Resulta que echándole un buen vistazo al último Vèrtex, núm. 221, de novembre-desembre 2008, en la página 20 me he encontrado con un artÃculo de opinión que me ha captado de golpe desde el mismÃsimo tÃtulo (“Estem bojos els amants de la muntanya?â€), escrito por Daniel Lleida, psicólogo y también montañero, a lo que se ve.
A ver, la verdad es que lo he encontrado muy interesante, aunque no me resulte excesivamente original porque creo que muchos de nosotros hemos reflexionado largamente sobre esta cuestión... Y hemos llegado a conclusiones muy parecidas. Pero es bueno que alguien lo ponga negro sobre blanco, es bueno y ayuda a ordenar la cabeza, es lo que digo siempre.
Hace bastante tiempo que pienso en este tipo de cosas, incluso escribà hace ya algo más de un año varias páginas de reflexiones sobre qué es lo que me arrastra hasta la montaña... Páginas que son una auténtica y a ratos dura autoterapia psicoanalÃtica y que por el momento no tengo la más mÃnima intención de publicar de ninguna manera, porque seguramente me desnudo demasiado en ellas... Páginas que, desde luego, al menos tal y como están redactadas ahora mismo, no debe leer absolutamente nadie. A veces pienso que ni yo mismo...
Bien, todo lo que expone el artÃculo del Vèrtex es muy cierto, la necesidad de “castigarnos†después de las jornadas de trabajo, la sensación de libertad, la relación de tú a tú simple y sincera con los compañeros de actividad, la extrañeza de los que nos rodean cuando comentamos cómo hemos disfrutado... Incluso, y ésta me parece muy buena, esa mezcla de dosis de incomprensión (“...pues mira que es raro éste...â€) con no menores dosis de envidia cuando te ven y escuchan (“...joder, pero qué bien que parece que se lo ha pasado...â€). Todo esto, creo, lo hemos visto a nuestro alrededor muchas veces (y eso que muchos de nosotros somos de no contar nada de nada, o casi nada, o hacerlo telegráficamente o como un indio sioux en unas conversaciones con el gran hombre blanco...). En el artÃculo hay un botón espléndido de muestra, que es el concepto “baterÃas recargadas†de los lunes por la mañana... Qué gran verdad, qué enorme verdad, incluso qué peligrosa, porque cada vez más me pasa que un fin de semana sin actividad alguna, como mÃnimo un paseo con la Mel de dos o tres horitas el sábado por la mañana por el Montseny, pues resulta ser un fin de semana desaprovechado, según como incluso fracasado, un tiempo inútil...
Pero bueno, donde yo querÃa llegar en realidad era al último párrafo del artÃculo, un párrafo allà descolgado con una frase final que no preveÃa de ninguna manera, una frase que ha tenido la virtud (la virtud de los buenos articulistas en mi modesta opinión) de desatar uno más de los muchos vientos de la caja de Pandora... Y dice textualmente: “Per concloure, diré que no sé si estem bojos o no. El que sà que tinc clar és que el dia que tothom vagi a la muntanya demanaré que em tanquin a casa.â€
Ésta es mejor que buena.... Porque entre otros muchos aspectos más o menos personales o personalÃsimos que pueden justificar nuestra pasión montañera, afloran elementos aproximadamente objetivables como el que reflota esta frase de cierre del artÃculo del Vèrtex... Como pasa con los cadáveres de los ahogados, que se hinchan y siempre acaban a la vista de todos...
Y es que, no nos engañemos, entre la malla complejÃsima de motivaciones que nos catapultan para arriba, existe el factor de “sentirse diferenteâ€, que lleva aparejado inevitablemente el de “sentirse libre†(o viceversa, si se quiere, en realidad es igual). Esta sociedad que nos ha tocado vivir nos vende a espuertas una aparente autonomÃa personal ilimitada, una aparente libertad de decisión sobre nuestras propias vidas, falacias que no son difÃciles de descubrir sin necesidad de ser un sabio o una lumbrera - otra cosa es que no se quieran descubrir porque ya nos está bien asÃ... Pues bien, en esta tesitura en la que creo que bastantes de nosotros vamos descubriendo las trampas enormes y burdas que en el fondo esconden una homogeneización irreversible y un control férreo, pues resulta que nos ocurre lo del personaje del chiste de Eugenio, que colgaba de un barranco y, después de que Dios le hablara de las legiones de ángeles que iba a enviar en su ayuda, se atrevió a preguntar que si habÃa por allà alguien más para ayudarle... SÃ, es un poco esto, porque después de ser informados hasta la saciedad de lo importantes que somos cada uno, de lo únicos e irrepetibles que somos cada uno, de cómo nuestra soberanÃa personal nos permite ser diferentes de todos los demás porque podemos elegir entre cuarenta y cinco pelÃculas distintas, doscientas marcas de cerveza distintas, quince cadenas de áreas comerciales distintas, trescientos modelos de coches distintos, quinientas cadenas de marcas de ropa distintas, cuarenta ciclos formativos universitarios diferentes, o doscientos tipos de viajes diferentes, pues después de todo esto aún nos acabamos preguntando que si podemos hacer todavÃa algo más para ser un poco distintos e ir un poquito más a nuestro aire... Y es ahà donde algunos nos lanzamos monte arriba casi como forajidos de la realidad... Las cosas son como son.
El problema de todo esto es que parece que en los últimos tiempos el colectivo de forajidos de la realidad aumenta exponencialmente en número... Y este proceso sin duda podrÃa estar diluyendo la autenticidad de lo que sienten, tal vez inducidos por una nueva y perversa estrategia del sistema para intentar hacernos creer que efectivamente somos únicos y diferentes, y que por eso mismo tenemos derecho a huir de la realidad adocenante convirtiéndonos en superaventureros de videojuego... Joder, joder, pero qué mala leche...!!! Si se domestican los “intersticios†del sistema, incluso sus “forajidos†estarán fichados... No se puede ser más perverso ni entrenando para ello...
Dice el articulista que el dÃa que todo el mundo vaya a la montaña, pedirá que le encierren en casa... Tal y como lo plantea él, parecerÃa que ese momento de hacer valer su condición de loco por la montaña aún no ha llegado... ¿Estamos seguros de ello? ¿Cabe aún más gente en la montaña? ¿Ya no va ahora mismo “todo el mundo†a la montaña? He descubierto con los años que, siendo tantos y tantos como somos, el concepto “todo el mundo†se relativiza y pierde su supuesta claridad cuantificadora, porque resulta que cuando todo el mundo está en otras cosas (viajando por New York o por ParÃs o por Singapur, o yendo a la playa, o abarrotando con sus compras cientos de áreas comerciales), pues “todo el mundo†está también en la montaña. Que lo he visto muchas veces, demasiadas... Creedme: uno de los axiomas de la vida contemporánea es que todo el mundo está en todas partes.
Tampoco estaba mal el gentÃo en la entrada del glaciar al pie del Gran Paradiso el verano del 2007... Pues al menos como en los lugares célebres del Pirineo, de los que por suerte no tengo ninguna imagen digital en "hora punta"...
Hace algo más de veinte años, cuando yo ya me movÃa por el Pirineo, la montaña estaba casi desierta en comparación con lo que ha venido ocurriendo más tarde. Esto también es como es. Ir al monte entonces suponÃa, entre otras cosas, sentirse realmente distinto, por qué negarlo... Y era una sensación chula, sà señor, chula, ésa es la palabra exacta. Algunos me diréis que todo esto resulta tal vez algo infantil... Pues a lo mejor, pero no podemos negar, si somos sinceros, que muchos empezamos a ir a la montaña para estar tranquilos con nuestra gente más Ãntima, relajados, viendo a cuantas menos personas mejor. Y, por tanto, para sentirnos libres, sencillamente, entregados con los menores testigos posibles al romanticismo interior de cada uno. En mi caso desde luego es clarÃsimo, y sé de muchos a los que les pasó igual. Y ya sé que tiene un componente negativo, de “reacción contra†que quizás sea poco sano, un componente asocial o incluso antisocial o enfermizo, pero que es el que es y hay que saber identificar y asumir. Para trabajarlo con paciencia y modelarlo a tu favor y en pro de tu integración en la imprescindible paz social... O, tal y como corren los tiempos, para convertirlo en un arma, si fuera preciso...
Quizás lo más grave de todo es que, con el paso del tiempo, este sentimiento digámosle “reactivo†se me ha incrementado cada vez más, y por eso a veces hasta me da pereza salir a la montaña, a competir por el espacio en las carreteras, en los párkings, en las pistas forestales, en los refus, en los senderos, en las cimas, hasta en las trazas casi evanescentes en medio de la nada... Entiendo que es una barbaridad, pero intento no engañarme a mà mismo y por tanto sé que es asÃ, una barbaridad. Y antes de que algunos me echéis la caballerÃa por la cabeza, dejo dicho solemnemente que todo el mundo tiene derecho a ir donde le plazca, incluso a la montaña... SÃ, ya lo sé, y ya sé que debe haber sitio para todos, y que uno no puede pensar que está solo en este lado del mundo, como Jeremiah Johnson... (que por cierto, en el fondo estaba rodeado de gente que le acosaba sin parar...). Todo esto es obvio, porque el problema no es de calidad, que todos y cada uno merecemos a priori lo mejor, sino de cantidad y por tanto de inabarcabilidad e insostenibilidad... Y como es obvio que ha de haber sitio para todos, la única alternativa que no vulnere lo polÃticamente correcto ni la “sacrosanta†y falaz soberanÃa personal de que disfrutamos, es una alternativa que sólo puede llevarse adelante a tÃtulo personal, individual e intransferible: dejar de ir uno a la montaña.
¡Joder, qué barbaridad! Pero reconozco que de vez en cuando he pensado en ello, y es más, que alguna vez he abandonado una actividad determinada sólo por librarme de la marea humana... Un ejemplo muy clásico: compañeros que no han estado nunca me están pinchando para que les acompañe al Mont Blanc, que subà en el 99, pero el esfuerzo es mucho más terrible que simplemente ascender sus 4.800 metros...
Bueno a ver, Gouter y sus cercanÃas eran una romerÃa, pero arriba arriba, como la méteo era muy desagradable, tampoco experimentamos grandes aglomeraciones. Fijaos aquÃ, ya bajando por Les Bosses, todo lo que se ve próximo es mi gente: Pep a la derecha, y a la izquierda, emparejados Ferrán y Jorge... Nadie más en las proximidades, y eso que bajábamos a la hora normal de la cima, apenas serÃan las 9 o 9:30 de la mañana...
Es una barbaridad, porque todavÃa deberÃan quedar alternativas: prescindir de cimas o rutas famosas, de valles conocidos, tirar de tienda a tu bola ignorando los refus (cosa que he hecho durante mucho tiempo, pero mi espalda se resiente...), liarse en cosas tan complicadas que no haga nadie (lo que no he hecho porque por supuesto tampoco yo podrÃa, no te joroba...). O, sobre todo, desarrollar un poco más esa empatÃa que te haga comprender que la muchedumbre es algo más que pura aglomeración deshumanizante... Bien, bien, alcanzar esta comprensión serÃa ideal... Pero renunciar también es una solución tan buena como cualquier otra, es la solución radical que proclama, en broma o no, Daniel Lleida al final de su artÃculo. Es el sacrificio final, quizás la más perfecta y coherente manifestación de nuestra locura por la montaña. Es un total acto de amor.
¡Que me encierren en casa, que me encierren...!
La soledad en La Robiñera en pleno puente de mayo del 2008, cuando el acceso a Ordesa habÃa sido incluso cerrado desde el Puente de los Navarros porque la gente y los coches estaban empezando a "caer" al Arazas... Pues mirad, allà está Pep, avanzando solo como un trasgo apestado por la arista cimera, con las puntas de la Peña Montañesa justo detrás. SÃ, tal vez aún no haga falta que me confinen...
PS - Ostras, para quedarme encerrado en casa tendrÃan que obligarme en cierta manera, porque tampoco es que me encuentre especialmente a gusto... La vida de vecindad es siempre muy dura en las casas y pisos de hoy dÃa, llenos de ruidos, roces y contactos no buscados. Ah, y también tendrÃan primero que partirme las piernas a golpes, y suministrarme luego dosis inagotables de rock and roll, de vino y cerveza y de tabaco de pipa... Todo ello además en una casa perfectamente insonorizada y con los vecinos más próximos como mÃnimo a doscientos metros de distancia...
PS (y II) - Por cierto, esta reflexión sobre la locura por la montaña viene que ni pintada en un ciberforo como éste, que no en vano se llama “Madteam, bojos per la muntanyaâ€. Y a propósito del invento y de su creador, David Oliveras “Madverasâ€, aprovecho para felicitarle tanto a él como a su compañera, Irene “Loybcnâ€, por la mención especial que les ha dedicado la FEEC en su convocatoria de este año de actividades de alto nivel alpinÃstico, ni más ni menos que por su expedición Spity Valley 2008. Esto también lo he leÃdo en este último Vèrtex, que tanto juego me está dando... ¡Felicidades, chicos! Y sabéis por qué, sobre todo, pues porque vuestro proyecto precisamente trataba de dar respuesta a la masificación irreversible de la montaña. Tal vez sea una buena alternativa a que te encierren en casa enloquecido... Yo lo consigo de vez en cuando en el Pirineo... No siempre, ni mucho menos. En los Alpes, casi nunca de momento... Y afuera, pues ni lo he probado por ahora...
PS (y III) - Pero bueno, más postescriptum que lentejuelas en una americana de Tom Jones.... Lo siento, pero es que acabo de darme cuenta de que esta noche es Noche Vieja, y quisiera desearos a todos un feliz 2009.... A ver si es verdad.