Friday 8 de October de 2010, 08:39:35
Resistencia
Tipo de Entrada: CUADERNO | 6 Comentarios | 2021 visitas

 

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Os prometí no hace mucho un monográfico sobre el caminar como acto de resistencia, ligado a mis dos post anteriores, “Caminar” y “Glosa del Caminar”. Pues aquí lo tenéis. Resistencia, resistencia... ¿Resistencia a qué, o contra quién? ¿Al estado? ¿Al poder? ¿A la política? ¿Al sistema económico y financiero? ¿A la sociedad?... Y una vez fijado el objetivo, ¿por qué precisamente el caminar, por qué este método y no otro? Joder, menudo berenjenal...

 

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29 de septiembre de 2010, ¿os suena la fecha? 11:15 horas... Manifestándome por el Coll Pregó, camino del Matagalls.

 

¿Resistencia al poder y al estado? Ya he dicho otras veces que considero que somos animales sociales, y añado ahora que además somos muchos, cada vez más, casi diría que demasiados, y para remate con intereses casi nunca coincidentes... Por supuesto que necesitamos principios rectores de esta multitud, de este batiburrillo, necesitamos estructuras que controlen las dinámicas de una amalgama tan enorme y diversa de seres, necesitamos estructuras de poder, y supongo que su materialización concreta, los estados, o el Estado, en abstracto... Necesitamos inevitablemente una estructura que centralice el ejercicio de la violencia inherente a la sociedad, una violencia que es consustancial a ella precisamente porque la naturaleza animal del ser humano es violenta. Una estructura que monopolice el ejercicio de esa violencia, retirándola de su ámbito natural en medio de la sociedad porque acabaría aniquilándola, como explicaba Max Weber; es un mecanismo elemental de autorregulación, un mecanismo que garantiza la supervivencia del grupo. Pero claro, una estructura que funcione conforme a criterios racionales y ponderados, inspirados en el bien común, una estructura consensuada en la medida de lo posible entre todos los que habrán de someterse a ella inevitablemente. Y una estructura que por descontado les ofrezca protección, porque eso es lo que la justifica: sin esa protección, ya casi mejor que cada uno se la procure por su cuenta y riesgo, caiga quien caiga... Por lo tanto, resistencia al poder y al estado, no... “Sólo” resistencia a cierta manera de ejercer el poder y a ciertos modelos de estado...

 

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Casi las 11:30 del mismo día... Un helicóptero sobrevuela la cima... ¿Para protegernos, tal vez...?

 

¿Resistencia a la sociedad? En fin, somos criaturas sociales, lo hemos sido desde que existimos como especie, es un hecho incontrovertible que nuestra viabilidad depende de nuestra vertiente social; una prueba de ello es que desde los albores de la especie humana la supervivencia del grupo, y por tanto la de los individuos que lo forman, ha dependido del intercambio… de ideas, de conceptos, de regalos, de cuidados, de alimento, de objetos, de bienes... (y os confieso que lo veo así por constatación racional, no tanto por convicción íntima, porque soy más bien poco sociable, creo). Yo diría más bien que resistencia a ciertas orientaciones de nuestra sociedad, a un cierto estilo de vida que no es nuevo pero está llegando al paroxismo... Tras siglos en los que una enorme masa demográfica sobrevivía en el umbral de la miseria, frente a cuatro gatos que se daban a la vida regalada, la evolución social del primer mundo durante los últimos cien años, más o menos, ha propiciado la consolidación de las llamadas clases medias, una eclosión estimulada tanto por la evolución política democrática como por el desarrollo económico y tecnológico; las clases medias han acabado por convertirse en el soporte del desarrollo económico al menos desde mediados del siglo XX, desde la paz que se impuso después del horror de las Guerras Mundiales. Nuestro actual bienestar (en fin, actual... ya me entendéis...) se ha basado en decenios de retroalimentación, de “feed back”, que dicen los sociólogos anglosajones: una producción económica que crece incentivada por la demanda creciente de la sociedad, la cual cada vez dispone de más recursos aportados por una producción económica creciente... Bien, supongo que esto es el desarrollo, ni voy a negarlo ni voy a discutirlo... Este desarrollo ha permitido precisamente que los estados pudieran intervenir parte de la riqueza y dedicarla a implantar y financiar las prestaciones públicas del llamado “estado del bienestar”, cosas tan esenciales como la enseñanza o la sanidad públicas, el sistema de pensiones o las prestaciones por desempleo (al menos en los estados del primer mundo con un mínimo de “sensibilidad” social). Creo por tanto que no es éste el problema, no... Si este crecimiento ha servido para ofrecer a la población más calidad de vida, bienvenido sea, por descontado.

Más bien el problema sería la deriva de una sociedad “post desarrollista”, ese “plus” de los últimos decenios según el cual, más allá de haberse abastecido las necesidades básicas y no básicas de la población, el sistema productivo desbocado necesita empezar a generar necesidades antes inexistentes, hasta generar necesidades superfluas... Claro, esto sigue siendo desarrollo... Vale, lo es sólo hasta el momento en que la ansiedad del sistema productivo excede las necesidades reales de la gente y empieza a generar necesidades artificiales e inducidas, a ofrecer “ilusiones” que se limitan a satisfacer “caprichos”, los cuales a su vez van estimulando la capacidad predadora del sistema productivo... Es un círculo infernal, en el que para que la economía se aguante hay que seguir produciendo más y más, y eso sólo es posible generando más y más demanda, consumiendo sin ton ni son... Es una dinámica basada en que esto puede seguir creciendo indefinidamente, sin limitaciones, en la que el problema no es que la gente exija escuelas y hospitales públicos, o una pensión digna, sino que crea que puede cambiar de coche y de electrodomésticos cada dos por tres, que puede vivir sin más en una torre con jardín o en un piso regio en el centro de la ciudad, que puede estrenar ropa cara cada temporada, que puede pegarse al menos un viajazo al año, que puede estar a la última en todo tipo de bienes de consumo… La cuestión final es, además, si todo esto nos hace más felices; los datos sociológicos parecen indicar lo contrario, como no podía ser de otra manera, en mi modesta opinión... Pues éste es el punto, de momento sin retorno, en que nos hallamos ahora mismo... Vale, soy un retrógrado... Pues vale, porque hemos traspasado peligrosamente la línea entre el desarrollo de la calidad de vida y lo que es puro “pijerío”, que me gusta decir a mí, o despilfarro, entendido como el frenesí por el consumo de cosas superfluas, con el agravante de que si no son absorbidas por el mercado provocan el colapso del sistema productivo... Estas derivas, estas derivas, esta situación de creciente “fuera de control”, de superación de límites lógicos y ponderados... En fin, más allá del coste para nuestra salud mental y social, resulta que cuando esta rueda se rompe, porque el “crescendo” infinito del poder adquisitivo se ve frenado por lo que sea (y luego veremos por qué...), pues acabamos donde ahora mismo estamos... 

 

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El mismo día. El "Pla del Parany", o de "La trampa", traducido al castellano.

 

Alguien me preguntará que dónde están los valores en este análisis social... No sé exactamente dónde están, ni si los profeso en exceso, ni si los pocos que tengo los tengo claros, y desde luego no soy quien para aleccionar... Pero parece evidente que existe una crisis de valores. Sólo sé cuatro cosas. Una, que estamos perdiendo la capacidad de discernir entre qué necesitamos y qué no. Dos, que estamos confundiendo la posesión y consumo de bienes y servicios con el desarrollo social y con la realización personal. Tres, que esta confusión está empobreciendo a marchas forzadas la calidad de nuestras relaciones con nuestros semejantes, a los que con frecuencia vemos como un bien o servicio más, que si no nos conviene podemos desechar… Y cuatro, que los seres humanos no han pagado un tributo durísimo de sangre al liberarse de la condición de súbditos y acceder a la de ciudadanos, para que ahora vengan a explicarles que la culminación ideal de este proceso es convertirse en consumidores... No, no es que sean de por sí cualidades incompatibles, en absoluto, simplemente es que la dinámica social y económica las está volviendo incompatibles... Los cerdos de una granja también son excelentes consumidores antes de convertirse en carne de matadero. Es lo que tiene vivir en esta especie de “granja global” en la que estamos convirtiendo nuestra existencia personal y colectiva... Ah, y una quinta cosa y trascendental: no somos más felices, sino al contrario.

 

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No tengo imágenes de cerdos de granja... Pero estas preciosas ovejas de Armeña son también unas excelentes consumidoras, y unas cuantas acabarán igual...

 

¿Resistencia al sistema económico y financiero implantado? Aunque el problema venga seguramente de mucho más lejos, de nuestro estilo de vida, tengo mi visión sobre la génesis inmediata de lo que nos pasa ahora mismo. Me da por pensar que todo se precipitó con la caída del bloque soviético, hacia 1990. Hasta ese momento existían dos maneras de regir las sociedades digamos “avanzadas”, una dirigida férrea y antidemocráticamente desde el corazón del estado, y otra con rectores alternantes en función de las voluntades mayoritarias, combinando el libre mercado puro con políticas sociales promovidas desde el estado, un cierto equilibrio entre lo público y lo privado y en un régimen rigurosamente democrático, al menos desde un punto de vista formal. La primera forma de hacer se derrumbó, inexorablemente porque era inviable en términos económicos y sobre todo de calidad democrática, y eso espoleó en el bloque “victorioso” su vertiente más “liberal”, en el peor y más nefasto sentido de la expresión: las políticas de control económico desde el sector público no sirven para nada y se han hundido, viva el mercado libre sin cortapisa alguna, que es lo que genera más riqueza... Pues bueno, desde entonces, incluso los gobiernos occidentales de “izquierdas”, llamémosles al menos “socialdemócratas”, han ido reculando poco a poco en las políticas de bienestar colectivo para ir dejando la iniciativa a la economía de mercado puro y duro hasta las últimas consecuencias, en la ingenua creencia de que los agentes económicos reinvertirían en la sociedad parte de sus crecientes ganancias. Sin ir más lejos, esto se vio ya en España en los últimos años de Felipe González, cuando la famosa “cultura del pelotazo”... Un caso muy claro de esta dejación de funciones ha sido la falta casi total de regulación de sectores vitales y de primera necesidad como el de la vivienda, una pasividad ignominiosa en la que han caído todos los gobiernos de todos los colores y que es una de las cosas que ahora nos está matando. El caso es que hemos vivido casi veinte años de bonanza económica, de creación de una riqueza que ningún gobierno llamado de “izquierdas” ha sido capaz de redistribuir o “socializar”... La ausencia de reglas de ética social en la manera de generar e invertir esa riqueza ha permitido que se genere para unos pocos, sin control... Me diréis que el común de la sociedad también se ha beneficiado... Sí bueno, podían llenar sus carros mensuales de la compra sin aparentes apreturas, e incluso podían atreverse a comprar un piso, y tenían trabajo para lograr todo esto... Naturalmente todo ello apurando por encima de sus posibilidades reales, enfebrecidos y engañados por un sistema financiero que no repara en nada en cuanto huele a “sangre”... Porque ahora están sepultados por las letras, y los que decidieron invertir en un piso hace mucho tiempo ven cómo su valor puede desmoronarse, mientras que los que invirtieron no hace tanto han acabado por deberle al banco más dinero de lo que vale... Parecían tener capacidad de consumo, y eso mantenía por un lado su autoestima de ciudadano acomodado, mientras por otro alimentaba la vorágine que ha terminado por explotar: mientras el capital nos incitaba a consumir para llenarse los bolsillos, jugaba al aprendiz de brujo con elementos cada vez más volátiles, por pura avaricia... Cuando este espejismo se ha desvanecido en los últimos tres años más o menos, ha resultado que la supervivencia económica de la gente normal (e incluyo a autónomos y a pequeños empresarios estrangulados por problemas de crédito), depende hasta tal punto de los tejemenajes y las “ofertas” del gran capital especulativo, que éste ha tenido la desfachatez de pedir ayuda a los poderes públicos y la ha obtenido, en cantidades ingentes... Los gobiernos han accedido a este chantaje horrorizados por las posibles consecuencias devastadoras de no hacerlo: si no pagaban, si no acudían al “rescate”, todo el sistema económico parecía irse al garete… ¡Brrrr! Al menos las mafias clásicas no operaban a escala global... Claro, las políticas públicas se han visto luego sin fondos, porque han tenido que alimentar a la bestia que previamente había llenado sus bolsillos a cambio de echarnos unas pocas monedas en los nuestros, siempre con el beneplácito pasivo de los gobiernos, hasta hace cuatro días encantados de que la economía fuera tan “bien”... Y cuando ha habido problemas de verdad, los recortes han ido hacia abajo, cómo no: privatización del beneficio y socialización de las pérdidas, éste es el axioma. El gran capital especulativo, aplaudido por diversos organismos internacionales de “irreprochable trayectoria”, ha impuesto este operativo para poder seguir forrándose inmoralmente y fuera de todo control, y los gobiernos que la ciudadanía elige libre y democráticamente parecen dispuestos a seguir jugando a esto, ahora ya totalmente obligados: la supervivencia de sus ciudadanos y de ellos mismos parece depender de que sigan gozando de la “protección” financiera adecuada, y de que sus emisiones de deuda pública y de bonos varios se coticen favorablemente en mercados controlados por los causantes del desaguisado, mercados internacionales ajenos a todo control público. En definitiva, el “colapso” sólo puede evitarse si los gobiernos aplican las recetas del neoliberalismo más salvaje, si ofrecen el perfil “adecuado” ante esta especie de gran mafia planetaria, “porque si no, ya sabes lo que te puede pasar...”.

Y no os hablo del Tercer Mundo, esa parte todavía enorme de la población humana, y de las consecuencias para ella... Al margen de que una buena parte de las ganancias y del bienestar económico del primer mundo se han basado desde los tiempos del colonialismo en la esquilmación de sus recursos, y durante el postcolonialismo en la promoción de gobiernos de pacotilla que mantienen a sus poblaciones en una especie de Edad Media permanente, hay más... Y ese más es que, a pesar de la crisis mundial y de su repercusión en nuestra calidad de vida “primermundista”, parece comprobado que sólo una pequeña parte del dinero ingente que todavía circula por los mercados financieros internacionales a su puro antojo, serviría para solucionar varias veces los problemas de miseria gravísima que acosan a tanta gente, gente que vive en dimensiones dramáticamente diferentes a las de nuestros problemas con el puesto de trabajo, con el supermercado, con la hipoteca, con el coche o con las vacaciones.

Y del impacto sobre el medioambiente..... Pues, bueno, no sé, ya hablaremos otro día si os parece, porque me siento ahora mismo un poco desbordado...

 

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¿Impacto sobre el medio ambiente? Al menos visual, en este caso.

 

Me pregunto sinceramente si algo de todo este enorme desaguisado tiene remedio… Tal vez tengamos que asumir de una vez por todas que el bienestar del que hemos gozado en los últimos decenios ha sido un espejismo, y que sus conquistas sociales sólo han sido un paréntesis en la dura historia del progreso humano… Quizás esta especie de frenético “sprint” hacia el desarrollo ilimitado sólo se haya podido mantener forzando la maquinaria hasta extremos aberrantes, hasta romperla… Algunos gurús nos advierten de que el llamado “estado del bienestar” es financieramente insostenible, y de que vayamos digiriendo esta realidad, porque no hay para todos. Es un discurso que circula hace ya un tiempo, y que parece que poco a poco está calando de mano de la resignación, una mala consejera porque no parece distinguir entre disponer de enseñanza y sanidad gratuitas, y disponer de cochazo último modelo o pantallazo de plasma cada año… No sé qué pensar, no sé que pensar, me faltan conocimientos e información... Pero sí sé que muchas de estas “lumbreras” del análisis económico global están emparentadas ideológicamente con los responsables del estropicio… ¿Será verdad que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, o será más bien que la manera de que sigan medrando algunos es hacernos creer a la mayoría que hemos de apretarnos el cinturón, una continuación del chantaje? Personalmente creo esto segundo, al menos hasta que alguien me demuestre lo contrario, hasta que alguien explique y demuestre con cifras que en el conjunto de la sociedad humana no hay riqueza generada suficiente como para mantenernos todos dignamente y sin renunciar a lo conseguido hasta ahora.

Por su parte, algunos sostienen que sólo necesitamos paciencia y sacrificio hasta que la dinámica económica se vaya recuperando y vuelva a generarse riqueza para todos. Sinceramente creo que es mentira. Mientras la dinámica económica siga siendo la de hasta ahora, en una hipotética bonanza futura seguirá sin haber riqueza para todos, sino solamente para algunos mientras la mayoría deberá conformarse con los mismos despojos, con los mismos espejismos. Reproduciremos las mismas contradicciones, las mismas manipulaciones, los mismos errores e injusticias, y sentaremos las bases de la siguiente crisis, del siguiente desaguisado. Así no se puede avanzar. Es necesario no sólo un cambio radical de modelo económico, sino también una renovación radical de las mentalidades, un nuevo paradigma: quizás la gran revolución todavía pendiente. Me dirán los pragmáticos que no podemos funcionar de otra manera... Bien, si es así, realmente no tenemos ni remedio ni futuro, ni tampoco lo merecemos, la verdad.

 

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Somos muchos... es todo muy complicado...

 

Bueno, sintetizando un poco todo lo anterior, como veis la resistencia no es una reacción indiscriminada contra todo y todos, sino dirigida contra determinadas derivas sociales, contra determinados protocolos económicos interrelacionados con aquéllas (ajajá, ahora me caerá el sambenito de marxista… Una sociedad es ante todo sus relaciones económicas, en primer lugar antes que nada, y me parece una afirmación totalmente vigente; va a resultar que soy marxista…)… Y una resistencia dirigida contra ciertas maneras de ejercer el poder, que por acción u omisión, por voluntad o acobardado, pone a sus ciudadanos a los pies de los caballos… sí, esos caballos desbocados y violentos, sin jinete ni dueño, que corretean por los mercados financieros buscando algo más consistente que hierba o forraje... ¿Qué legitimidad tiene el poder si se muestra incapaz de amparar a la gente, por qué hay que respetarlo? Porque tiene la fuerza, se me ocurre como única respuesta… 

 

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¡Eiii, una cabaña al pie del Bacivers, qué lujazo!!

 

¿Resistencia a todo esto? Sí, por supuesto. ¿Cómo? Menuda tela... Vaya por delante que no me gusta romper cosas, y en el caso de las acciones “antisistema” que arrasan mobiliario urbano y demás equipamientos públicos, a mí personalmente me producen auténtica aversión: se trata de bienes colectivos, de todos, financiados con nuestros impuestos, que sudor nos cuestan... Son acciones insolidarias, antisociales, inútiles y merecedoras de que el estado de Max Weber ejerza contra ellas la violencia que la sociedad le permita ejercer (aunque no juzgo exactamente igual ciertas “acciones” sobre determinadas propiedades privadas, no nos engañemos… Eso sí, me parecen igual de inútiles). Para empezar, se me antoja imprescindible un sistema impositivo implacable sobre las transacciones financieras, y la “desprivatización” despiadada de al menos “unas cuantas” entidades financieras y empresas... Y siguiendo con una política que penalice mucho más las rentas de capital que las rentas del trabajo, al revés de lo actual, y que interfiera definitivamente en el mercado de ciertos bienes que parecen ser de lujo sin serlo en absoluto, como la vivienda... (y no hablo de fincas regias en el centro de las ciudades, sino de pisos modestos en su extrarradio). Ah, la verdad es que sé muy poco de estas cosas, como de inmediato se encargarán de hacer notar, y no quizás sin razón, los que discrepen... Me temo que nada de esto se soluciona con más o menos reformas laborales o del sistema tributario o de pensiones, sería necesario un cambio de parámetros de funcionamiento, un cambio radical que trasciende las medidas económicas y entra de lleno en nuestra forma de pensar tanto individual como socialmente... En cualquier caso, si los poderes públicos no se atreven con medidas fiscales y financieras como las mencionadas, la ciudadanía coordinada de forma masiva tendría herramientas de boicot a cierto tipo de productos, prestaciones, actuaciones o servicios, acciones que recuerden a cualquier gobierno normal cuál es su obligación... Y dispone también de herramientas poderosas cuando es llamada a pronunciarse en las urnas, por descontado que las tiene (y no estoy pensando única y necesariamente en la abstención masiva, que nadie se equivoque: al contrario, pienso que deberíamos participar más que nunca).

Claro, claro, “la ciudadanía coordinada de forma masiva”... Las migajas de exiguo bienestar que han caído hasta hace poco en nuestros bolsillos nos han adormecido, haciéndonos creer que vivimos en “un mundo multicolor donde nunca hace mal olor”.... Ahora mismo no, ahora mismo estamos notando el mordisco en nuestras tripas, pero así todo, la anestesia que nos ha inoculado el enorme mosquito que nos chupa la sangre sigue funcionando... Pienso que ciertas tendencias sociales, promovidas a posta o no por el tono cultural general que nos rodea, por los medios de comunicación y de entretenimiento, y por las estructuras de poder, coadyuvan a este efecto adormecedor... Mires a donde mires, ves constantemente en torno tuyo centenares de cosas, de sugestiones, de propuestas, cuyo único fin parece ser consolidar una ciudadanía sumisa y egoísta, feliz con su ridícula migaja del enorme pastel, idiotizada y sin capacidad de reacción. Sí claro, dicen algunos, la paz social, la paz social, la gente lo que quiere es vivir tranquila, y es legítimo, todos lo queremos, yo como el que más... Aún no he propuesto ninguna acción violenta, una revuelta que empiece por acabar con grandes empresas o entidades bancarias, y luego quizás siga con otras cosas... Ni voy a hacerlo, al menos por el momento... Ah, la paz social... Claro que es esencial, que nos dejen vivir tranquilos, que podamos vivir en paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes, que seamos felices e irradiemos esa felicidad en torno nuestro... Pero esta casi utópica “felicidad social” sólo puede basarse en el convencimiento consciente y en la equidad, no en la resignación ante el saqueo y la desigualdad… Y hace mucho tiempo que nos están robando delante de nuestras narices, y arrastrándonos a la miseria futura, con el beneplácito o la inoperancia de aquellos a quienes hemos elegido democráticamente.... Como decían unos hace ya un tiempo, “esta paz huele mal, es la paz de los muertos...”.

 

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Pues sí, un plácido arroyo de montaña en Llauset... Plácido, o no...

 

Al margen de posibles medidas más o menos concertadas por parte de la ciudadanía, lo que ahora mismo se me antoja una utopía visto lo visto, queda la resistencia personal. Partiendo de que muchos de nosotros ni tenemos coraje para enviar a rodar lo poco que tenemos, ni tampoco creemos que los métodos extremos conduzcan a nada, nos queda por el momento una pequeña parcela de diaria resistencia, individual, casi soterrada, seguramente inútil, pensaréis muchos... Algo cifrado en saber que tener más no nos hará más felices, en consumir lo justo, en vivir con cierta austeridad, en no mezclarse nunca con ciertos frenesís colectivos, en no participar jamás de ciertas manifestaciones continuas de idiotez masiva, en actuar en nuestra vida cotidiana con una reserva mental que nos permita no tener que entregarnos a fondo a tantas cosas que nos desagradan y se nos imponen, en actuar muchas veces sin el entusiasmo que se espera de nosotros por cosas que en realidad nos importan un carajo... En mantener siempre la cabeza alerta, en definitiva, “saboteando” modestamente determinados engranajes de la máquina que nos atenaza... Hablaríamos más que de resistencia, de “resilencia”, de la capacidad de mantener tu rumbo por encima de los chantajes golosos pero implacables que propone constantemente el contexto social y económico. 

 

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Estas festucas siguen ahí a pesar del medio durísimo... Eso es resistencia.

 

Y bueno, ¿por qué caminar como forma de resistencia? Pues hombre, por de pronto porque es una manera estrictamente personal de manifestar ciertas cosas, creo, una manera simple, inmediata y eficaz de mantener el “rumbo” del que hablaba antes… Y que vaya por delante que ya sé que hay otras actividades o acciones que comportan seguramente lo mismo, por descontado, no pretendo ser proselitista... Ahora no voy a repetir algunas de las reflexiones de mis post anteriores “Caminar” y “Glosa del caminar”, y que tienen mucho que ver con todo esto, pero os reproduzco de nuevo una de las citas de David Le Breton: “en una sociedad tecnificada y posmoderna como la nuestra, un acto simple y gratuito como el de caminar es una forma de resistencia, a la vez que una provocación”. Sólo os diré ahora que caminar es una forma autónoma de desenvolverse, simple, sencilla y en teoría económica (afirmación peligrosa a la vista del precio del material de montaña, o del coste financiero y medioambiental de las vías de comunicación y de nuestros medios de transporte...). La sencillez del acto de caminar, la simplicidad de su ejecución, constituye un desafío a la trama económica cada vez más compleja y embarullada que nos atenaza, algo tan elemental como ir poniendo un pie delante del otro… Y su gratuidad es una auténtica provocación, porque caminamos sin obtener aparentemente nada a cambio, por puro vicio, en un entorno social y económico en el que nada se mueve si no es a cambio de algo mensurable en términos económicos… La actitud del caminante desafía al sistema porque, de forma elemental y casi diría que inocente, pone en la picota la esencia de sus excesos... Y lo hace en buena medida porque imbuye de una paz interior que inmuniza de esos excesos, ayuda a resistirlos y vencerlos; los que disfrutamos caminando, identificamos esa paz interior con algo parecido a la felicidad... También caminar menosprecia, al menos en teoría, los avances tecnológicos, algunos de los cuales nos tienen abducidos y son en buena medida responsables de que gastemos por encima de lo que necesitamos y de lo que podemos pagar... Caminar te permite sustraerte a las corrientes sociales predominantes, que fomentan la pasividad, el placer sin esfuerzo y la masificación (ésta última también afirmación peligrosa, a la vista de cómo se está poniendo la montaña en los últimos tiempos, y de cómo el sistema está empezando a saber sacar tajada de nuestra actividad...). Ah, el placer sin esfuerzo... Caminar te endurece, aunque sea un poquito, y te inyecta en vena ciertas dosis de antídoto contra los espejismos de bienestar y placer infinitos que el entorno agita constantemente ante tus propias narices. A algunos de vosotros os pareceré retrógrado defendiendo esto, pero me da igual, porque sé que otros lo compartís conmigo: la obtención de satisfacción sin merecimiento alguno por nuestra parte es una de las cosas que nos está convirtiendo en víctimas fáciles de cualquier manipulación... Jajajá, parezco una especie de calvinista... ¿A ver si además de marxista voy a salir calvinista, ajajajajá!?!? La blandura aparente (y digo aparente porque cae la que cae y la gente lo sufre...) de nuestra vida habitual es un enemigo, y el caminar combate este efecto pernicioso, porque propone la obtención de satisfacción mediante el esfuerzo personal... (y no me vale en este punto de la argumentación aquello de que trabajar más también serviría.... No seáis ilusos: hablo de felicidad, no de tener más dinero, no confundamos las cosas, por favor...). Y más, mucho más... Caminar te coloca al margen de la estructura social, al menos por unas horas, una estructura que pesa como una losa y de la que hay que liberarse a ratos para poder seguir respirando y no convertirse irreversible y peligrosamente en un “antisocial”. Encima, resulta que caminar te insufla una indiscutible sensación de libertad; tal vez simple sensación, pero real e imprescindible para poder resistir la auténtica falta creciente de libertad que experimentamos como individuos y como colectivo (aunque parezca lo contrario): sin la válvula del caminar podríamos empezar a sentirnos realmente encerrados y maniatados, y es ésa una sensación cuya generalización puede volverse peligrosa para todos...

En este punto me podréis objetar que, en definitiva, el caminar no conlleva ninguna acción revolucionaria, es un simple “opio” personal, una inoperante válvula de escape... A ver si nos entendemos: no propongo el caminar como protocolo revolucionario colectivo, sino como protocolo personal que te ayude individualmente a superar las contradicciones de la vida, innumerables, consustanciales a ella y con frecuencia injustas, pero dramáticamente reales. Una terapia más entre tantas, me diréis… Bueno, tal vez... Sería muy parecido a los “itinerarios” personales que proponen las enseñanzas orientales, una estrategia tendente a la felicidad personal y de tu entorno más o menos inmediato… Pero que nadie la menosprecie, al fin y al cabo la colectividad está compuesta por una amalgama de millones de entornos personales... Y otra cosa también: caminar es una forma de abrir la mente, de distanciarse de la vida inmediata y agobiante, una especie de escuela de pensar... Y no olvidéis que el pensamiento del individuo ha constituido siempre uno de los mayores quebraderos de cabeza del poder, no lo olvidéis jamás...

 

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Para terminar, insistiré en una idea que deberían considerar seriamente aquéllos que están jugando con fuego. Yo no sé si tienen ya previstos sistemas de extinción de incendios, pero los ciudadanos están poco a poco sintiéndose más desamparados y por lo tanto más “encendidos”. Los aprendices de pirómano necesitarán un fabuloso aparato mediático y propagandístico para extinguir ciertas dinámicas que se van desencadenando... Y si creen que las futuras bonanzas económicas devolverán las aguas a su cauce, podrían estar cometiendo un monumental error de apreciación. Quizás confíen en las tragaderas de la gente, tal vez acierten y el personal se apacigüe cuando vuelva a recibir regularmente las migajas correspondientes del festín. Pero podrían estar equivocándose perfectamente... Por lo que se refiere a mí y a otros como yo, tienen la suerte de que somos todavía gente civilizada, pacífica y tranquila... Aunque es verdad que a lo largo de la Historia ha habido momentos en que ha sido necesario ejercer la violencia pura y dura para poder progresar, también lo es que ha generado mucha sangre y mucho sufrimiento, y somos muy conscientes de ello... No, todavía somos gente tranquila... Precisamente por ello no creemos todavía en la violencia como protocolo de funcionamiento y forma de solución... Somos gente todavía sensata a la que nos gusta caminar, una actividad que, entre otras muchas bondades, constituye una manera estupenda de quemar los excesos de agresividad y de relajarse... Somos gente todavía sensata y nos gusta caminar, reitero, por suerte para todos todavía nos gusta mucho caminar. Pero por nuestra parte el crédito se está acabando casi del todo. Y de muy poco les va a servir un sistema de “rescate” para reactivarlo. Que lo sepan y se atengan a las consecuencias.

 

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Ah, un buen mordisco en los morros, sí señor.....

 

PD: bueno, menuda os he metido... La verdad es que me lo pedía el cuerpo, y mucho. Me ha sido muy útil intentar poner negro sobre blanco una serie de cosas que revoloteaban sin orden por mi cabeza desde hace tiempo: he tenido que hacer un esfuerzo importante de síntesis y de claridad que a mí me ha servido para ordenar y sistematizar ideas diversas, a veces difusas. Os recomiendo de verdad este ejercicio de esforzarse en escribir lo que os ronda la cabeza, creo que es muy saludable; además sirve para sopesar y depurar ideas, para intentar aprehender el meollo de las cosas y formarse una opinión sobre ellas... Espero que la sistematización de mi vomitona haya servido para hacerla comprensible y no excesivamente densa, y que la encontréis de vuestro interés. Ya lo sé, son demasiadas ideas y conceptos para tan poco espacio, porque no puedo colgaros un ensayo de doscientas páginas: ni sabría escribirlo, ni toca, ni es el lugar adecuado... Joder, si lo que yo quería era hablar de la montaña!!! Os ruego que me disculpéis... Y como he podido tocar cuestiones susceptibles de muchas visiones diferentes, por descontado, visiones diversas de las que soy muy consciente y que algunos de mis hipotéticos lectores podrían querer manifestar, faltaría más, solamente os digo una cosa: las formas son una de las pocas cosas que nos diferencian de las bestias.... (con todo mi respeto y cariño para las bestias, jajajajá.....).

 

PD y II: anoche charlaba con un buen amigo sobre estas cosas, y comentó que, para él, la libertad consistía en tener la capacidad de elegir sin limitaciones entre el máximo abanico de cosas, servicios, posibilidades u oportunidades... Le dije que yo consideraba que la libertad no dependía de la posibilidad de elegir entre todo eso, sino que era algo muy distinto... No estuve rápido para seguir la argumentación y rematarla, algo que me pasa con frecuencia cuando hablo con la gente. Ahora lo hago: libertad es no necesitar nada de eso.

 

PD y III: estoy siguiendo con mucha atención la cadena de movilizaciones, de huelgas sectoriales y generales, que están organizando los franceses. Me admira su capacidad de movilización, la envidio. Protestan contra la elevación de la edad de jubilación de los 60 a los 62 años, pero creo que este es el motivo únicamente formal: están enviando a sus gobernantes el mensaje claro de que la financiación no se obtiene repartiendo hostias entre la ciudadanía, sino yendo a buscar el dinero allí donde está, ese lugar al que ningún gobierno se ha atrevido siquiera a acercarse... Es una movilización masiva, que además apoya, según las encuestas, un 70 % de la ciudadanía. Tal vez no se consiga gran cosa, pero están poniendo a su gobierno pasivo y abducido por las políticas neoliberales contra las cuerdas... Aquí estamos a años luz... Se monta una única jornada de huelga general, algo bien "modesto", y pese al malestar social creciente la opinión social se fragmenta en mil opiniones diversas, que si será inútil, que si no puedo perder ese dinero, que si son medidas que el gobierno no puede eludir... Una visión muy pobre de la cuestión, y sobre todo una manifestación patética de miopía social, de falta de conciencia colectiva y ciudadana, de resignación, y de egoísmo personal, sí, también... Tendemos a pensar que lo que le ocurre al vecino no va con nosotros... Jamás progresaremos de esta manera, hasta que no entendamos que la suerte de uno es la suerte de todos... Lo dicho, admiro la conciencia ciudadana de los franceses... Quizás sea porque nací un 14 de julio...

 

PD y IV: aquí os dejo un enlace con estas espectaculares reflexiones del gran Noam Chomsky, bastante ligadas con algunas de las cosas que os he explicado:

 http://asambleademajaras.com/articulos/detalle_articulo.php?id_articulo=618

 

PD y V: a propósito de la sociedad y el poder.... "Dándose cada individuo a todos no se da a nadie, y como no hay un asociado sobre el que no se adquiera el mismo derecho que se cede, se gana la equivalencia de todo lo que se pierde y mayor fuerza para conservar lo que se tiene" (Jean Jacques Rousseau, "El Contrato Social", una lectura más que recomendable...).


6 Comentarios
Enviado por Hacha el Friday 8 de October de 2010

Uffff, me quedo sin palabras...
Desde luego, hoy estás inspirado eh!!!
A eso se le llama "reflexionar en voz alta", estás hecho un auténtico filósofo de la montaña :-)
Por cierto, la primera foto no será lo que yo pienso que es, tiene un aspecto de ser una...
Enviado por Gerardo el Friday 8 de October de 2010

Jajajá, Hacha, tienes razón, no se me había ocurrido... No, no es lo que piensas: es una roca con sedimentos de agua ferruginosa que pillé en el valle de Viadós... Supongo que quería ilustrar la dureza de ciertos materiales.... Pero tienes razón, podría ilustrar tantas cosas que tienen el aspecto de lo que sugieres... Me alegro de que te guste el texto. Y no es una inspiración de un día: he estado más de una semana trabajando en él.... Saludos.
Enviado por Ram el Saturday 9 de October de 2010

Si, efectivamente me gusta, como preconizabas, y por supuesto comparto tu exposición, a la que hacemos referencia de tanto en tanto. En esta ocasión solo he tenido que leerte una sola vez, quizá por el pragmatismo de la lectura, sin ahondar en las esquinas remotas del espíritu; tristemente queda aún mas si cabe, al descubierto la paradoja de nuestra existencia en la que avanzamos practicamente sin rumbo, a la deriva, y otras veces al pairo a expensas de la corriente que otros impulsan.Dificil es la empresa de dar conciencia de que todos somos capitanes en esta singladura, solo nos falta ejercer como tal."Y a propósito no tendrá alguien una mesa y cuatro sillas que le sobre, un pequeño sofá tampoco me vendria mal, ya que de estos, tengo que prescindir para irme de vacaciones, gracias"
Enviado por Gerardo el Saturday 9 de October de 2010

Bueno, Ram, imaginaba que íbamos a coincidir.... Pero no sé si le ocurre algo a tu teclado, porque escribes muy raro....jajajaja..... Un abrazo-
Enviado por Ram el Saturday 9 de October de 2010

A que te refieres en concreto ¡¡¡¡canalla!!!!
Enviado por Ram el Saturday 9 de October de 2010

Si te refieres a desorden gramatical, acababa de despertarme...y si lo dices por lo de mendigar mobiliario, te prometo que es cierto, seguro que algún consumista tiene que actualizar su comedor, jejejjee


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