemente que todo fluye y nada permanece… Ahí os lo dejo.
De paso
Madrugada implacable descolgada de un risco,
hay tanto por gritar antes de dar batalla
que llegas azul, roja, tersa sombra de haya,
en volandas feroces y mordisco a mordisco.
Aturdiste a los hombres y a mí me has aturdido,
lo devoraste todo en abrazo tan férreo
que tal vez hondo, ronco, endurecido, pétreo
será el encontronazo, siempre a brazo partido.
Remátame amorosa, como le hiciste al viento
aún estupefacto tras galopar la noche,
primicia desmembrada muriendo de contento.
Espolvorea el mundo y márcalo con fuego,
más cerciórate si vas a dar tu dentellada
porque no admitiré un error ni ahora ni luego.
Maldita entre malditas, querida madrugada,
si el sentir anhelado que provoque tu canto
no conmueve a las almas y las entrega al llanto,
porque bueno de mí ya nunca obtendrás nada.
¡No tenga que contarte el porqué de la tarde
ni el dónde del sudor ni el cuándo de las lágrimas,
ni que el sol se eterniza calcinando tus alas!
¡Sabes que en mis dominios a veces todo arde!
Abre tu seno inmenso de aroma inconcebido
para que impregne el mundo y el mundo se desplome,
ejecuta con mimo el zarpazo que pido.
Amor, mi madrugada de cabellos de raso,
mi pequeña confidente enamorada,
amor, siempre de paso.
1 de diciembre de 1999