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Thursday 30 de July de 2009, 11:43:55
El comepiolos
Tipo de Entrada: CUADERNO | 14 Comentarios | 2759 visitas

 

 

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Decidiendo cerca del Lysjoch. Al fondo el Lyskamm.

 

Igual recordaréis que en mi post “Terroristaâ€, de hace unos meses, hablaba del Lyskamm y de cómo me cohibía, de cómo lo había contemplado y fotografiado desde casi todas las vertientes posibles. Y también recordaréis cómo casi imploraba, medio en broma, que alguien con más solvencia alpinística que yo y que mi grupo habitual me llevara al Lyskamm como segundo de cordada, como “montañero escobaâ€. Ya en el 97 nos planteamos subirlo, y lo dejamos correr. Hace dos años pasó lo mismo cuando subí con Pep al Cástor por su vía sur, la del Quintino Sella (ya lo habíamos subido el 97 desde el Mezzalama, desde el oeste), y volvimos a rajarnos... Pues resulta que a mediados de este mes de julio mi amigo Juan Carlos, no sé si de resultas de leer mi post o no, porque no me lo ha dicho, acabó por recoger “el guante†que lancé en su momento. Juan Carlos Vizcaíno es guía profesional de montaña e instructor de alpinismo, escalada y barrancos por la ECAM, cofundador de la escuela Sherpa y con experiencia dilatada en alta montaña de la de verdad, que incluye una ascensión al Cho Oyu por su vía normal tibetana hace poco más de dos años (hay un enlace a su escuela en mis links favoritos). El caso es que me propuso ir conmigo a los Alpes, porque tenía una actividad a finales de julio que había sido cancelada y le apetecía ir para allá. “Escoge el objetivoâ€, añadió. De inmediato me empezó a hervir la cabeza y me lancé a mis ya variados recuerdos alpinos y al libro de referencia para tantos de nosotros, “4.000 de los Alpesâ€, de Richard Goedeke. Son tantas las cimas alpinas que creo sinceramente que están por encima de mis capacidades técnicas y psíquicas, e incluso a veces físicas... Eché vistazos rápidos a picos como la Jungfrau, el Mönch o el Finsteraarhorn, cimas con las que no he llegado a atreverme pese a tenerlas muy a mano, ya sea por cuestiones más o menos objetivas, como en el caso del Finster, o subjetivas, como en el del Mönch. En un momento determinado de nuestras negociaciones Juan Carlos mencionó el Cervino, y le hice notar que yo no estaba preparado para mil metros de escalada, por sencilla que fuera, lo que entendió de inmediato. Yo le hablé del Lyskamm, una montaña que me tenía el corazón robado desde hacía años y que, convenientemente acompañado, me sentía capaz de ascender. Tuvimos una digresión con el Weisshorn, de líneas tan puras y bellas como el Matterhorn, pero la revisión de las reseñas y de algunas fotos nos hicieron ver a los dos que también me superaba: 1.500 metros de ataque, con una interminable arista de roca en IIIº y mixto, y al final una cresta de nieve helada, empinada y afilada como un cuchillo puesto de punta... Llegué a poner un correo en inglés al refugio de Weisshornhütte preguntando por las condiciones de la ruta, que no llegaron a contestar... Y entonces presioné con el objetivo que me ocupaba la cabeza desde el principio de la oferta: el Lyskamm, el codiciado, el quizás no demasiado técnico pero bellísimo y muy serio Lyskamm... Juan Carlos, que no lo había subido nunca, accedió.

 

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Aquí estoy en el Ludwigshöhe el pasado jueves 23.

 

Tras varios días de consulta agónica a las diversas webs meteorológicas que pululan por el cibermundo, y de mover incluso veinticuatro horas las reservas que teníamos en el Gniffetti y en el Quintino Sella (porque nuestro objetivo inicial era la travesía completa este-oeste de la montaña), nos convencemos de que la semana que Juan Carlos tiene operativa, la del 20 al 25 de julio, viene inestable en su parte central. Pero acabamos marchando el martes 21 y pernoctando en el Gniffetti el miércoles 22, tras soportar en la aproximación una breve y violenta tormenta. El jueves 23, la mañana ya se levanta girada por los intervalos nubosos crecientes y el viento de sur potente y regular, y acabamos subiendo al Ludwigshöhe completamente a oscuras y agarrándonos al terreno como lagartos para no salir volando... Es la única punta italiana del Monte Rosa, junto con el Corno Nero, que no he subido nunca, y como Juan Carlos no ha estado nunca por aquí, pues le da igual, la verdad (le había hablado de la Parrotspitze, que subí en el 97, a mi juicio la más hermosa y solitaria de la zona, pero la méteo no permitía grandes virguerías, la verdad...). 

 

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Juan Carlos en el filo de la gran joroba de entrada a la arista.

 

Lo que sigue es un extracto casi literal del relato-reseña que he escrito estos últimos días de la actividad del pasado viernes 24 de julio en el Lyskamm. Está redactado en presente, que es como acostumbro a escribir este tipo de cosas...

“A eso de las 8 estamos ya en la zona del Lysjoch. No hemos hablado apenas del Lyskamm durante la subida, dejando yo que sea Carlos quien decida si las condiciones merecen probarlo; de hecho, voy perfectamente mentalizado de hacer la Parrot, o llegarnos hasta el fondo, hasta la Zumstein, y quizás marcarnos una propina como el Corno Nero de bajada, desde ayer la única punta que me falta del Monte Rosa italiano. Pero el caso es que, en una parada, Carlos me dice que vayamos a probar el Lyskamm, que el día parece adecuado: ni una nube y brisa muy moderada, a ratos inexistente (hoy de norte básicamente). Yo sé que esta montaña me impresiona, que me ha impresionado siempre, y que por eso sólo me la he planteado como objetivo yendo acompañado por un profesional. Y que mi desconocimiento en el uso del material me agobia... Pero hemos venido a esto al fin y al cabo, ¿no?... Sin dudar apenas le digo que vale, y atravesamos el “plateau†hasta el pie del principio de la arista, esa impresionante y afilada joroba blanca que ya he visto de lejos unas cuantas veces. Desde más cerca, se aprecia la huella trazada en su mismo filo, y que quizás no sea tan inclinada... Dejamos los palos y nos metemos en ella, piolets en ristre. Son las 8:40. De inmediato se inclina hasta al menos 45 grados, y también de inmediato gana una enorme prestancia aérea a los lados. Pero la huella está bien trazada y avanzo cómodo detrás de Carlos, encordado cinco o seis metros por delante de mí. Apoyamos en ambos piolets y avanzamos con algunas paradas brevísimas pero regulares, porque la verdad es que cansa. Voy concentrado, pero me doy perfecta cuenta de lo que se abre a los lados y, pese a ir tranquilo, me digo a mí mismo que es impresionante...

 

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A la derecha, la llamada Cima di Scoperta, punto culminante de este hombro este del Lyskamm.

 

Luego disminuye la pendiente y acabamos en tramos que ascienden muy suavemente. El patio es tremendo, de verdad, el patio más bárbaro al que me haya enfrentado nunca, pero a la vez me siento contento de estar allí. Llegamos a una primera elevación marcada, afiladísima, la llamada Cima di Scoperta (4.343 m.), que es el punto culminante de todo este largo y mayoritariamente horizontal hombro este del Lyskamm. La alcanzamos básicamente por la izquierda de la arista, vertiente sur, siguiendo una huella trazada sobre la parte alta de una pendiente vertiginosa; pero al menos podemos apoyar con comodidad el piolet derecho sobre el trozo de pendiente que nos separa del mismo filo. Lo más fuerte viene después de esta cima o elevación secundaria, donde el terreno es más o menos horizontal pero siempre ligeramente ondulado. Ahora se avanza en general por la derecha del filo (lado norte), con los crampones apoyados sobre la parte alta de este flanco totalmente brutal que cae sobre el Grenzgletscher, la vertiente suiza. La confianza en ellos y la seguridad de su uso ha de ser total, total del todo. Y siempre con un piolo o los dos asegurando el paso. Pero lo más bestia son algunos tramos que discurren estrictamente por el filo, por una traza de dos palmos escasos de anchura más allá de los cuales no hay más que vacío blanco de cientos de metros, sobre todo hacia el norte. Pasamos como funambulistas, contrapesándonos con los piolets, que aquí no se apoyan, sino que sólo están para una detención fulminante en caso de resbalón. ¿Es posible detenerse aquí en caso de resbalón?, pienso yo en ciertos momentos... Por suerte me deshago casi de inmediato de estos razonamientos negativos, quizás usando sin darme mucha cuenta los protocolos orientales de concentración, lo que en realidad vengo haciendo en la montaña desde hace mucho tiempo: el ahora, el ahora total, el avance a cada paso sin que exista ni el paso anterior ni el posterior, sólo este paso de este momento, este paso donde se concentra toda mi existencia porque toda mi existencia depende únicamente del paso que estoy dando en este preciso instante... En cierta manera es una sensación asombrosa, casi relajante a pesar de la tensión de la concentración... Me aplico a esta tarea circense con la precisión de un funambulista experto, sin la menor vacilación. Luego viene algún tramo de progresión por la derecha, lo que permite apoyar los piolets (o más bien clavar de punta al menos uno de ellos, el izquierdo, el del lado de montaña), y luego algún tramo más de “equilibrioâ€, tanto físico como mental, añadiría... Avanzamos sin seguros intermedios, en puro y simple “enssembleâ€: no es difícil, la verdad, pero la exposición es total... También consigo alejar muy deprisa de mi cabeza esta sensación de vulnerabilidad gracias a la concentración total en cada movimiento...

 

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Lo que vamos dejando atrás, pasada la Cima di Scoperta.

 

Así vamos avanzando, despacio pero sin pausas, hasta que en un momento dado yo no sé si mi concentración mental desfallece, o si simplemente se ve vencida momentáneamente por la sensación de no saber exactamente qué hago jugándomela allí de esta manera... La proximidad de Carlos me confiere una confianza enorme, pero no puedo evitar pensarlo a ratos... El caso es que trato de recolocarme con la mano derecha los bucles de cuerda que llevo cruzados en el pecho, cuya holgura me molesta, y en esto suelto el piolet derecho, el martillo piolet... El que no lleva ni cinta ni dragonera pasada por mi muñeca... Una circunstancia en la que sólo pensé momentáneamente antes de entrar en la arista y que mencioné en ese último momento, y sobre la que Carlos me dijo que ya lo arreglaríamos cuando el terreno se pusiera más complicado... Desaparece de inmediato por la vertiginosa pendiente hacia el Grenzgletscher, cientos de metros más abajo. Me quedo unos instantes allí parado, viéndolo caer, miro a Carlos y le digo despacio: “ostras, he perdido un pioletâ€... Antes de que acabe la frase, Carlos ya está montando una reunión con uno de los suyos delante de mí, casualmente en el único lugar de la arista mínimamente ancho, al menos lo suficientemente como para sentarse un poco, y además con un zócalo visible de roca que asegura la solidez del lugar. Me reúno con él y de inmediato me prepara una reunión con mi piolo “supervivienteâ€, mi Charlet corto habitual (el de pala), mientras me dice que me va a dejar aquí bien asegurado y que le deje intentarlo a él, que cree que en una hora estará de vuelta... “Por supuestoâ€, le digo, “aquí me quedo esperándoteâ€... Tardo un poco en darme cuenta de que esto supone mi despedida de la cima del Lyskamm... pero cuando lo hago quizás me siento hasta algo aliviado.... Qué complicada es la mente humana... La verdad es que ver caer mi piolet me ha descompuesto la concentración con la que en general he avanzado hasta aquí, me la ha descolocado, y eso ha henchido mis dudas y miedos, la respuesta cómoda a los cuales es detenerse, no seguir asumiendo el reto... Me quedo allí con mi mochila y la de Carlos aseguradas también, y de inmediato él arranca con sus dos piolets, moviéndose a pelo pero ciertamente más deprisa que conmigo (son las 9:40). Pienso que, total, si cae de poco o nada le iba a servir yo.... Mejor solo que mal acompañado, que dicen. La verdad es que me quedo muy tranquilo, sin pensar en la pérdida de la cima como en algo de lo que lamentarme. Allí estoy, con los crampones y las rodillas hincados en la vertiente suiza, mirando hacia el sur por encima del filo como por encima de una especie de bestial balaustrada asomada a la luz mediterránea del sur...

 

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Juan Carlos inicia en solitario los últimos 180 metros.Yo me quedo aquí.

 

En un rato consigo encenderme una pipa sin haber cambiado aún de posición... Estoy relajado, de verdad relajado, mirando de vez en cuando cómo va la progresión de Carlos. En un momento determinado, al final del tramo más o menos horizontal de arista, le veo progresar con técnica de piolet tracción por una rampa tremendamente empinada... “Allí no eres nada sin dos piolosâ€, me digo. Más tarde cambio de posición y me siento más cómodamente, mirando hacia el norte. El panorama es fastuoso y lo voy fotografiando... Puntas italianas del Monte Rosa, la Dufour, el Strahlhorn, el Rimpfishhorn, el Alphubel, el Dom, al fondo la pirámide del Aletschhorn, más a la izquierda la línea purísima del Weisshorn y luego la Dent Blanche... Algunos de ellos, viejos y queridos conocidos. Por debajo, casquetes inmaculados, cascadas de seracs, caos de grietas inmensas, descomunales ríos de hielo, el del Gorner, el Grenz... Es tremendo, tremendo... Me digo a mí mismo: “pues ésta es tu cima, chico, es lo que hay...â€. Fotografío casi en picado mis botas clavadas sobre el vértigo en el que se ha precipitado hace un rato mi piolet... Me asaltan a veces pensamientos extraños, incluso nefastos, pero que no parecen afectarme íntimamente sino ser más bien ejercicios de estilo... Cosas como qué fácil sería acabar con todo aquí, o cómo saldría de aquí si, por lo que sea, Carlos no vuelve... Ejercicios suaves de masoquismo mental a los que tan aficionado he sido a lo largo de mi vida, por suerte cada vez menos, creo... Pensamientos ciertamente nefastos pero que no parecen alterar mi tranquilidad interior, quizás porque son falaces y lo sé, trampas de la mente que observo a distancia, porque no tengo ganas de acabar con todo, porque es evidente que Carlos va a volver y porque posiblemente fuera capaz de volver solo, supongo... Incluso pienso, con una serenidad pasmosa, en cómo debe ser la sensación de caerse por este abismo, en cuánto puede transcurrir hasta el golpe fatal que te sumerja en la paz eterna, en qué puede llegar a pasar por tu cabeza durante ese trayecto sin retorno... Consigo encenderme otra pipa y me digo a mí mismo que escribiré algo en mi blog sobre esta experiencia. Miro de vez en cuando hacia los 180 metros de montaña que se han quedado en el tintero, y a Carlos progresar por ellos, cada vez más alto e insignificante. Luego vuelvo a la contemplación, jaspeada por la convicción de que estar aquí y ahora es algo extraño y único, grandioso y absurdo, frustrante pero hermoso. Una voz de Carlos me saca de mi ensimismamiento. Bien, está arriba, porque ya no se le ve; el equipo, aunque mutilado, ha triunfado. Unos minutos más tarde otra voz me llega muy clara diciendo “ya bajoâ€, y enseguida le veo empezar a descender, en el tramo bajo la rampa final encarado a la pared y tirando de ambos piolets. “Definitivamente, allí no eres nada sin dos piolosâ€, me vuelvo a decir. Tengo algo de frío, llevo ya como una hora allí parado y de vez en cuando la brisa del norte viene a saludarme con la contundencia fría de los cuatromil y pico metros, sobrevolando este mundo alucinante de roca y hielo.

 

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Antes de las 11 tengo a Carlos conmigo, efectivamente poco más de una hora para hacer cima y volver. Me comenta muy brevemente que es una cima muy cañera y que faltaba lo más técnico, salir del tramo más o menos horizontal del hombro en el que estamos para remontar las pendientes finales, muy tiesas y duras, superando una especie de pequeña rimaya y su pendiente superior: casi imposible sin dos piolos. Es verdad, ya lo he visto... Le digo que ha cumplido casi a rajatabla el horario previsto, a lo que me contesta que sí, claro, que yendo él sólo se mueve más deprisa. Juntos hubiéramos necesitado quizás el doble de tiempo, acaba añadiendo. Supongo que, en cierta manera, se ha sentido aliviado cuando un elemento objetivo como la pérdida de mi piolet ha justificado, sin lugar a dudas, que yo me quedara allí, permitiéndole avanzar de forma mucho más ágil y sin tener que estar pendiente de mí. Enseguida nos ponemos en marcha de vuelta por la arista, yo delante con mi piolo y uno de los suyos, y él con uno solo, muy cerca de mí y con la cuerda bien tensa. Me pide que avance con máxima tranquilidad y máxima concentración, y así lo hago. De inmediato se me pasa el frío que había pillado tras el parón de una hora. Avanzamos bien, avanzo bien... Por un rato me siento casi convencido de poder volver solo por aquí, aunque sepa de sobra que probablemente sea la inmediatez de Carlos lo que me hace funcionar con tanta precisión. Imagino que debo de avanzar muy sereno, porque sin dejar de hacerlo, en pleno funanbulismo, le pregunto a Carlos sobre lo correcto del protocolo de seguridad en un terreno como éste ante el resbalón del compañero: tirarse por el otro lado. Me confirma que es así para el caso de que el resbalón no pueda detenerse casi de inmediato allí mismo, y me hace sonreír.... “Pues estaremos entretenidosâ€, pienso. Pero sigo avanzando bien, lento pero seguro, sin cometer un solo error, sin una sola vacilación. Carlos me dice que voy muy bien, que siga así... Ya antes de mi error fatal con el piolo, todavía subiendo juntos, me había dicho que le sorprendía la seguridad de mi progresión, teniendo en cuenta que estoy muy poco habituado a este tipo de terreno tan aéreo y expuesto. Bien, no digo que no lo dijera también en serio, pero desde luego él sabía que esa valoración iba a serenarme y a estimularme. Volvemos a pasar por la afiladísima y espectacular cuchilla blanca de la Cima di Scoperta, mi punto culminante en el Lyskamm. Ante algunas breves ráfagas de norte, la verdad es que no muy intensas, nos agachamos como gatos sobre la huella, con todos los hierros clavados al terreno y los músculos tensos. Seguimos para abajo, hasta encarar el tramo final francamente empinado. Lo hago de frente casi todo el rato, que es como me gusta a mí hacerlo, viendo de qué puedo morir... Salvo un minúsculo resbalón de un pie que yo mismo detengo in situ, y unos pocos metros que bajamos de cara a la pendiente porque la nieve a esta cota algo más baja empieza a estar francamente mal, todo sigue sin novedad. Cuando llegamos hasta los bastones me siento aliviado, la verdad. “Ya estáâ€, pienso.â€

 

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Juan Carlos llegando a mi posición.

 

Luego nos acercamos hasta el Corno Nero, con lo que consigo rematar todo lo fácil que me quedaba pendiente por esta zona del Monte Rosa (o sea, todo salvo la Dufour, el Nordend y el Lyskamm). Para un montañero elemental es más que suficiente, la verdad, hacer dos cuatromiles nuevos, el Ludwigshöhe (4.342 m.) y el Corno Nero (4.322 m.), en dos jornadas distintas desde el Gniffetti (3.647 m.), claro, porque esa es la gracia (empalmados apenas debe haber media hora entre una cima y otra). Y haber transitado y habitado el precipicio cincelado de la arista del Lyskamm, sobrevolando los abismos de Europa. Nunca había estado en un lugar de características semejantes, y supongo que nunca lo olvidaré. Incluso aunque vuelva al Lyskamm y lo culmine, nunca podré olvidar esta primera vez...

 

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Desde luego que cuando vuelva al Lyskamm o a otra montaña semejante tendré que llevar mis dos piolos en perfecto orden de revista, faltaría más. Muy raramente utilizo dos piolets en mis actividades montañeras, prácticamente nunca lo requieren, y mi segundo piolo “técnicoâ€, el Charlet martillo-piolet, estaba completamente “desequipadoâ€. En fin, no me lo tengáis en cuenta, los que de verdad sabéis de esto no me os tiréis encima... Ya lo sé, todo lo que me digáis ya lo sé... Y no culpéis a mi “guíaâ€, al que apenas comenté el asunto muy brevemente (solucionado con un lógico “vale, le pondremos una cinta cuando empiece lo complicadoâ€) y que apenas tenía tiempo más que de preparar la cuerda para entrar en la arista y estar pendiente de mí... Ya he pagado mi descuido, qué cojones, me he quedado sin la cima del Lyskamm, una enorme ilusión que tenía... La verdad, teniendo en cuenta que no volveré a esta montaña si no es con alguien como Juan Carlos, puedo pensar que he desperdiciado tontamente una oportunidad casi única… Durante estos días, este pensamiento me está asaltando de vez en cuando y me desasosiega… Pero creo que consigo controlarlo con más o menos éxito, porque hay mucho de esta salida a lo que agarrarme, mucho y bueno, mucho con lo que “consolarseâ€, que dirían los que piensan que estos protocolos de higiene mental son paños calientes para perdedores y frustrados. Pues no, no lo son, he tenido una de mis experiencias más poderosas de alta montaña y, al fin y al cabo, eso es lo que cuenta. Además, por una vez he vencido mis miedos a ciertas cimas alpinas, por supuesto gracias a la presencia de Juan Carlos, pero lo cierto es que los he vencido. No siempre he podido decir lo mismo al volver de los Alpes. Tal vez haya algún día otra oportunidad… Dicen que siempre hay una segunda oportunidad... Sé que casi siempre hay una segunda oportunidad.

 

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Volviendo.

 

Algún día un Charlet martillo-piolet de finales del siglo XX, algo oxidado pero muy poco usado, aparecerá en el extremo inferior de la lengua del Gornergletscher, en las cercanías de Zermatt. No sé si alguno pensará que era el piolo de Hermann Bühl o de Willo Welzenbach... No creo, porque resultaría avanzado para la época de estos pioneros, que además seguramente no perdían tontamente sus herramientas. Podrá dar pie a una conversación en torno a una buena jarra de cerveza, como mínimo... Aunque no es ésta la única posibilidad. Cabe que una cordada que recorra hacia arriba el Grenzgletscher, tributario del Gorner, se lo encuentre dentro de no mucho por allí tirado, a los pies del imponente flanco norte del Lyskamm. Agradeceré que se pongan en contacto conmigo; es un modelo Blackbird con mango rojo y ahusado de primeros de los noventa, con el acero sin colorear, ¡y por supuesto sin dragonera!

Leí una vez a propósito del Lyskamm que alguien lo había bautizado con el macabro seudónimo de “comehombresâ€, aplicado también a otras montañas que lo merecen más. Ya en el siglo XIX hubo algunos accidentes mortales más o menos sonados, gente devorada por cornisas quebradizas, catapultadas por abismos helados y vertiginosos... Bueno, bueno, el pico tiene su cosa, vaya que si la tiene, pero seguramente no merezca este apelativo de tan mal gusto… En mi caso, en mi trato directo y personal con él, yo no le llamaría otra cosa que “comepiolosâ€, que no es poco… Y un comedor de los finos, por supuesto, porque el material sintético de las dragoneras desvirtúa sin duda el sabor frío y puro del acero. ¡No sabe ni nada, el Lyskamm…!

En fin, tal vez he vuelto a ser, a nivel alpino, protagonista involuntario de un pacto protector como el que establecí hace veinticuatro años en el flanco norte del Monte Perdido, tal y como os contaba en mi post de hace tiempo “¿La identidad perdida?â€. Un pacto por el que la montaña se queda con algo mío que me representa, un tributo inocuo para mí, pero efectivo para evitarme tributos mayores y terminantes... En el Pirineo hace un cuarto de siglo que me funciona... Si es así también en los Alpes, firmo ahora mismo.

 

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PS.- Por cierto, Juan Carlos marcha el próximo 7 de septiembre al Himalaya, para intentar el que sería su segundo ochomil, el Shisha Pangma. La expedición está ultimando una página web cuyo enlace os pondré aquí, en mi blog, en cuanto esté lista. Espero que os interese tanto como a mí. Parece ser que se colgarán crónicas más o menos actualizadas, aparte de fotos y filmaciones de cómo vaya transcurriendo todo, y habrá la posibilidad de contactar de vez en cuando con los expedicionarios, mediante algo así como un chat o “messengerâ€, que esto ya se escapa a mi escasa experiencia cibernética...

Ah, y en cuanto tenga todo el material gráfico os colgaré una galería de todo lo que os he explicado. Quiero que sea completa, con la cima del Lyskamm incluida, y aún no dispongo de las fotos de Juan Carlos.

La galería de fotos completa ya está en:

http://www.madteam.net/fotografia/albums/5254-lyskamm-ludwigshhe-y-corno-ner/

 

 


14 Comentarios
Enviado por Comhofaelvent el Thursday 30 de July de 2009

“me ha encantado tu relato-reseña... qué bien escribes Gerardo! había momentos en que podía sentir el aire frío del norte en mi cara, el abismo a mis pies... un trozito de mi estaba ahí!!! pero la frase que más me ha impactado ha sido: "el ahora, el ahora total, el avance a cada paso sin que exista ni el paso anterior ni el posterior, sólo este paso de este momento, este paso donde se concentra toda mi existencia porque toda mi existencia depende únicamente del paso que estoy dando en este preciso instante..."... simplemente precioso...

felicidades a los dos por vuestras cimas, pero sobre todo, por las experiencias vividas!!!”
Enviado por Ram el Thursday 30 de July de 2009

“Enhorabuena, un lugar fantastico...me sube la adrenalina solo de verlo.”
Enviado por Antares el Thursday 30 de July de 2009

“Mágnifico el relato de tu experiencia en el Lyskamm, Gerardo. Muy bien escrito.
Aunque no hayas hecho cima te llevas para casa dentro de ti sentimientos y sensaciones tremendas. Como casi siempre nos ocurre en las montañas.
Ahora que lo pienso ya va para 4 años que no vuelvo a los Alpes, y el Lyskamm es otro de los que siempre me ha atraído, aunque se coma a los hombres crudos... :)”
Enviado por Fern el Thursday 30 de July de 2009

“¡Yo ha habido momentos que leyendo me ha entrado miedo y todo! Me atravesaba un escalofrío por todo el cuerpo.”
Enviado por Gerardo el Thursday 30 de July de 2009

“Bueno Fern, ha habido momentos determinados en los que,cuando me fallaba la concentración y la serenidad, he pasado algo de miedo, o como mínimo inquietud... Ya sé que para alpinistas o escaladores curtidos no es una ruta difícil, pero en mi modesta opinión la exposición no se la quita ni dios.

Un saludo. ”
Enviado por Fern el Thursday 30 de July de 2009

“Bueno, ¡yo por lo que he leído el Lyskamm se las trae! Vaya, no la metería en el saco de montañas sencillitas. Y supongo que esos tramos a 50º y lo que es la arista dependerá mucho de las condiciones en que se encuentre. Vamos, es una montaña más cambiante que otras.”
Enviado por Pep el Friday 31 de July de 2009

“Lo mejor: Ese ejercicio de concenrtación y serenidad, tanto trazando la arista como, después, aceptando esa no-cima. Viviendo el instante...
Lo peor: El piolo sin dragonera. Te habrían de dar de bofetadas por ello... hasta en el carnet de identidad de la rimalla del Perdido.”
Enviado por Ram el Friday 31 de July de 2009

“Seamos positivos, siempre es una experiencial vital inolvidable, incluso llegados a ese conflicto personal ante el peligro, donde la montaña queda en un segundo plano.
Al fin y al cabo es lo que buscamos, sentirnos vivos, complices de nuestro "yo".


Enviado por Gerardo el Friday 31 de July de 2009

“Gracias, Pep, yo también te quiero...”
Enviado por Antonio el Monday 3 de August de 2009

“Que envidia. Este año no he podido ir contigo, aunque cada día pones metas más difíciles. Es verdad que leyendo tus comentarios sientes algo muy especial que parece que este allí arriba. Un saludo de Carmen y nos vemos tomando unas birras.”
Enviado por Eva el Monday 3 de August de 2009

“Gerardo, las fotos no muestran la inmensidad de ese pico, te lo dice una componente del grupo de Sevilla del refugio Gnifetti de esa semana, que lo vio in-situ. Esa arista imponía desde cualquier punto del que lo mirases. Enhorabuena por estar allí, por la crónica, por las fotos, y... ¡SUERTE CON EL PIOLO!Fue un placer compartir con vosotros aquellas charlas en el refugio.Saludos a tí y a Juan Carlos.”
Enviado por David el Tuesday 4 de August de 2009

“¡Magnífica pluma Gerardo! Quizás si no hubieses pagado el tributo del piolo no hubieras tenido la necesaria quietud física y mental para realizar esas reflexiones, con lo que nosotros no hubiéramos podido disfrutar tanto leyéndolas. Fue un placer conversar con vosotros esos días. Un saludo a los dos desde el Sur. ”
Enviado por Gerardo el Tuesday 4 de August de 2009

“Hola chicos, me alegro de saber de vosotros. Fue un placer encontraros allí arriba, de verdad. Me gustaría tener algún enlace con vuestro Club Alcalareño de montaña, para seguir en contacto y saber de vuestros proyectos... Si queréis, enviádmelo a mi correo de contacto en el "perfil personal" del blog. Un abrazo.

Enviado por Piolet Catala el Friday 1 de May de 2015

“Ostras en primer lugar agradecerte tu relato. Muy interesante. Me he identificado mucho contigo, dado que este mes de junio vamos a intentar el Lyskam y me parezco bastante a tu nivel.Podrias indicarme algun tiempo desde la salida del Quintino Sella?Un saludo compañero.Jordi.”


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