Wednesday 13 de August de 2014, 13:59:18
Comiols Sigma
Tipo de Entrada: CUADERNO | 2213 visitas

 

 

El crepitar de la emisora de radio me taladra la cabeza, ese “white noise”, que dicen los angloparlantes, esa especie de cortina sónica sin código, molesta e incomprensible, ajena a palabras o lenguajes inteligibles, puro ruido caótico… Sí, una cortina blanca, como la desplegada desde hace días en el exterior, una especie de pantalla de televisión desintonizada, implacable y tediosa. No hay comunicación por el momento, y aquí estoy, preguntándome qué estoy haciendo aquí y por qué… Todo está quedando blanco y congelado, y no tengo nada mejor que hacer que esperar, y asesinar en lo posible ese tiempo fofo con algo de música… Qué mejor que mis queridos Anthrax para sonorizar ese ruido blanco aposentado en la emisora, y en el exterior de la base, y dentro de mi cabeza y no sé si incluso en mi alma…

Son las ocho de la tarde y ni recibo ni puedo emitir, sigue el ruido blanco como si la ventisca hubiera contagiado a las ondas hertzianas de su apabullante mudez innegociable, una mudez sólo aparente porque puede resultar ensordecedora en su absurda danza de crujidos electrónicos. Necesito instrucciones y nadie se ha puesto de momento en contacto conmigo, la ventolera que lleva días ha tumbado parte de las placas solares y voy mal de corriente y tengo problemas con la calefacción, aparte de que van menguando las provisiones. El último helicóptero de abastecimiento no pudo volar hace una semana, cuando le tocaba, y por la emisora sólo me encuentro con el ruido blanco cuando intento contactar o espero recibir… Ah, el ruido blanco, quizás un usurpador de relaciones que imposibilita el intercambio… Todo lo quiere para él, te absorbe, casi te hipnotiza… Umm, qué gran disco…

 

 

El frío de la madrugada me ha despertado. A duras penas me ha protegido el saco de dormir porque es que hace mucho frío aquí dentro, con el sistema de calefacción bajo mínimos. Espero un rato antes de tomarme un café bien cargado y pensar en probar de nuevo el contacto. ¿Por qué no?, me digo, y retomo el hasta ahora infructuoso mantra: “aquí Comiols Sigma, cambio…”. Más ruido blanco como única respuesta. Me amodorro un buen rato hasta que la luz del amanecer empieza a enseñorearse del espacio, una luz blanquecina y lúgubre que se cuela por el ventanuco de la sala como podría colarse por la rendija de un ataúd. En fin, que con estos pensamientos tan positivos no voy a ninguna parte, a ver si me pongo un poquito las pilas… Más Anthrax, qué remedio… Y luego a ver si consigo vestirme como Dios manda para darme una vuelta exterior, al menos hasta la estación meteorológica, que se supone que entre otras cosas estoy aquí para tomar sus datos, y luego transmitirlos…. Jajajá, transmitirlos por tam-tam, seguramente, porque a las once de la mañana el panorama radioeléctrico sigue siendo el mismo, un “white noise” plano y chillón, sin rifs ni dobles bombos ni nada, sin vida. ¿Estoy aquí para más cosas aparte de para atender la estación meteorológica, verdad?... Me sorprendo haciéndome esta pregunta en voz alta… Una serie de pequeñas pruebas en el laboratorio que tenía encomendadas ya están listas; nada, cosas muy sencillas, porque no soy un técnico especialista; en realidad, puedo servir tanto para un roto como para un descosido… Pero el ruido blanco me impide transmitir los resultados y recibir nuevas instrucciones. Y cuando pienso en él, que me aguardará implacable en el próximo intento de contactar por la radio, algo en mi cabeza parece ceder y me vuelvo a preguntar qué más cosas se esperan de mí…

Hubo en su momento más gente en Comiols Sigma. Y en estos días de forzado aislamiento pienso a veces en ello. Llegamos a ser cinco personas en la base, sí, se me antoja que hace ya mucho tiempo… Pero los consabidos problemas financieros acabaron generando las consabidas restricciones de personal. Que fuera yo el designado para quedarme no se debió exactamente a un golpe de suerte, aunque gracias a ello he conservado de momento mi trabajo. No, se debió a la sencilla razón de que yo cobraba bastante menos por carecer de la categoría de especialista, y también quizás a mi proverbial adaptabilidad (que a veces maldigo), y a que no me inhibí al confesar que me encuentro bien solo, que no me asusta la soledad; esta respuesta tajante y sincera en el cuestionario para decidir el futuro del personal de la base, estoy convencido, acabó de apuntalar mi salvación, o mi condena, según se mire. De momento, mientras reflexiono sobre esta dicotomía, sí puedo asegurar que la ventisca ha amainado un poco, aunque yendo hacia la estación meteorológica me he hundido hasta las caderas en la nieve fresca. Son solamente cincuenta metros, más otros tantos de vuelta, pero mi también proverbial pereza me ha impulsado a salir al exterior sin la ropa adecuada, y los 22 grados bajo cero leídos por el termómetro (a los que añadir el efecto del noroeste de 35 kilómetros por hora), se han hecho notar. Dentro de nuevo, con un café ardiendo en las manos, pienso en probar otra vez la conexión, pero es todo tan cansino…

 

 

“Aquí Comiols Sigma, cambio...”. De nuevo el ruido blanco como única respuesta. Son las cuatro de la tarde y toca al menos intentarlo. En el último rato ha salido un resol mortecino que parece traer algo de vida. No nieva desde última hora de la mañana y el viento ha amainado. En fin, en este contexto, esa luz extra hace mucha compañía, y esa percepción me devuelve a mis cavilaciones sobre salvaciones y condenas… Claro que sé disfrutar de la soledad, siempre he sabido hacerlo, al menos hasta ahora así lo he pensado. Pero he de reconocer que el ruido blanco me está minando un poco, esta imposibilidad de comunicarme con nadie… En fin, hay que ser fuerte, siempre he sabido que en este trabajo algo así podía ocurrir. Lo elegí, entre otras cosas, porque no se me ocurría otra cosa que hacer, y sobre todo porque puedo, o creo que puedo, vivir sin excesiva comunicación, porque de hecho siempre he vivido así, porque nunca me ha gustado gran cosa comunicarme o me ha costado bastante conseguirlo… Quizás hasta que te encuentras verdaderamente incomunicado… Ya comprobé ayer que no hubiera problemas en el equipo exterior de radio, en la antena, el cableado y esas cosas… No los hay, todo parece en orden, mi equipo de comunicación no parece estropeado ni congelado… Y sin embargo no me sirve. Ya me suena esto de algo, ya… Uno tiene oídos para escuchar, y boca para hablar… E incluso seguramente corazón para sentir e inteligencia para entender. Y así todo…

“Aquí Comiols Sigma, cambio...”. De nuevo el ruido blanco como única respuesta. Estoy donde quería estar, y solo, como quería estar. Es verdad. Sin embargo, este acto de soberanía personal está siendo pervertido por la imposibilidad de contactar cuando quiero o necesito hacerlo. Mi libertad ya no es tal, estoy en manos del azar, como cualquiera... Quizás me equivoqué al creer que ejercía mi libertad... Y en este momento de cuestionamiento, pienso en ellos... Sí, en mi gente, y en ella... Y pienso si en los muchos momentos en que he estado con ellos, realmente lo estaba, o simplemente constituían una manera de pasar el tiempo. Con ella igual, con el agravante de que me convencí de que era así cuando empezamos a aburrirnos mutuamente. Y entonces me vine aquí. Primero con los cuatro compañeros, un biólogo, un geólogo, un meteorólogo y un ingeniero de telecomunicaciones; y ahora solo, conmigo mismo y mi versatilidad y mi adaptabilidad y mi pereza y mi autismo... Y mi incapacidad o mi miedo, tal vez... De sentir la necesidad del otro, de implicarme con él, de relacionarme con él, de querer y ser querido, de comprometerme y entregarme. 

Son ya las 12 de la noche. “Aquí Comiols Sigma, cambio...”. De nuevo el ruido blanco como única respuesta... Pero al menos el exterior ofrece novedades. La tempestad de varios días se ha retirado, o al menos ha abierto un paréntesis, y un cielo sin luna se ofrece casi deslumbrante por las miríadas de estrellas que lo habitan. Apenas hay viento, y el mono de gore, que sí me he puesto esta vez, ofrece una excelente protección sobre el plumas para poder permanecer un buen rato mirando el cielo. Miro y miro hasta dolerme mi protusión cervical, pero no tiene importancia, porque estoy aquí, único espectador consciente de esta maravilla... Y ese “único” me produce un cosquilleo delicioso. Luego vuelvo para adentro tras ahondar mi propia trinchera en la nieve recién caída, y me sirvo un enorme trago de whisky... de whiskey, para ser más exactos. Y lo acompaño con lo que lo acompaño: ah, qué gran disco... Mi disciplina, o mejor dicho autodisciplina, se está relajando poco a poco, cada vez madrugo menos estos últimos días y trasnocho más, cada vez tengo menos tareas, casi todas ya cumplidas, y el ruido blanco me impide conocer nuevas consignas. Y arrastrado por las cabalgadas eléctricas y el vapor del alcohol me da por pensar que el ruido blanco no es tan mala cosa.

 

 

Es verdad. Por la mañana, una mañana con un cielo de un azul casi dañino por su intensidad, totalmente irreal por su pureza, voy comprendiendo que estoy bien. El millón de soles reflejado en cada cristal de nieve me lo escupe a la cara constante y deliciosamente... Pero me van faltando víveres, tengo serios problemas de suministro eléctrico y estoy incomunicado. Habrá que intentarlo de nuevo, se supone que necesito contactar y he de trasmitir los últimos datos y resultados, se supone que me pagan por ello, que no estoy de vacaciones. “Aquí Comiols Sigma, cambio...”. De nuevo el ruido blanco como única respuesta... Aunque esta mejora del tiempo podría facilitar que llegara por fin el helicóptero tras casi diez días de retraso, que llegara incluso aunque no pueda pedirlo yo personalmente, porque se supone que los de control de misión están para algo... Y, como de alguna manera extraña, por algún camino incomprensible, voy comprendiendo que pese a todo estoy bien, una rara desazón me retuerce algún tabique profundo cuando visualizo el helicóptero levantando una nube de nieve ligera como el aire, tomando tierra ante la base.

¿Qué estoy haciendo aquí y por qué?.. “Aquí Comiols Sigma, cambio...”. De nuevo el ruido blanco como única respuesta... ¿Es esto adaptabilidad, o apatía? ¿Mi soledad autoimpuesta es simple y llana cobardía?... Y por cierto, ¿por qué cojones este culo del mundo se llama Comiols Sigma?... Por Dios que alguien me lo va a contestar sí o sí en cuanto esta mierda de trasto funcione de una puta vez... De los suministros ya hablaremos más tarde… Y de las consignas… pues a la mierda con las consignas, que puedo dedicarme al whiskey y al metal y no tener que levantarme más que para darme una vuelta hasta la estación meteorológica y jugar a científico... Sin duda que seré el siguiente en caer, si este trabajo lo puede desarrollar de puta madre una estación automática... Y hasta se ahorrarían el finiquito si nadie viene a por mí... ¿Pero por qué rayos este montón de chatarra perdida se llama Comiols Sigma?

“Aquí Comiols Sigma, cambio...”. Sólo responde el ruido blanco, nadie al otro lado… Parece que no haya nadie al otro lado, parece como si nunca hubiera habido nadie al otro lado… Quizás nunca lo hubo, quizás sólo me dio esa impresión y ahora he despertado a la realidad. Estoy aquí, en un lugar extraño de nombre absurdo, sin compañía, sin un cometido concreto, haciendo ver que hago algo necesario, pasando el tiempo entre dosis de alcohol, heavy metal y alguna caminata por esta nieve inmaculada y bellísima, acariciada por todos los soles y los vientos del Cosmos como una experta e insaciable amante. No sé cuánto durará esto ni si dispondré de medios, pero no tiene mayor sentido preocuparse por ello porque de momento está bien. Estoy tranquilo y todo está bien.

 

 

 

 

 

PD.- Umm, Comiols Sigma… Es bien curioso… En el vestíbulo del edificio donde trabajo hay un enorme panel con una preciosa imagen aérea de una buena parte del Prepirineo catalán, desde el Pallars al Ripollès... En la parte más próxima al ascensor se ve el ángulo sudeste del Pallars Jussà, y, muy próximo al Coll de Comiols, unos pocos kilómetros hacia el norte-nordeste, se dibuja sobre el terreno una gran “S” conformada por manchas boscosas alternadas con monte bajo y matorral, supongo. Ya sé que la sigma griega tiene otra grafía, pero me he permitido esta pequeña licencia… Es una imagen que llevo viendo constantemente desde hace mucho tiempo cada vez que entro a trabajar… Aquí tenéis una fotografía aérea de la zona, capturada del Google Earth: abajo a la izquierda aparece el Coll de Comiols, atravesado por la carretera que baja a Tremp, y en el centro, arriba de todo, siguiendo el cordal de la sierra que va más o menos hacia el norte, la gran “S”.

 

 

Y ahora, una imagen del Pirineo sacada desde el Coll de Comiols:

 

 

 

PD (y 2).- Y aquí os enlazo, íntegra, la banda sonora de este relato, una joya del género:

 

https://www.youtube.com/watch?v=BC9frQfmRZI&list=PL4549AD43C3083C95&index=1




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