Estas en Montaña Cuaderno de Entradas October 2013 26 Anos Sin Rey
Wednesday 2 de October de 2013, 17:12:36
26 anos sin rey
Tipo de Entrada: CUADERNO | 2 Comentarios | 1887 visitas

 

¿Qué significa esto? ¿Un deseo para el futuro? ¿Una proyección de anhelada historia-ficción? ¿Una traición de mi subconsciente político? ¿La proclamación de la República?... No, nada de eso... Veintiséis son ni más ni menos los años que hacía que no volvía al Canigó, el soberano de la Catalunya nororiental, “Lo Rei del Rosselló”, tal como le llamaba el gran Cinto Verdaguer en su monumental poema “Canigó” (que os recomiendo, aunque sea traducido al castellano). Hacía todo ese tiempo que no volvía, sí, y no sé si tiene mayor explicación o mayor sentido, no lo sé... Y además aquélla había sido la primera vez, y por lo tanto, hasta hace unos pocos días, este pasado lunes 23 de septiembre, la única... Sí, parece quizás un despropósito, lo reconozco, y tal vez con lo que sigue quiera justificar lo injustificable, no sé... No necesito hacerlo a nivel consciente, desde luego, porque estas cosas van como van, pero el caso es que algo me empuja desde muy adentro a hablar sobre ello... Sí, aunque sea simplemente hablar sobre ello. Es curioso, como mínimo, cómo funcionan las cosas en la montaña (y en la vida, ese todo en el que se engloba...). Lo digo porque han sido veintiséis años largos, uno detrás de otro, hasta que he vuelto a su cumbre, años en los que no he dejado de hacer montaña en ningún momento... Un período de tiempo largo y activo en el que he subido por ejemplo once veces al Posets (como expliqué en mi post de este mes de marzo “Posets’ Eleven”), o unas veinticinco veces al Bastiments, por citar algo más próximo. En fin, no sé, cosas que pasan... En todos estos años por supuesto que me han sucedido muchas cosas y me han rodeado muchas circunstancias, y puede ser que algunas de ellas tengan que ver con este “vacío” en torno a Lo Rei, un vacío sospecho que injustificable, insisto en este calificativo... Un vacío que muy poco tiene que ver con mi declarada fe republicana.

 

 

Fue en octubre de 1987 cuando lo subí la primera vez, bueno, en realidad la única vez hasta hace muy poquito, como ya os he dicho. Por entonces llevaba unos tres años saliendo a la montaña, pero de forma mucho más espaciada de lo que fue después, a partir de 1988, y especialmente de 1990, cuando adopté de facto el régimen de una salida al mes, hasta la fecha. Fijaos si era por entonces algo espaciado esto del monte para mí, que, revisando mi documentación (conservo relatos, datos e imágenes de todas mis excursiones), descubro que era la catorceava excursión de alta montaña que hacía... ¡Sólo la catorceava, en prácticamente tres años! Hoy en día vienen a ser más o menos las excursiones que hago en un solo año, a menudo alguna más... Era una época de mi actividad montañera en la que cualquier excursión que se planteara era novedosa, era siempre una “primera vez”, con toda la emoción e intensidad que eso comportaba. Y ascender al Canigó imagino que era prioritario, como lo era ir conociendo todas las montañas importantes del Pirineo. Optamos por la clásica desde el norte, por Cortalets, porque nos constaba que era la vía más corta y sencilla, y, total, el grupo que formamos para la ocasión no era exactamente el habitual: aparte de Jordi-Iosu, del que he hablado alguna otra vez en este blog y era mi socio montañero por entonces, me acompañaban su hermana Eva, y mi novia Ana, la que ha acabado por ser mi mujer; ninguna de las dos solía salir con nosotros al monte, ni tampoco lo hicieron después. O sea que el planteamiento era el de una salida de contacto, lo menos dura posible. Y la prueba es que mi primer Polo se tragó entera la interminable y a ratos dura pista de Cortalets hasta prácticamente la puerta del refugio, a más de 2.000 metros de altitud; habíamos hecho primero un alto para pernoctar por el camino, en el refugio libre de Balaitg, a unos 1.600 metros. Los 700 metros de ascensión que quedaban, bajo una atmósfera con un sol turbio que se desperezaba muy despacio del día anterior lluvioso, los resolvimos en dos horas hasta la cima; una cosa bien suavecita, la verdad. Era el 25 de octubre de 1987.

 

Ana, Eva y Jordi sobre la "rosa de los vientos" de la cima.

 

No había vuelto desde entonces, hasta este pasado 23 de septiembre de 2013. No puedo encontrar motivos concretos para semejante lapso de tiempo; puedo encontrarlos puntuales respecto de las últimas dos veces que he estado a punto de volver y no lo he hecho, en 2009 y 2012, motivos de agenda y de lesiones, pero no motivos que justifiquen tantos y tantos años sin aparecer por la corte de Lo Rei... No, no hay motivos... Si acaso, hay contextos, tal vez casuales, tal vez no, entornos circunstanciales, quizás ciertos frenesís que me arrastraron hacia otras montañas... Lo de los contextos es como es, y en octubre del 87 uno muy concreto me rodeaba, algo de lo que no soy consciente que tuviera ninguna relación con mi decisión de ir entonces al Canigó, y de no volver luego: una de mis mejores amigas, quizás una de las poquísimas amigas de verdad que he tenido, Kima, además nacida el mismo día que yo, se acababa de matar en un terrible accidente de moto un mes antes, en septiembre; los dos habíamos cumplido los veinticuatro el 14 de julio, y lo habíamos celebrado juntos, como casi siempre. Ya digo que no creo que esto me compeliera a ir al Canigó, ella ni siquiera era excursionista... A ella le gustaba salir, tomar unas copas, bailar; y cuando le acosaban los característicos bucles introspectivos de los cancerianos como nosotros, los mismos que me acosaban y aún me acosan a mí, le gustaba aislarse en su interior, hacer auto indagaciones y charlar sólo con ciertas personas, por ejemplo conmigo... Hablábamos mucho, y cuando en verano estábamos separados por la distancia nos escribíamos mucho, cartas de verdad, de las de sobre y matasellos... Desde luego que conservo esas cartas... Y aparte de las vivencias comunes, conservo también los innumerables momentos en que he pensado en ella desde aquél fatídico septiembre del 87, y alguna cosa que he ido escribiendo en estos años sobre ella... Sí, veintiséis años ya de ausencia, los que he tardado en volver a Lo Rei... No sé qué pensar... Ahora mismo ni siquiera recuerdo si tuve un pensamiento expresamente para ella aquél día de octubre del 87 en que acaricié el hierro forjado de la Creu del Canigó... Debería haberlo tenido, pero quizás no lo tuve... Quizás me sentía vacío.

 

Yo, el mismo día de octubre de 1987.

 

He de confesar que durante muchos años no pensé en volver al Canigó. No sabría explicar con exactitud el porqué, pero puedo intentarlo. Por de pronto, por entonces todavía me quedaba mucho Pirineo por conocer, muchos macizos que visitar, muchos valles y collados que recorrer, muchas cimas por ascender, algunas de ellas de más enjundia y altitud que el Canigó... Supongo que por entonces aún me dejaba impresionar por las cifras... Además, me hice a la idea de que volvería a él la próxima vez en invierno, pero simultáneamente me hacía cargo de las enormes aproximaciones en una montaña como ésta, atacada desde muy abajo por culpa de la nieve... Quizás un planteamiento erróneo, porque tampoco es que nieve tanto en el Rosselló... Me entregué a montones de excursiones, entre las cuales nunca se encontraba el proyecto de volver al Canigó... Acumulé conocimiento de nuestro Pirineo, incluso me extendí a los Alpes, acumulé tresmiles, y cuando se acababan los atacaba por vertientes distintas, o en estaciones distintas del año, o simplemente los repetía... Pero seguía sin pensar en volver al Canigó... Ha sido en tiempos recientes cuando todo esto ha empezado a tener una importancia distinta, quizás por mi evolución vital física y mental, quizás por agotamiento de las vías normales a las grandes cimas pirenaicas, que son las únicas vías que me considero capacitado para afrontar... Por lo que sea, pero el caso es que últimamente he empezado a “preocuparme” por otras montañas, y es que mira que hay una pila de ellas bien hermosas, solitarias, salvajes, absolutamente gratificantes, que tienen el “problema” de no alcanzar “la cota”... Mirad, este año 2013 sólo llevo un tresmil, el Posets que subí por Eriste en marzo, o el año pasado sólo ascendí dos... Es en este contexto de cambio, de despertar a un nivel de conocimiento pirenaico diferente al de las cifras y las cotas, en el que me he ido replanteando muchas cosas. Y entre ellas, mi necesario retorno a Lo Rei... Pero bueno, insisto en una cosa: todos estos argumentos pueden ser elaboraciones racionales para cubrir otras cosas que no sé explicar, para vestir la escueta y áspera desnudez de no saber realmente por qué no volvía al Canigó...

 

 

Y es verdad que en los últimos tiempos ya había conseguido reincorporar al Canigó en mi agenda, y además con la convicción de probar la vía sur, la de Merialles y la Chimenea, más larga, desnivelada y salvaje que la de Cortalets, indudablemente. Pero a veces las cosas no dependen solamente de la voluntad, porque existen circunstancias exteriores que la condicionan. Hace unos cuatro años ya tenía en la cabeza volver con urgencia a Lo Rei, y resultó que mis amigos Judit y Bitxe, con los que he compartido algo de monte en los últimos tiempos, planificaron la excursión por Merialles en junio del 2009; bien, hace 22 años que no vuelvo, ya empieza a tocar, me dije... Pero por aquellos días yo tenía apalabrada con mi padre una salida de turismo de las que a él le gustaban, de las que había hecho toda su vida, muchas veces conmigo, pero que últimamente por su salud no podía asumir por su cuenta (se movía muy mal y ya no podía conducir); salidas que generalmente aunaban paisaje y cultura, y si podía ser también una comida interesante. En los últimos tiempos solía salir con él en este plan, cada vez más desde que fue perdiendo movilidad de forma creciente. El caso es que me había comprometido con él para el 13 de junio, y resultó ser el momento elegido por mis socios para hacerse el Canigó por Merialles y la Chimenea. Tuve que priorizar, y prioricé necesariamente mi primera elección, a la que además me sentía personalmente ligado: aquel día fui con mi padre a Beget, el pueblo ripollès pero ubicado orográficamente en La Garrotxa, un entorno paisajístico de primera y además con una iglesia románica espectacular; y por la tarde estuvimos en Molló. Nos lo pasamos muy bien, y sobre todo él, que no lo conocía. Disfrutamos mucho, acabamos comiendo en una preciosa terraza junto al río, con vistas al ábside de la iglesia, y además todo ello bajo un cielo espectacularmente azul. El mismo que en esos momentos acogía a Judit y Bitxe en el Canigó, al que pude contemplar algún rato desde lejos, por la mañana al pasar alguno de los collados de la zona conduciendo hacia el pueblo. Pensé en ello a ratos brevísimos, como en relámpagos casi instantáneos, pero yo estaba donde tenía que estar, y estaba bien. Poco después la movilidad de mi padre se fue deteriorando tanto que era incluso difícil sacarlo de casa, y no pudimos salir muchas veces más; hasta que en marzo del 2012 todo acabó... Pero conseguí llevarle a Beget.

 

 

La última circunstancia que impidió mi visita a la corte de Lo Rei es mucho más reciente, y por suerte mucho menos grave. Coincidió completamente con la recuperación del tobillo que me machaqué en Remuñe en julio del año pasado, el 2012, un pequeño accidente que, sin embargo, me tuvo parado durante bastantes semanas y dio al traste con mi idea de ir a los Ecrins con la gente de Madteam a mediados de agosto, y poco después impidió que subiera al Canigó por Merialles con mi amigo y socio montañero Pep, y su cuñado. Su ascensión fue el 26 de agosto de 2012, en medio de unos días de mis vacaciones pasados relajadamente en La Pobla de Lillet: resultó que ese día subí con Ana, mi mujer, al Puigllançada desde el párking de Els Alabaus, en La Molina, mi primera toma de contacto mínimamente seria con la montaña después de mes y medio largo inmovilizado. Una actividad infinitamente más corta y suave que un Canigó por Merialles, un “experimento” que funcionó y que me supuso empezar a retomar un poco de ritmo montañero.

 

 

Releyendo lo que he escrito hasta ahora, saco la inevitable sensación de que Lo Rei parece ligado en buena medida, al menos desde mi experiencia, a los ausentes, a aquellos seres queridos que tuvieron que partir, algunos de forma escalofriantemente tempranera. Esta pasada noche del domingo 22 de septiembre, antes de la ascensión del lunes 23, la he pasado solo en un anexo del refugio libre de Merialles, una pequeña habitación con una chimenea, una mesa, un banco y una litera de cuatro plazas. Y curiosamente me he encontrado escrito en la parte interior de la puerta de entrada el siguiente texto en francés:

 

 

Vendría a decir lo siguiente:

 

"A todos nuestros hermanos de sangre

que han partido en la penumbra de la tarde,

en mi memoria permanece su rostro,

en mi corazón, la amistad;

puedan ellos reposar en paz”

 

Me impresionó, y no tanto porque sea más o menos hermoso, sino porque apareció ante mis ojos justo cuando mi interior parecía necesitarlo, como una manifestación externa de mis divagaciones más íntimas: llevaba un buen rato pensando en mis extrañas relaciones con esta montaña, y en esas ausencias vinculadas con ella de las que ya os he hablado... Y me lo encontré ahí, iluminado casualmente por la luz de mi frontal... En un primer momento me produjo un cierto escalofrío... Y pensé por unos instantes, dejándome llevar por mi malsano gusto especulativo, en si no sería una señal... para, por ejemplo, los siguientes viajeros en la penumbra vespertina, la misma que en esos momentos se apoderaba a marchas forzadas del exterior... Al fin y al cabo nunca se sabe, y más yendo solo... ¡Qué tontería!, pensé de inmediato, y lo volví a leer una y otra vez, incluso a media voz, como si recitara un mantra, hasta conseguir experimentar una deliciosa sensación de serenidad. Algo similar a lo que había experimentado un rato antes, instalado en el prado de encima del refugio, abstraído en mis pensamientos y mirando hacia las menguantes y espectaculares luces de poniente: entonces tuve por un instante la sensación de que la intensidad de la luz y los colores se incrementaba inexplicablemente ante mis ojos, de golpe, como si se hubiera dilatado de pronto el diafragma de una máquina fotográfica...Y en ese momento me sentí como suspendido... 

 

 

En definitiva, he acabado durmiendo allí tan a gusto como hacía tiempo que no dormía... Y en la ascensión del día siguiente todo ha ido como la seda y me he sentido muy feliz, mucho. Es ésta una ruta preciosa, que discurre de forma canónica por bosques variados, luego por pasto supraforestal, y finalmente por el roquedo desnudo. Ya, muchas rutas pirenaicas ofrecen esta progresión, lo sé, pero he encontrado ésta especialmente hermosa. Quizás sean cosas mías... Me ha sorprendido además su potencia, unos 1.200 metros ascendentes acumulados y casi 20 kilómetros totales ida y vuelta... Y es que el sendero, que hasta más allá de la Cabana d’Aragó sube muy suavemente, lo hace así precisamente porque tiene mucho desarrollo longitudinal, ceñido a las curvas de nivel del bosque, bajando al arroyo, remontando al otro lado en dirección contraria... Y siempre variado... Bosque de pino negro, pero también con mucho abeto, todo ello salpicado de innumerables y preciosos abedules y servales de los cazadores: un bosque muy rico, y a dos pasos mal contados del Mediterráneo... La famosa chimenea final es muy sencilla, pero le confiere su punto a la ascensión, y su salida es muy empinada y obliga a agarrarse; las presas son excelentes, pero no sé cómo estaría esto con nieve dura o hielo, quizás para técnica de canal invernal y con algún seguro por si las moscas, sobre todo bajando...

 

 

Y arriba, pues eso, la plenitud del trono de Lo Rei, un panorama soberbio digno de un rey. No me extraña que a finales del siglo XIII lo ascendiera Pere III El Gran, rey de la Corona de Aragón, según cuentan algunas crónicas de la época; imagino que quería contemplar una parte de sus dominios de un solo vistazo... Yo no he llegado hasta allí arriba con las ínfulas de un rey, faltaría más, sino con la mentalidad sanamente orgullosa de un simple ciudadano, que no es poca cosa. Y pegado a La Creu mientras me fotografiaban, no pasaba por mi cabeza nada concreto salvo pura y simple satisfacción y felicidad. Y no es poca cosa.

 

 

Realmente se trata de una montaña digna de un rey. Más allá de los panoramas desde su cima, es de sobra conocido el dominio que ejerce sobre el hermoso paisaje de la Catalunya Vella. Es visible desde el Montseny, desde las alturas de Osona, la Garrotxa, el Ripollès y la Cerdanya, desde las elevaciones del Gironès y de la Selva, desde la llanura ampurdanesa... Y desde el Rosselló, en la Catalunya Nord, al otro lado de la frontera entre los estados francés y español, su presencia resulta absolutamente aplastante, una masa que de golpe se levanta casi tres kilómetros, en la que destaca la afilada punta de la cima, que llaman también Pica del Canigó, y a veces Canino; y es que resulta un auténtico colmillo vista desde aquí.

 

 

Bueno, digna de un rey, he dicho... No sé por qué un rey ha de ser beneficiario de una montaña especialmente bella y poderosa... Mi fe republicana debería hacerme repudiar tales expresiones... Pero en fin, no me pondré dogmático y la aceptaré como una frase hecha, una estructura lingüística (y por tanto mental) que ha llegado hasta nuestros tiempos desde otras épocas... No en vano nuestra nación pirenaica, si en algún momento tuvo visos de convertirse en una estructura de estado, fue bajo algunas monarquías (tampoco es que hubiera apenas más donde elegir, claro). Por ejemplo, cuando los dominios del Reino de Navarra, en época de Sancho El Mayor, poco después del año 1000, se extendían desde Cantabria hasta el Pallars... O un poco después, cuando el esplendor de la Corona de Aragón se extendía desde los límites con Navarra hasta mucho más allá del Cap de Creus, mar adentro hacia las tripas del Mediterráneo, ese mar que tan bien se contempla desde la cima del Canigó... Y en ambos casos integrando ambas vertientes de la cordillera, como tiene que ser... También esta montaña es un referente, una ancestral montaña sagrada, para los catalanes; y en la medida en que me siento uno de ellos, que no es poca, también lo es para mí. Pero en fin, nada de todo esto tiene mayor importancia ni pretende ser un ejercicio de añoranza o afirmación histórica. Es más, de esta manera, siendo el Pirineo lo que es, casi lo amo más: mi nación sin estado, multilingüe y multicultural, sin himno ni bandera, tan versátil y compleja que, aún queriéndola República, le reconozco un rey, Lo Rei. Os dejo unos preciosos versos del “Canigó” de Cinto Verdaguer, a propósito del sol y de cómo ésta es la primera montaña del Pirineo que acaricia:

 

“De son bressol d’escumes quan s’alça cada dia,

son raig primer corona lo Rei del Rosselló;

de jorn tot l’emmantella de llum i pedreria,

i al pondre’s en Meranges encara un bes envia

al front del Canigó.”

 



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2 Comentarios
Enviado por Hacha el Thursday 3 de October de 2013

No me quito el sombrero porque no tengo pero... vale hacer una reverencia?

Que decir... no hay palabras, tú lo has dicho todo Gerardo!

Un abrazo
Enviado por Gerardo el Wednesday 9 de October de 2013

Joder, Hacha, me abrumas... Un abrazo.


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