Éste es un pequeño relato escrito casi de un tirón en los últimos dÃas a propósito de cosas que ocurren a veces. Naturalmente, sus protagonistas son completamente ficticios, que se dice en estos casos…
Cuando he conseguido salir de casa me he sentido aliviado, con la convicción Ãntima de irnos, de intentarlo. Tal vez hayan sido esos brevÃsimos destellos regulares al fondo de la penumbra del pasillo los que me han estado lanzando como señales, como indicándome que la atmósfera estaba tan cargada que si no rompÃa el circuito algo iba a acabar mal, algo como mi tranquilidad personal y doméstica, mi equilibrio, la paz social o la supervivencia del lince ibérico, porque es que mira que si le das vueltas a las cosas al final todo está ligado hasta el punto de ser todo lo mismo y más, y menos mal que he conseguido poner un pie en la calle con la cabeza por fin henchida de monte, de posibles objetivos que derraman luz sobre las cavilaciones y las vacilaciones, pequeños faros fulgurantes en la penumbra de mi pensamiento.
Pero la calle, vaya con la calle, no es exactamente el sitio para obtener el relajo necesario entre estruendos hediondos y cuerpos que interaccionan en tu itinerario vacilante como los figurantes del “Show de Trumanâ€, qué carajo, puestos ahà nomás que para hacerte creer que estás realmente en el mundo real, en el mundo exterior y no en otra esquina oscurecida de tu pasillo mental, probablemente sin destellos ni nadie ni una gotita de alcohol. Pero el caso es que sÃ, todo parece real, incluso la presencia asfixiante de los figurantes parece empujarte casi a posta hasta las pocas islas de “pax†urbana, cosa de agradecer porque podrÃan conducirte hasta la cola de un área comercial o hasta un semáforo perennemente en rojo, inamovible como un cadáver. Bueno, como he quedado con Andrés en la terraza de siempre, y voy con tiempo, pues vamos a la terraza a ver si hago acopio del alcohol ausente en mi casa, y por tanto en mi pensamiento brumoso barrido por extrañas luciérnagas instantáneas y casi inaprensibles.
No se está mal aquÃ, y puedo pensar en los últimos partes de la méteo y de aludes que hablan de posible situación de norte, algo clásico como el sabor de la Voll Damm o el riff del “Mistreated†que me llega amortiguado desde el interior del local, un eco de otros tiempos que pretendemos aún que sigan siendo estos tiempos, en fin... Cuando se me ha presentado Andrés delante me ha soltado que ándate a la porra con tus partes y tus nortadas, que tengo un mono de monte que no me lo acabo y lo que cuenta es salir, aunque sea para verlas venir... Todo esto me suena, me suena como el riff o la Voll o el calorcito del sol sobre la cabeza una mañana soleada de invierno. Y como en un ritual, despacio, le desgrano sin ganas aquello de que yo ya hace tiempo que no salgo a verlas venir, que no puedo estar pululando por ahà cada finde como un buitre ocioso a ver dónde hinco el pico... Todo esto ya lo sabe Andrés y podrÃa recitármelo como si recitara un poema homérico, oh tú, conquistador de montañas, el de ondeante coleta, señor de la duda y amo de lo incierto, yo te invoco y te conmino a decidir lo que sea, bueno o malo, porque la peor decisión es no tomar ninguna decisión... Cagüen él, llego a pensar sin verbalizarlo, más que nada por intentar seguir siendo amo al menos de mis silencios.
Seguirá nevando de norte y van a formarse placas de viento en vertientes sur... Pues pensemos en un lugar al sur del eje de la cordillera, olvÃdate del puñetero Perdiguero y vámonos a algún lugar más resguardado, no sé, un Montsent de Pallars, donde ya estuvimos hace años en una nortada y hasta nos hizo sol, ¿te acuerdas?... SÃ, por supuesto, me acuerdo de todo como si fuera un tacómetro, yo creo que hasta lo tengo grabado en alguna parte de mi destellante pasillo oscuro. No es un lugar además excesivamente expuesto a aludes, sobre todo si lo atacamos desde la presa de Sallente, que se acaba subiendo desde norte precisamente... Ay, mi querido Andrés, si me lo sé de memoria, si todo esto ya lo sé, qué rayos me estás explicando... Y quiénes vamos a ir, acabo por preguntarle, esta vez en voz alta, más que nada para zafarme de tanto lugar común, cierto pero común, casi dirÃa que vulgar.
Ah, Inma, quiere venir Inma, esa es una buena cosa, según se mire. Aún me acabarÃa sobrando el bueno de Andrés, aunque mejor asÃ, que venga, no vaya a ser que mi inveterado autocontrol se vaya a hacer puñetas con un golpe de tramuntana, que cosas más raras se han visto en el raro mundo de los afectos escindidos... Por el momento, a Andrés le he despedido con eso de que me deje consultar los últimos partes de la tarde en internet, que naturalmente no introducen modificaciones significativas en la previsión, como ya sabÃa que ocurrirÃa... Se trataba únicamente de dilatar, de saborear despacio como un Daniels esta sensación de que todo todavÃa es posible, en cierta manera una sensación de sentirme todavÃa dueño de mi destino porque aún depende de mi decisión, una trampa tan buena como cualquier otra para seguir creyéndome soberano... Y es que es verdad, como los destellos misteriosos que proliferan en el fondo oscuro de mi pasillo, incomprensibles pero ciertos porque los sigo viendo cada vez que levanto la vista de la pantalla, es lo que hay. Como Inma, ella también es lo que hay, una vaga sensación de amenaza a las rutinas de sendas ya tan trilladas que no soy capaz de abandonar, una sensación también de tonta libertad porque parece indicar que las cosas también podrÃan discurrir por otros derroteros, por otros caminos si me lo propusiera... Aunque más bien deberÃa decir que “habrÃan podido discurrirâ€, sÃ, tal vez esto sea más preciso, a la vista de la trinchera ya hecha en la nieve que tengo delante de mÃ, por la que transito con aparente y flácida comodidad, mi trinchera se supone, la trinchera que me hice y aún me conduce. “HabrÃan podido discurrirâ€, sà señor, porque mi zancada es más larga y ya no prefiere arriesgar sobre palas de dudosa fiabilidad, transporta ya demasiado bagaje para experimentos sobre nieve virgen y presumiblemente inestable, carece de ese paso corto y ligero, como de topillo nival, que acaricia nomás la superficie blanca mientras progresa sobre ella como en una extraña danza sin apriorismos ni condicionantes, sin atosigantes mochilas de aproximación. Es lo que hay...
La mochila está todavÃa ocupando el armario caótico del trastero caótico, esa especie de “aleph†puesto del revés, porque desde él no se ve el mundo sino los despojos del mundo, medianamente ordenados porque el orden, como mÃnimo, ha de aparentarse. He salido de nuevo a la calle, más tranquila que a media tarde, más dominio de paseantes sin brújula que de androides con “gpsâ€. Y con la segunda cerveza del dÃa ha llegado el vértigo, el vacÃo de la música interrumpida del mp3 por la sencilla razón de no haberme acordado de recargarlo la noche anterior. ¡Qué sensación, qué horror..! Tal vez lo más parecido a estar solo en un paso expuesto y comprender de golpe, hasta el tuétano, que irremediablemente te vas a caer... Quizás sean ese tipo de cosas las que rijan todo, los porqués, las decisiones, los silencios, ese miedo insuperable cuando falta coraje... Nada, más rock and roll para seguir degustando tanta omnipotencia y cobardÃa a partes iguales, que luego los demás se irán a dormir y podré seguir contemplando las luciérnagas fugaces del fondo del pasillo, destellos de lo que todavÃa puede ser o no será, qué sensación más fuerte, por Hendrix...
He tratado de hablar con Estós para que me cuenten cómo está el tema y no lo he conseguido. Tengo unas ganas locas de Perdiguero en travesÃa y con nieve, atacarlo con vivac desde Lliterola y bajar luego a Estós, pero nada me cuadra... También me pirro por el Soum de Ramond, el único tresmil que me falta en el entorno de Ordesa, pero tampoco consigo que me cojan el teléfono en Góriz y los partes de aludes dan un riesgo importante en la zona después de las nevadas de los últimos dÃas, por no hablar de la nortada que sigue y sigue como un rodillo imparable batiendo las vertientes y los flancos, ahogando la montaña en su hermoso y gélido sudario, vistiéndola de novia para el invierno, un esposo poderoso, incontrolable e irascible. Ceno en casa cualquier cosa, ausente del mundo como un rebeco borracho al borde de la norte del Margalida que se preguntara si es capaz de dar ese salto, qué rayos fritos, ausente de las miradas furtivas de mi gente que me preguntan en silencio si me voy a ir al monte o no, y es que no es fácil de dilucidar, “es un tema de difÃcil solución, si las momias tienen porque los esqueletos no...â€, como cantaban aquéllos hace ya mucho tiempo... Les digo lo de los destellos del fondo del pasillo, si también los han visto, y me sueltan que qué pasa con los destellos, que qué poco ocupada tengo la cabeza en lo que hay que tenerla, que quizás deberÃa largarme al monte a ver si oxigeno mi cerebro y consigo que funcione con más lucidez... Joder, hipoxia aquà abajo, ésa es buena, no se me habÃa ocurrido nunca pensar que era la hipoxia lo que me tenÃa asà entre salida y salida, qué bárbaro... Bueno, mañana será otro dÃa, todavÃa será otro dÃa porque solamente será jueves, “stormy thursdayâ€, por parodiar a los clásicos, que es ésa una actividad inocua y sin riesgos. Voy a irme al monte o no, hará tres semanas que estuve en el Piri, el mono aún no me come, aunque me acaricia con su dentada sonrisa de mono sabio y repelente, tan humano... Iré o no, qué gran opción abierta como un puente de plata ese “o noâ€, qué gran sensación de control, qué fatua sensación de control... Y si no voy, ¿qué?, no “qué†de qué pasa, sino “qué†de qué alternativa existe al monte que permita continuar adelante a través de la monotonÃa habitual de esta traza tan pisada...
He estado con Inma a media mañana, después de sumergirme un ratito desagradable en el tráfago urbano, más allá de la burbuja aséptica y acondicionada de la oficina, y hemos tomado una cervecita juntos y me ha dicho que qué demonios pasa con la salida y que si iremos a alguna parte, porque le gustarÃa saber a qué atenerse... Ah, atenerse debe ser como abstenerse pero con decisión positiva, ¿verdad?, un saber a dónde aferrarse que mi decisión postergada impide por ahora, y es que aún me acabará gustando este juego de naipes marcados donde funciono a mi ritmo y a mi bola, en el que sibilinamente consigo que todos giren en torno mÃo, como me recriminó Andrés no hace muchos dÃas, cagüen... Y le cuento lo que me dijo Andrés mientras me mira con sus vivaces ojos oscuros y luego rÃe con esa risa contagiosa pero apenas estridente, suave, y la envÃo a la porra y la llamo tontaina y a continuación me disculpo porque es la puñetera verdad, no buscada pero verdad al fin y al cabo, tan cierta como un puñetazo en los dientes, tan real como este jueves sin nervio, expectante, intersticio entre un ahora vacÃo y un hipotético mañana quizás colmado y montañero... Qué mala manera de vivir el ahora, me suelta Inma menos sonriente que antes, y entonces pienso en qué me retiene, en qué me retiene en mi cómoda trinchera de nieve, en qué me impide sacar el pie de la traza y tantear esa pendiente dudosa... Y al final creo descubrir que nadie está de verdad mÃnimamente interesado en desviarme de mi traza, en que es algo como lo de los fogonazos sutiles del fondo de mi pasillo, algo que solamente percibo yo cuando concentro la mirada hasta el extremo de no llegar a ver nada...
Hay que joderse, hay que joderse, no tengo información ni de Estós ni de Ordesa y el tema del Montsent puede dar juego si es que hemos de salir, claro, si es que quiero salir..... ¿Quiero salir? Ah, hay que rejoderse... No iremos a ningún lugar de esta manera, pero siempre queda un parte de última hora, que sé que no aportará nada novedoso pero me permitirá alargar esta enfermiza sensación de poder, por Hendrix qué mal voy... Andrés se ha bebido su cerveza en dos tragos y me mira con su habitual cara de deliberado extravÃo, de forzada vulnerabilidad socarrona, como a la espera de que le diga lo que nunca le digo, que se larguen sin mà y me dejen en paz... recagüen mil veces... Luego, volviendo a casa, me digo a mi mismo lo que no me ha dicho Andrés aunque tal vez lo pensara, que soy un miserable tacaño calculador que no gastará un gramo de energÃa de más sin tener la certeza de réditos concretos e inmediatos, la peor versión de un usurero porque lo hago conmigo mismo y con la montaña, que en absoluto lo merece... SÃ, tal vez sea asÃ, y es difÃcil obtener sin dar primero, generoso y desprendido, sin entrega y sin convicción. Hay que decidir, pero sé de primera mano lo que puede suponer la nortada en la montaña si no eliges cuidadosamente el objetivo y la ruta, el continuo viento insoportable lanzándote cristales de nieve a la cara mientras discurres a ciegas por un espacio sin referencias, el frÃo siempre, y las placas quebradizas a sotavento, zumbando sordamente bajo las raquetas... Un posible volverse de vacÃo, una posibilidad que estúpidamente me atenaza, cuánta racanerÃa, porque es energÃa y tiempo y dinero gastados, el no estar en lugares y con personas con las que uno cree que ha de estar, el consumir recursos no renovables como mi paciencia para nada, joder, para nada, como si salir al monte para no acabar subiendo nada fuera ir para nada, que me dirÃa Inma muy seria, con aire de reprobación, casi ofendida...
Venga, nos iremos al Montsent, vivaquearemos en la presa de Sallente y atacaremos desde allÃ, el sábado no hace falta ni madrugar... Por fin me acerco a los dominios en penumbra del pasillo, el reino de los destellos sutiles, y me meto con la mochila, la pequeña, porque no necesitamos hacer aproximación, que para eso me han dicho en Torre de Cabdella que se llega en coche bien hasta la presa, que la nieve empieza más arriba, y yo que pienso con la mezquindad habitual que al menos no echaremos los hÃgados “para nadaâ€, y dale otra vez con lo mismo, concéntrate de una repajolera vez en llenar la mochila que te lo vas a dejar todo y todo y todo y vacÃa la cabeza, intenta dejar la cabeza, intenta no pensar en qué harÃas si no salieras al monte este finde, si total no harÃas nada y tampoco te iban a echar tanto de menos, deja de arrepentirte del pecado antes de cometerlo, joder... Tu problema va a ser que te crees el centro del mundo, aunque te indigne oÃrlo te lo digo porque tengo que decÃrtelo, porque has de saber que esas tormentosas decisiones tuyas no suponen apenas nada más que la incertidumbre de tu entorno inmediato y tu propia tortura, que lo sepas, que no creas que es otra cosa, que no pienses que eres una especie de pared maestra de ningún tinglado, ni propio ni ajeno, que te dejes de gilipolleces y prepares la mochila de una puñetera vez y con tiento y con atención, que nada de nada y no quiero ni oÃrte, idiota. Y no me repliques que nunca has pensado nada de esto, no estamos hablando de lo que piensas sino de otra cosa más honda y fuerte, de una nortada autoinducida en la embocadura de tus pensamientos.
En la ladera, por encima del desvÃo que por la izquierda lleva al Colomina, ya hay nieve y el viento de noroeste la levanta intenso, tenaz, lanzándola contra nuestra espalda. Enseguida se raquetea bien, pero el aire nos hace tambalear y nos tiene sumergidos en una pasta hermosa de aire blanco y suelo blanco donde el lÃmite lo pone únicamente la sensación de apoyo de nuestros pies. Nunca una percepción fÃsica delimitó tanto el mundo, pienso, y no es un mal pensamiento por el momento para seguir avanzando... La nieve parece estar bien, venteada, sin apenas placas, y cierto resol hacia el sur, hacia la Vallfosca, podrÃa indicar que todo esto no va a ir a más, y que incluso podrÃa mejorar. Inma, menuda y ligera, se queja de las ráfagas que la desequilibran con más frecuencia que a nosotros... Ay, Inma, Inma, aquà tampoco hay trincheras preestablecidas, hace muchos dÃas que por aquà no sube ni Dios... Y en eso estamos, en trazar con nuestras sensaciones la frontera entre los elementos, entre la tierra y el aire, en delimitar las parcelas del Cosmos como supremos hacedores... Ah, la nortada en la cara, el viento que no cede cuando volvemos la cabeza para intentar ver infructuosamente cuánto hemos subido, porque no se ve nada allá al fondo, hacia el Mainera y el Peguera, comidos por la nube que bate y bate y bate como un mar enfurecido, y es que hemos subido porque sabemos que hemos subido, porque el desgaste de nuestros músculos y nuestro ritmo cardiopulmonar acelerado indican que hemos subido, hemos subido hacia unas pendientes finales en las que el aire nos empuja contra el terreno, por el que avanzamos con paciencia de caracoles encegados por la ventisca... Pero también por el resol que se asienta en pocos minutos sobre nosotros, una especie de inmensa aparición luminiscente que nos rodea y nos empapa de claridad por momentos intensa, y es que ya lo ves, atontado, y es que ya lo ves cómo la montaña da pan a quien no tiene dientes y por eso hay que tirar de prótesis si fuera necesario, para poder masticar esta masa por fin arriba nÃtida y luminosa, horneada con levadura de nortada.