Monday 23 de May de 2011, 20:08:27
La telarana
Tipo de Entrada: CUADERNO | 2 Comentarios | 1899 visitas

 

 

Llevo toda mi vida entre palabras. Crecí entre palabras, las palabras de mis padres, las palabras de mi familia, las palabras de mis amigos... Estudié con palabras desde que era una rata, me desarrollé como ser humano mediante las palabras, después del colegio me tiré bastantes años de formación superior trabajando con palabras, y sigo trabajando con ellas... No en vano dicen muchos sociólogos, pedagogos y psicólogos que las palabras configuran nuestra mente y nuestra esencia humana... Pues quizás empiece a entender ciertas cosas… Esto de las palabras se ha convertido en un auténtico vicio, la verdad, parece que una adicción con pocas alternativas... Y el caso es que voy viendo que cuarenta y siete años de palabras no me han servido especialmente de gran ayuda, voy viendo que el uso de las palabras resulta con frecuencia un más de lo mismo, una forma de diferir los problemas, porque el intercambio auténtico entre humanos no parece lograrse con palabras, digan lo que digan y por muy incorrecto que parezca proclamarlo... Ah, qué mal día tengo, ¿verdad?

 

Las palabras suelen tener mucha trampa, suelen estar llenas de matices personales que dificultan la comunicación mediante ellas, y sobre todo son susceptibles de ser ignoradas e incomprendidas aunque los interlocutores parezcan entenderlas, y de hecho incluso las entiendan... Generalmente no nos escuchamos cuando intercambiamos palabras, nos limitamos a buscar la grieta del discurso ajeno para intentar colar el nuestro, que por supuesto tampoco será escuchado y menos entendido. Las palabras, además, están llenas de dobles sentidos, y en este aspecto acostumbran a ser un protocolo de transmisión de información absolutamente desastroso cuando se trata de ser preciso. Y para remate pueden ser usadas deliberadamente para transmitir cosas que uno no cree o no comparte, para mentir en definitiva… Aunque sin duda, el momento más peligroso puede producirse cuando uno las usa creyéndoselas, normalmente porque cree de buena fe que su alma coincide con los contenidos de esas palabras que utiliza... Ah, cuántas bolas os he podido ir soltando en este blog, incluso inconscientemente, cosas que quizás ni yo mismo me creo, “boutades” que mezclan una parte de autoengaño con otra parte egocéntrica, de necesidad de impresionar y hacerse el interesante... Uno cree generalmente que las palabras que piensa y decide utilizar acaban por expresar su pensamiento, su ser profundo, y que serán correctamente comprendidas... Por mi carácter y por mi formación, siempre he procurado ser muy cuidadoso con las palabras que utilizo, y creo tener un dominio suficiente del lenguaje como para expresar con precisión y con el tono emotivo justo lo que quiero expresar en cada momento... Tonto de mí, porque, pese a mis precauciones, he comprobado bastantes veces que cuando cargo de verdad las tintas de mi interior en las palabras que utilizo, existe un riesgo elevado de que se malinterpreten y de que acaben siendo merecedoras de un reproche. Probablemente mi problema, como el de tantos, es que confío demasiado en las palabras pese a que acostumbran a traicionarme una y otra vez... Pueden tacharte enseguida de estar enfadado o violentado por no se sabe qué, cuando lo único que has hecho es procurar hacer un uso honesto de las palabras, y ser honesto contigo mismo y con los demás... Bueno, podría parecer que la raíz del problema sería en cierta manera la de no ser siempre capaz de decir lo que se piensa en cada momento, porque si lo hicieras con naturalidad los demás no se espantarían de oírte decir según qué cosas... Pero no os equivoquéis, no es ésa tampoco la cuestión: no se trata de soltar a las primeras de cambio lo que piensas, porque es algo que también suele sembrar la confusión y la mala interpretación, y total se trata solamente de la traslación casi imposible a palabras de lo que crees que piensas en ese momento de calentón, algo que a menudo no te has parado a pensar dos veces...

 

Todo esto parece demostrar que no nos conocemos los unos a los otros, que somos desconocidos para los demás, y lo más preocupante: que no nos conocemos a nosotros mismos. Y por supuesto también demuestra que la comunicación verbal es muy insuficiente, tal vez porque no sabemos escoger las palabras, tal vez porque desconocemos su significado profundo, tal vez porque las usamos en contextos y con tonos equivocados, tal vez porque las usamos con demasiado miedo para no herir innecesariamente a nadie, o al contrario, para golpear a fondo con ellas... Tal vez porque estamos sordos y mudos, tal vez porque los que sabemos usarlas llegamos a desnudarnos demasiado con ellas, tal vez porque también con ese dominio hemos aprendido a emboscarnos, a emboscar nuestros sentimientos y nuestra alma, a ocultarnos... Tal vez porque no sabemos de verdad qué queremos decir, tal vez porque hablamos por hablar cuando en realidad no tenemos nada que decir... No sé, quizás simplemente se trate de que nadie nos enseñó de verdad nunca a utilizar las palabras con mimo, con precisión, con ternura, con honradez... En cualquier caso, muy seguramente nadie nos adiestró jamás ni en el autoconocimiento ni en el manejo de otros niveles de comunicación...

 

¿Y el corazón?... “Es que las palabras, para ser eficaces, han de brotar del corazón”, se dice comúnmente... Algunas nuevas tendencias incluso te animan a que ignores las palabras de tu mente, que describen como una especie de quinta columna despiadada, y sólo sigas las de tu corazón... Es hermoso, mucho, no lo niego... Pero no me parece un buen consejo: en ciertas ocasiones, si yo hubiera dicho o seguido las palabras de mi corazón, hubiera sembrado la devastación en torno mío, hubiera sido como la detonación de una bomba atómica... A estas alturas ya no quedaría nada a mi alrededor, os lo aseguro, y por supuesto que necesito ciertos referentes cercanos... Estoy convencido de que la solución no es sembrar el caos... Algunas de las pocas veces que he creído expresar con palabras los sentimientos más profundos de mi corazón, por lo general sólo he obtenido incomprensión y frialdad, cuando no un vacío escalofriante...

 

En fin, qué día llevo, ¡¿eh?!... Ya sé que puedo estar equivocado, faltaría más, ojalá lo esté del todo... Pero pese a ello, que nadie de forma ingenua crea que podrá expresar fácilmente con palabras lo que siente o piensa, al menos de verdad, así por las buenas... Se me antoja que el nivel de comunicación ha de ser sin duda diferente para ser eficaz, y no me preguntéis cuál, que no soy ningún experto... Por de pronto, ante la duda, lo que yo hago cada vez más es dedicarme a la observación silenciosa, a riesgo de que cada vez más personas me consideren aburrido... No olvidéis que uno es dueño de sus silencios pero esclavo de sus palabras. Ahora mismo no se me ocurre otra manera de evitar acabar enredado en ellas como en una telaraña...

 

 

PD: acabo de leer esta misma tarde una reflexión de Eduard Punset más que seductora a cerca de las palabras: " Las palabras no son, fundamentalmente, un canal para explicar las convicciones propias, sino el conducto para poder intuir lo que el otro piensa. Cuando descubrimos esto, y sólo entonces, surje la oportunidad de ayudarlo o de influirlo. La mayoría de la gente, por desgracia, dedica mucho más tiempo a intentar explicar los pensamientos propios que a intuir lo que piensan los demás" (de "Excusas para no pensar", de Eduard Punset, Ediciones Destino, pág. 36). Ajá, qué bueno, a propósito de si también estamos sordos... que lo estamos. Es la otra vertiente de lo que os he hablado, que quizá he desarrollado poco. No sólo no nos enseñaron nunca a usar adecuadamente las palabras, a autoconocernos o a desenvolvernos en otros niveles de comunicación, sino que tampoco nos enseñaron nunca a escuchar. ¿Acaso no os pasa? A mí un montón.


2 Comentarios
Enviado por Ram el Monday 23 de May de 2011

Me gusta la reflexión... a veces escribir/hablar con minuciosa precisión puede no ser comprensible o asumíble para todos, pero no te preocupes, creo que nos define lo que hacemos, nuestros actos, no las palabras.
Enviado por Hacha el Tuesday 24 de May de 2011

Bueno... que decir... es que yo soy de números!!!
Pero se entiende perfectamente lo que quieres transmitir, a veces es bueno reflexionar en voz alta, muchas veces (como me pasa a mi) para no saber realmente que queremos o donde estamos...


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