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Friday 7 de November de 2008, 12:41:24
El hombre del Sarrau
Tipo de Entrada: CUADERNO | 4 Comentarios | 2868 visitas

 

Los comentarios que hemos hecho entre varios a una foto de la galería del Bachimala de “Comhofaelventâ€, donde sale la campa del Sarrau con su cabaña, han hecho aflorar una serie de reflexiones que me parecen muy interesantes, sobre las que me gustaría dar unas vueltas tranquilamente, como un águila sobrevolando su territorio de caza. Pero no voy a utilizar la estrategia de mi último post… porque al final os voy a cansar y me diréis que resulto más sombrío y aburrido que una corneja afónica. Quizás debería intentar convertir todo este batiburrillo en un cuento…

 

Antes de nada, muy brevemente y para los que no lo sepáis, os diré que El Sarrau es una campa no muy grande y casi horizontal situada a 2.000 metros al norte del refugio de Viadós. Se atraviesa inevitablemente cuando se sube por el sendero desde el refugio hacia la Señal de Viadós, a algo menos de una hora del refugio. No es una campa al uso, en el fondo de un pequeño valle, o un rellano en un flanco, sino la parte culminante de un lomo con pendientes descendentes a ambos lados (el lomo que va subiendo hacia la Señal). Por este motivo tiene unos panoramas muy completos, y además su orientación en solana, mirando al sur, le da una luminosidad enorme y le suaviza la temperatura en cuanto el sol puede brillar sin obstáculos. Y sobre todo, sobre todo, ofrece en mi opinión la mejor vista del Posets, que aquí presenta un flanco enorme y bellísimo de dimensiones casi alpinas. En su borde norte tiene una pequeña cabaña de pastores, una construcción de piedra con techo de losas de pizarra, pequeña y rústica, pero que ofrecería una protección estupenda en caso de necesidad.

 

El Sarrau es uno de esos lugares, en mi modesta opinión, que sobrecogen por su belleza, por su soledad, por su grandiosidad, por su dulzura, por su armonía, por su bravura... O por todo ello a la vez. O, ante todo, por la paz que parece irradiar. Esto es importante, porque, quien más, quien menos, salvo que tenga espíritu de hoplita y le guste la brega, lo que busca en realidad es paz.

 

Todo esto lo experimenté de forma especialmente intensa en el Sarrau en marzo de 2002, cuando mi penúltima ascensión al Bachimala. Ya había pasado por allí otras veces, de noche todavía, a media mañana, en una tarde luminosa, bajo la nevada… Pero fue entonces cuando lo percibí claramente, quizás porque Pep y yo decidimos subir a instalarnos allí en una tarde radiante que mostraba todas las joyas que nos rodeaban, una tarde deliciosa dedicada a la contemplación, y quizás incluso a la meditación. Y al volver a pasar por allí hace apenas diez días, he llegado a la conclusión de que la vertiente del Posets fue creada para ser contemplada, que su razón de ser es que siempre la contemple alguien. ¿Y qué mejor sitio que desde el Sarrau?

 

 

La foto en cuestión, con la cabaña y la campa del Sarrau, y el Cotiella en el fondo, al sur.

 

 

 

-- El hombre del Sarrau --

 

 

 

"Había una vez un hombre que vivía solo en una pequeña cabaña, pequeña y modesta pero ubicada en un lugar maravilloso, una campa situada a media subida de un enorme lomo herboso, con un arroyo próximo y un imponente circo de montañas en casi todas direcciones. Su vida era sencillísima, limitada a cuidar de su escaso ganado y a contemplar lo que le rodeaba. Pese a la poca relación que tenía con los demás, era un hombre afable al que le gustaba charlar con los pocos caminantes que aparecían de tarde en tarde por el paraje.

 

 

 

La cabaña, con el Bachimala al fondo, hacia el nordeste. Espero que tanta publicidad del paraje no provoque ideas extrañas en algún promotor en crisis...

 

 

 

La nieve de la última nevada se ha colado en el interior de la cabaña del Sarrau, pues qué fastidio… Bueno, con un poco de buena voluntad y un ratito de pala puede arreglarse, porque lo que no harán es vivaquear ahí afuera, con la rasca que pega. Además han estado toda la jornada trasegando con una nieve honda y pegajosa como si se tratara de un gigantesco membrillo albino, y están cansados. Este lugar, además, es tan bonito… Al este, el soberbio flanco occidental del Posets se yergue como un gigante alpino y brilla como un diamante al sol cálido de la tarde, ya en declive. No apetece bajar hasta Viadós o Tabernés. Es una delicia quedarse aquí un rato, relajados, cenar algo y esperar a la noche reparadora. Total, llevan todo el material de pernocta encima después de la travesía, y no tienen que volver a casa hasta el día siguiente.

 

 

 

 El Posets desde los alrrededores del Sarrau.

 

 

 

Una tarde soleada de primavera llegaron dos caminantes a la cabaña. Parecían cansados, o así lo pensó el pastor, que les ofreció algo de comida, unos tragos de vino y un rato de conversación. Ellos aceptaron encantados. Pero sorprendidos por encontrar a alguien allí instalado, enseguida hicieron derivar la charla hacia las razones de su anfitrión para vivir allí. Él era un hombre sencillo y confiado, y no tuvo ningún problema en contestar con sinceridad que siempre había vivido allí.

   - ¿Y no echas de menos el mundo? – le preguntaron.

   - Esto es el mundo – contestó de buenas maneras, pero a quemarropa, el pastor. – Si lo contempláis atentamente lo comprenderéis. 

 

 

 

 Los Eristes asoman a la izquierda.

 

 

 

Durante la noche el cielo se ha cerrado de golpe y nieva fuerte desde hace un buen rato. Pero en la cabaña se está bien, la verdad, pese a que su interior sea muy exiguo y apenas se pueda estar de pie. El noroeste, intenso, sopla al exterior, pero en un momento de duermevela otros ruidos en la entrada se superponen al del viento. Cuando se incorporan en los sacos y consiguen encender los frontales se encuentran con un hombre en la puerta, un hombre ya de cierta edad, bien abrigado pero que no va vestido como un montañero; desde el umbral, a su espalda, se cuelan los copos racheados de la ventisca.

   - Buenas noches, por decir algo... ¿Se puede pasar?

En un rato están los tres instalados, preparando una infusión y charlando. Total, la bajada de mañana hasta el coche no será demasiado larga, a pesar de la que está cayendo en esta cota, y el forastero tiene ganas de conversación.

   - Pues resulta que yo vivo aquí... – Ante la mirada atónita de los montañeros, el recién llegado parece verse en la obligación de continuar. – Bueno, paso la mayor parte del año, salvo en los momentos de grandes nevadas, que me instalo en casa de un amigo en Gistain. En cuanto puedo vuelvo a subir.

Al cabo de un rato de proseguir la conversación, la confianza adquirida da alas a la curiosidad de los montañeros, que ya van comprendido con claridad que este hombre no cambiaría su vida, pero no pueden evitar el preguntar.

   - No siempre he vivido aquí – responde por fin tras unos instantes de zozobra. - Aunque hace tanto que estoy que ya ni me acuerdo. Supongo que estoy aquí por que me gusta, porque es un lugar con magnetismo, y porque nada ni nadie me espera allí abajo… Ah, y también porque una vez alguien, aquí mismo, hace mucho tiempo, me dio que pensar…

   - ¿Y no echas de menos el mundo?

   - Esto es el mundo – contesta de buenas maneras, pero a quemarropa. – Si lo contempláis atentamente lo comprenderéis.

 

 

 

¿El hombre del Sarrau...? La verdad es que parece más un montañero.

 

 

 

Los caminantes se despidieron del pastor al cabo de un par de horas, en las que estuvieron conversando casi sin parar, y reemprendieron el descenso hacia el fondo de Viadós. Mientras bajaban no intercambiaron palabra, y eso que, como mínimo, el paisaje se hubiera merecido exclamaciones casi continuas... El flanco del Posets, las cimas de los Eristes en lo alto de su pequeño circo, los bosques y los pastos de altura a los pies de roquedos y neveros, la compleja mole caliza del Cotiella cerrando hacia el lejano sur los panoramas... Parecían enmudecidos... Quizás se habían quedado sin palabras, o ya habían dicho y oído todo lo que tenían que decir y oír.

 

 

 

El flanco occidental del Posets desde el Ordiceto, en abril del 2007.

 

 

 

La mañana se despereza luminosa después de una noche de nevada casi continua. Aunque hay bastante nieve en el terreno, los tres salen a desayunar al exterior. El entorno es espectacular y hay que tomarse un buen rato de respetuoso silencio para apreciarlo y disfrutarlo como se merece. Con el estómago por fin caliente, se reanuda con naturalidad la conversación de la noche, quizás donde se quedó...

   - ¿De verdad no piensas dejar nunca esto, pase lo que pase?

   - Hombre, pase lo que pase no sé, pero en lo que de mí y de mi voluntad dependa, tengo la intención de vivir aquí hasta morir. - Los dos montañeros se miran de reojo, gesto que no escapa al hombre del Sarrau. - Ya os dije que nada ni nadie me espera allá abajo.

   - La verdad, yo no podría prescindir de algunas cosas... – añade uno de los montañeros. – No sé... Salir a tomar algo, ver a la gente, ver una buena película o disfrutar escuchando un disco... Incluso algunos días trabajar un poco, fíjate...

   - O estar con mi chica, qué demonios... – añade el otro casi con cierta urgencia. - ¿Tú tienes familia? – acaba por preguntar.

   - Sí, tuve familia. 

Tras un largo silencio, el hombre del Sarrau se decide a continuar.

   - ¿Sabéis? Hace tiempo, mucho tiempo, comprendí que mi vida abajo era un error. Quizás la vuestra no lo sea, o aún no lo hayáis descubierto. – Tras un breve silencio escrutador de sus dos interlocutores, prosigue. – ¿Verdad que venís al monte regularmente? ¿Verdad que cuando no lo hacéis os encontráis mal? ¿No habéis pensado en el porqué?

   - Joder, porque necesitamos oxigenarnos… Es verdad que la vida de abajo es agresiva. - responde deprisa uno de los montañeros.

   - O porque tratáis de cubrir o compensar ciertas carencias… - añade sombríamente el hombre del Sarrau.

   - Bueno, bueno, esto de las carencias es muy relativo… Como dice un buen amigo mío, lo importante, estés donde estés, hagas lo que hagas, vayas o vengas, es tener poco equipaje. Eso es lo que te da libertad.

   - Claro, claro, coincido con eso, desde luego… - dice el hombre del Sarrau. – Es precisamente el equipaje el que nos asfixia, el que nos impide maniobrar para cubrir las carencias que todos padecemos, en mayor o menor medida… Y esta vida monacal, contemplativa, precisamente aquí, me ha permitido deshacerme del equipaje. Y me ha liberado.

   - Me parece una solución muy drástica, casi desesperada – dice despacio uno de los montañeros. – Hay que tener una madera especial para esto… Y además haber acabado muy quemado de todo lo demás.

Un soplo de aire en altura despega una banderola de nieve ingrávida en la arista cimera de Las Espadas. Los tres se quedan un buen rato mirándola, balanceando su mirada al ritmo de ese penacho evanescente.

 

 

Al cabo de un rato, el hombre del Sarrau vuelve a hablar.

   – En mi caso, descubrí que mi vida de abajo era un error cuando me atreví a preguntarme qué hacía allí... Trabajar en cosas que no me estimulaban, verme constantemente obligado a hacer cosas que en realidad no quería hacer, dejarme llevar por la rutina de un supuesto ocio que me estaba asfixiando, rodearme de gente con la que en realidad no quería estar, vivir con personas con las que, en el fondo, nada me unía, con las que no compartía apenas nada... Un equipaje muy pesado… Tanto que a veces puso en fuga a personas con las que podría haber compartido cosas…

   - Un momento, un momento... – interrumpe uno de los montañeros. – Eso no le pasa a todo el mundo. A muchos no les pasa, y a mí tampoco. Yo decido cuál es mi equipaje.  

   - ¿Estás seguro de eso, de verdad? Si es así, eres muy afortunado… Pero, ¿no será más bien que casi nadie se atreve a afrontar la auténtica cuestión? – responde tranquilo el hombre del Sarrau. Y continúa. – Yo creo que muchas personas reconocen en sus vidas esas dinámicas perversas, pero, normalmente, a lo más que suelen atreverse es a practicar pequeñas interrupciones regulares, a huidas limitadas, a salir a oxigenarse, como habéis dicho, a recargar baterías para poder volver a luchar con sus miserias… Seguramente sea lo más cómodo, especialmente si todavía creen que las controlan... Hace falta mucho valor para romperlo todo de verdad, para darle completamente la vuelta, para tirar todas las maletas por la borda... A mí me costó mucho y lo pasé muy mal.

   - Sí, pero también hace falta a menudo mucho valor para seguir abajo con tu vida y tus cosas... Además, no tengo la necesidad de romperlo todo, como dices, y mi vida de allí tiene sentido… Al menos de momento – apostilla el que ha interrumpido antes.

   - Vale – concede el hombre del Sarrau. – Entre ambos alardes de valor, has preferido el que te permite seguir con aquello… Bien, empleas tu valor en luchar en aquella guerra… – calla unos instantes antes de continuar. – Yo decidí lo contrario cuando me sentí agotado del todo y vi claramente que mi vida era un despropósito que me estaba hundiendo en la idiotez y en la depresión. Me entró una desesperación que sólo conseguí vencer viniendo aquí. Os lo aseguro… Es verdad que al principio me sentí aterrorizado por todo el tiempo perdido en mi vida, por la duda de si había acertado con mi decisión, por el cambio drástico de escenario… Pero luego me he sentido lleno y feliz. Y sobre todo en paz – Se detiene, mira al Posets y se lo muestra a los montañeros con un suave gesto circular. – Fijaos en qué escenario...

Se lo vuelven a mirar todos, una vez más, despacio, saboreando con los ojos esos flancos de nieve fresca y virginal.

   - Sí, fabuloso – acaba por decir uno de los montañeros. – Pero muy duro. No creo que pudiera estar siempre aquí… Y no creo que pudiera vivir por mis propios medios, alejado de las ventajas de la civilización...

   - Y yo estoy seguro de que no querría estar siempre aquí, vivir siempre así, con tanta soledad… - añade rápidamente el otro. El hombre del Sarrau no les responde, se limita a mirarles con una sonrisa afable. Y al final exclama suavemente: “Ah, la soledad, qué miedo nos da…â€.

 

 

A eso de las diez de la mañana se despiden efusivamente de su improvisado anfitrión y emprenden el sendero de descenso a Viadós. Al cabo de un ratito de empezar, ya acercándose al borde superior del bosque de pinos que cubre la parte baja de esta vertiente, se detienen para lanzar una última mirada panorámica antes de meterse entre los árboles. E inevitablemente acaban comentando lo sucedido.

   - Muy agradable, pero muy pirado...

   - Pues sí, porque ya ves qué manera de vivir...

   - No sé, pienso que es el típico inadaptado, o el típico misántropo, o el típico frustrado por una relación sentimental que se fue a la porra, o por una vida en general insatisfactoria... O todo un poco a la vez.

 

 

 

Desde el refugio de Viadós, con las Granjas debajo.

 

 

 

Siguen bajando hasta el refugio y se tumban un ratito en el prado de delante, libre de la nevada nocturna, mientras contemplan las Granjas de Viadós y el flanco del Posets. El sol de mediodía modela con sus precisos claroscuros las pendientes, los pliegues, las cadenas y aristas, las paredes, los valles y circos suspendidos que configuran esta vertiente soberbia. Pero va pasando el rato, mucho rato. La montaña parece que les mira.

 

Tanto rato que el sol empieza a caldear con sus rayos sesgados desde el oeste todos los recovecos del flanco, difuminando su estructura compleja e iluminándolo completamente, de frente, como un omnipotente foco anaranjado. Y hace también mucho, mucho tiempo, que ya no intercambian palabra, reconcentrados en la contemplación. Quizás se han quedado sin palabras, o ya han dicho y oído todo lo que tenían que decir y oír.

 

Y la montaña parece que les mira. Y que sonríe complacida por sus propios encantos, confiada en que por siempre siga estando allí abajo, contemplándola, el hombre del Sarrau."

 

 

 

La sonrisa de la montaña, segura de sí misma.

 

 

 

 


4 Comentarios
Enviado por Ram el Friday 7 de November de 2008

“...como dijo alguien una vez: la Campa es al Sarrau lo que el dormir a los sueños.
Saludos.”
Enviado por Comhofaelvent el Monday 10 de November de 2008

“puf, me es difícil opinar ya que viajo con lo puesto, pero leyendo tu cuento me ha venido a la cabeza uno que leí hace un tiempo y he colgado en mi blog...”
Enviado por Lu el Friday 9 de July de 2010

“pff.... me dan ganas de ser como el "hombe del sarrau"!!!!!!!! ”
Enviado por Gerardo el Friday 9 de July de 2010

“A mí también Lu, pero me temo que me falta coraje...”


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