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Tuesday 15 de September de 2009, 14:12:27
Finanzas
Tipo de Entrada: CUADERNO | 8 Comentarios | 2576 visitas

 

Hacia el mes de mayo, a raíz de una “conversación” sobre cabras, los foreros Ram y Ricard me brindaron la idea de esta especie de pequeño relato, o cuento, o parábola o como rayos queráis considerarlo… Ya lo sé, prometí entonces encargarme de ello, y he tardado un poco, perdonadme…. Supongo que en realidad es una sucesión de flashes, de instantáneas... Lo he ido trabajando poco a poco, y ha acabado por gustarme. Las fotos son mías, de lugares diversos.

 

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Hace un tiempo, a uno de los dos protagonistas de esta historia le regalaron un cabritillo. Sí, puede parecer raro, pero hubo una época en que a la gente, en lugar de entradas de cine o ropa de marca, le regalaban cabritillos... Era una criatura deliciosa, con unos enorme ojos oscuros y bonachones, que miraba a su amo con una mansedumbre enternecedora mientras masticaba todo tipo de objetos a su alcance y sembraba el terreno que pisaba de interminables retahílas de cagalitas. Se trataba al fin y al cabo de una cabra, y además jovencita, con lo que no resultaba fácil que interiorizara demasiadas consignas al respecto... Tras provocar diversas emergencias domésticas como inundaciones y cortes de luz, originados en las roturas a mordisco limpio de los tubos de agua de la lavadora y el lavaplatos, su dueño comprendió que, como si se tratara de un perro, la criatura necesitaba actividad a la intemperie, desfogarse un poquito y poder hallar ese delicado equilibrio de todo animal doméstico entre su naturaleza puramente salvaje y la vida de sus amos humanos. Como al amo le gustaba moverse por la montaña, le pareció una idea excelente llevarse a la cabra, o cabritillo más exactamente, que de hecho empezaba a desarrollar una buena cornamenta... Pero era una criatura completamente dócil, un encanto tanto con propios como con extraños. En todo caso, el animalito hizo buena la frase según la cual “la cabra tira pal monte”, y disfrutaba como una auténtica cabra en las excursiones montañeras con su amo. El compañero habitual de montaña del dueño pronto se acabó acostumbrando a la presencia del animalito, indómito como un perro de caza malcriado pero inofensivo y cariñoso como un falderillo...

 

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Según van acercándose a la aguda punta del Gourgs Blancs, van comprendiendo que la silueta que distinguían desde más lejos, inverosímil, es real: una escalera con una cabra encima haciendo equilibrios al son de lo que canta y toca con su armónica un individuo sentado a sus pies. Cuando alcanzan la cima comprenden que allí pasa alguna cosa más... Un corrillo de media docena de montañeros contempla embelesado la escena.

  - ¡Joder!, ¿qué habría dicho Jean Arlaud de esta demencia? – comentan entre sí los recién llegados, estupefactos, sin dejar de mirar de reojo la placa que recuerda la muerte del pionero en este mismo lugar hace ya muchos años. Alguien se les acerca sigilosamente por detrás, con algo parecido a un plato en las manos...                                                                

  - ... Hubiera elogiado la calidad de estas aceitunas negras, sin duda... ¿Os apetecen?

  

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  - Supongo que, como es normal, no aceptáis en el refugio animales de compañía, ¿verdad?

  - Pues sí, es así... – contesta el guarda.

  - Bien, no hay problema, creo que dormirá afuera sin problemas... – Tras unos instantes de silencio, el montañero que acaba de llegar añade – Pero tendría que pedirte un favor, si no te importa, que no creo que vaya contra la normativa del refugio... – Ante la expresión de extrañeza del guarda, añade - ¿Podríamos utilizar durante un rato la terraza exterior, solamente un ratito?

  - Hombre, claro, la terraza es para los usuarios... No sé si te entiendo... – acaba por añadir el guarda, cada vez más confuso.

  - Confía en nosotros, somos medio artistas y te vamos a entretener al personal... Veo que tienes bastante gente y les va a gustar...

 

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Lo que suena es un popurrí de canciones folk, populares y tradicionales, todas enganchadas como en una especie de “mix” pirenaico de altitud... La cabra, o más bien el macho cabrío, porque es un macho hecho y derecho con todos sus atributos, se balancea en el último peldaño de la escalera plegable con un innegable sentido del ritmo, flexionando además las patas con mucho garbo y moviendo la cabeza de un lado a otro como un experto DJ. El animal va repartiendo su mirada profunda y oscura por la concurrencia, al principio un poco fría pero cada vez más entregada. El músico-cantante lo jalea de vez en cuando con breves gritos de pastor, a los que responde elevando la imponente cabeza cornúpeta hacia el cielo, como si entrara en trance. En ocasiones la danza de la cabra se ve acompañada por el sonido de un guitarrín, una especie de ukelele, el cual parece exacerbar el “lirismo” de los movimientos del animal, porque los desarrolla como con más dulzura, menos bruscamente, como ralentizados y evitando los quiebros demasiado tajantes. Son momentos para una tonada gascona, para una canción galante occitana o para acompañar los versos en euskera de algún bertsolari, muchas veces melancólicos textos sobre amores de “baserri” no correspondidos. Entonces, la audiencia, atenta, parece entrar en un suave éxtasis en el que puede respirarse por cada poro la esencia del Pirineo... Cuando entran en acción los pequeños bongos del repartidor de aceitunas, el tercio cambia hacia ritmos sureños más vivarachos, jotas jacetanas o ritmos festivos pallaresos. Alguna vez, cuando la infraestructura lo ha permitido, por ejemplo en la plataforma cómoda y más o menos amplia de entrada a un refugio, la audiencia ha llegado a ponerse a bailar... Una vez en Góriz se montó una memorable que hizo palidecer el festival de verano de la Aínsa... En otra ocasión, el refugio de Pinet, en el lado norte de la Pica d’Estats, dio juego para una auténtica velada musical, con la inestimable complicidad del multidisciplinar ayudante del guarda. 

   

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  - Están muy buenas estas aceitunas, de verdad... Muy especiadas, pero muy ricas...

Entre la concurrencia se va deslizando el percusionista eventual con un gran plato de aceitunas negras, ofreciéndolas a los espectadores. A juzgar por el interés suscitado, parecen tener éxito. A veces también colabora en la actuación con una segunda voz de apoyo, y en la parte final del show pasa una bolsa de magnesio pidiendo la voluntad a los presentes. Siempre cae algo, siempre...

 

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  - Pero bueno, esto que hacéis es aquello de los gitanos con la cabra, qué fuerte....

  - Yo creo que no, observa que la música es muy distinta, no tiene nada que ver con el “chunta chunta” del ritmo pregrabado, el teclado ortopédico y la trompeta medio desafinada – defendió con orgullo el cantante. – Aquí se trata de recuperar el folclore pirenaico...

Era fácil, pensó el otro, el de los bongos y el platillo con aceitunas negras, cargar contra el “racismo” encubierto en esa afirmación, y más en un mundo multicultural como el que nos ha tocado vivir... Pero se contuvo, primero por una cuestión de “proactividad”, por no generar una discusión, y segundo porque él, que había vivido de niño en un barrio periférico donde los gitanos montaban regularmente sus espectáculos, había acabado hasta las narices de ellos. Optó por un discurso diferente.

  - Bueno, bueno, se trata de representar la simbiosis entre naturaleza y humanidad presente en la cordillera, de unificar en una visión integradora la naturaleza montaraz de una cabra con la producción artística humana, una especie de representación simbólica de estas montañas, tan antropizadas pero a la vez todavía tan vírgenes...

El cantante se volvió hacia él un instante, con la mirada entrecerrada, como si mirara un cuadro... El que había mencionado a los gitanos se quedó con una expresión neutra en la cara, mientras seguramente se decía a sí mismo que “qué rayos explica este tío...”.

 

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En un parque nacional cuyo nombre es irrelevante, caminan dos montañeros y una cabra, recorriendo sendas y roquedos, triscando por los pastos y, a veces, organizando “performances” para los paseantes y excursionistas. En una de ésas, se cruzan con un guarda forestal, que se les queda mirando con extrañeza porque ha detectado algo anómalo pero no acaba de darse cuenta de qué se trata…

  - Buenas tardes…..

  - Hola - le contestan los caminantes.

El guarda mira fijamente más allá, con una expresión cada vez más rara…

  - Esa cabra… qué demonios de cabra es esa cabra….  

  - Hombre, esa cabra va con nosotros… - terminan por contestar después de volverse, siguiendo la mirada del guarda.

  - ¿Queréis decirme que ese animal va con vosotros, que os acompaña?

  - Pues… sí, así es…

  - La normativa prohíbe llevar animales sueltos en el parque…

Los montañeros se quedan pensativos en un primer momento.

  - Pensaba que eran perros sueltos lo prohibido, por aquello del ganado y la fauna… - dice uno de ellos.

  - No, lo siento, dice textualmente “animales sueltos”… - asegura el forestal.

  - En ese caso… Pero no podemos llevarla atada, es una barbaridad… Total, no va a perseguir a ninguna marmota, ni a ningún sarrio…

  - Mirad, no os voy a multar, pero tenéis que llevar a ese animal atado. En eso no puedo transigir, lo siento.

  - De acuerdo, de acuerdo…

Los montañeros empiezan a llamar a la cabra, que no hace mucho caso, la verdad. El animal observa a los humanos con una displicencia que incluso podría resultar socarrona, hasta que el forestal trata de aproximarse a ella dando un rodeo… La cabra empieza a zafarse de la maniobra con la agilidad propia de sus congéneres, claro está… El guarda y los caminantes acaban corriendo tras ella, mientras le dan voces de alto que deben de sonarle a lluvia de verano, que al fin y al cabo no es más que una cabra… Hasta que en un momento determinado, en lugar de retirarse, cambia de expresión y se arranca como un torito, con la testuz baja… El guarda se queda helado al ver que es el objetivo de la carga, pero la detiene casi de inmediato una oportuna voz de su dueño, o algo parecido, porque no se trata exactamente de una voz de mando, si no más bien de un grito repentino y potente pero muy modulado, como con cierta sordina...

  - Joder, este animal es peligroso...

  - Bueno, hombre, la estamos molestando bastante... Y se ha parado, ¿no?...

  - Sí, claro que se ha parado, no te joroba... Será porque me he dejado el capote en el coche, si te parece... O porque la has llevado a un centro de adiestramiento canino... – El forestal se pasa la mano por el pelo y añade – Esto no puede ser, habrá que capturarla y sacarla del parque.

  - Pero si es un angelito hombre, si ya has visto que me obedece, al menos con mi supergrito de pastor zuberotarra... – Y acto seguido saca la harmónica de la mosca de la mochila y se arranca con una tonadilla que hace venir al animal despacito pero sin vacilaciones, hasta estar al alcance de la mano. El forestal mira perplejo durante unos instantes.

  - Bueno, a ver, que tengo cosas que hacer, que yo no estoy de vacaciones... Ya me estáis atando a este animalito con un buen cordino y nada de soltarlo cuando me perdáis de vista, ¿vale? Y si organiza algún desaguisado, me encargaré personalmente de que se os caiga el pelo...

   

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Cargar con la escalera es a veces poco práctico. En ocasiones basta con conseguir que la cabra se encarame a un bloque o monolito de las proximidades, lo que no cuesta gran cosa tratándose de una cabra, para que interprete su parte de la actuación con la entrega de un actor profesional. En esos casos, la escalera se queda esperando en algún collado o en alguna cima intermedia, que al fin y al cabo ya se recogerá de camino al siguiente refugio o al siguiente collado... Por suerte se trata de una escalera de aluminio de tres peldaños, siempre llevadera para unas espaldas entrenadas sobre las que, aparte, sólo va una mochila con la ropa esencial, un poco de pica pica, los instrumentos, algo de agua y un recipiente con un líquido espeso sin identificar y de olor fuerte y agradable... Total, pernoctas, cenas y desayunos se hacen en los diversos refugios del recorrido... Cargar la escalera precisamente sirve para no cargar todo lo demás, forma parte esencial de la financiación de la ruta... De todas maneras, a veces salen sin la escalera... Todo guarda de refugio bien intencionado puede poner a disposición de sus clientes una escalerilla plegable si es necesario, es sólo una cuestión de buena voluntad... Y mira que no hay bloques, mojones y demás en las montañas, en las cimas y en los collados...

 

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 - Pero bueno, vamos a ver, habéis convertido este refugio en un circo...

El rostro del guarda se frunce en un evidente gesto de cabreo que el dueño de la cabra, o del macho cabrío, para ser más precisos, se esfuerza en desactivar.

  - Hombre, ha sido sólo un ratito, no te hemos alterado el funcionamiento del refu... Y hemos recogido todas las cagalitas de nuestra socia...

  - Pero qué cara, habéis estado cobrando a la gente...

  - Un momento, un momento –interrumpe con las mejores maneras posibles el del plato de aceitunas -, hemos pedido la voluntad. No veo a nadie enfadado... A ver si va a ser que quieres una comisión.... – acaba por añadir despacio, con cierto miedo, con cara de niño bueno.

El guarda lanza un soplido, los mira como para fulminarlos, pero no añade nada. Parece que no encontrara nada concreto que tirarles por la cabeza...

  - Además – añade el cantante -, vamos a pagarte nuestros gastos, desde luego, y nuestro socio duerme afuera y come lo que encuentra por ahí...

La mirada del guarda se suaviza, no en vano un guarda de refugio ha de tener en cierta manera eso que llaman “don de gentes”, y acaba añadiendo:

  - Bueno, espero que sea verdad lo de vuestros gastos... Si, total, con lo que habéis sacado podríais pagaros una semana de estancia....

 

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Es un paso algo delicado, una pequeña placa de adherencia con pocas presas… Cuando ha pasado el primero, el dueño de la cabra, tratan de que pase el animalito, que se mira el asunto sin decidirse. El que está abajo la empuja un poquito hacia arriba por la grupa. La cabra se mete en la placa y se detiene en medio, mirando alternativamente a sus compañeros humanos…

  - ¡Oye, que se me va a despeñar la cabra...! – exclama desde arriba su dueño.

  - Pero hombre, que las cabras no se despeñan....

  - Dime lo que quieras, pero si se despeña la cabra se acabó nuestro año sabático montañero, que te enteres...

El de abajo mira al animal, que por fin supera el obstáculo, y murmura: “joder, lo que hay que hacer para obtener finançament…”.

 

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8 Comentarios
Enviado por Fern el Wednesday 16 de September de 2009

“Jajaja, ¡muy bueno! ¡Qué imaginación tienes!”
Enviado por Ram el Wednesday 16 de September de 2009

“As bordao el cuento...jejeje, creo que esta basado en hechos reales, y como en el cine negro hasta el final no se aprecia el movil del crimen, en un ambiente naturista (el finançament).
PD Mira que hay cabras eh!!! Saludos.”
Enviado por Gerardo el Wednesday 16 de September de 2009

“Gracias, Fern... Bueno, como digo al principio, la idea original no es enteramente mía, pero el desarrollo sí... Y las posibles lecturas... pues son de cada uno. Espero que ningún colectivo se sienta aludido negativamente, no es mi intención... Si pretendo alguna cosa, es más bien una reflexión que no afecta a los profesionales mencionados en el relato.
Aún no sé si nos conoceremos personalmente en el próximo Madstage, depende de posibles planes... Tendré informado a Madveras al respecto vía facebook. La verdad es que me gustaría que nos viéramos las caras...jajaja... que ya toca...”
Enviado por Gerardo el Wednesday 16 de September de 2009

“Me alegro de que te guste, Ram, al fin y al cabo eres en cierta manera "coautor" o "compadre" de la criatura.”
Enviado por Ram el Friday 18 de September de 2009

“Bueno Gerardo como veo que la musa siempre te acompaña y como ya sabes que mis hijos traen a casa todo ser vivo que encuentran incluida la cabra que te inspiró, hace pocas semanas que aparecieron con un Yorkshire que apenas sobrepasa un palmo de longitud, lo peculiar del gracioso animal es que ladra continuamente a todo el mundo, excepto a quien le da de comer, a mis hijos el tiro le as salido por la culata ya que les ataca con inusitada ferocida y los hace correr hasta sus habitaciones a base de mordiscos cuando van descalzos, en fin, espero que no se encuentren un cocodrilo, mis dias en esta casa ya están contados...”
Enviado por Ram el Friday 18 de September de 2009

“Como un bicho tan pequeño puede tener tanta mala leche?”
Enviado por Gerardo el Sunday 20 de September de 2009

“Bueno, Ram, por lo que sé de perros, cuanto más pequeñines más mala hostia, quizás por aquello de hacerse valer.... Tampoco es mala cosa que tus hijos corran un "encierro" doméstico delante de un yorkshire enloquecido.... la verdad es que da para un relatillo..... Ostras, un pequeño "miura" de un palmo y pico, la encarnación perruna de "La Bestia"... ¿Ya has mirado que en la panza, donde suelen tener menos pelo, no aparezca el "666"?”
Enviado por Ram el Sunday 20 de September de 2009

“Pues no se si se dejara mirar, yo no soy el que le da de comer, jejeje...”


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