Estas en Montaña Cuaderno de Entradas March 2013 "posets Eleven"
Thursday 28 de March de 2013, 17:44:48
"Posets Eleven"
Tipo de Entrada: CUADERNO | 4 Comentarios | 2697 visitas

 

"Posets’ Eleven”.... ¿Suena a película, verdad?.... Bueno, bueno, aquí no hay once tipos, algunos muy guapos, en torno a un plan delictivo, sino más bien un grupo de gente, montañeros no especialmente guaperas, en torno a una montaña. Una especie de película en once secuencias, porque once veces han pululado sus protagonistas por ahí, y algunos de ellos más de una vez, e incluso el que escribe todas ellas. Ésta es una crónica de 25 años de amor, unas “bodas de plata” que aspiran a más.

 

 

 

 

One.-

 

Noviembre de 1988, bufff... cuánto tiempo... Aún no hemos subido jamás al Posets, uno de los grandes. En nuestro escaso currículo están ya el Perdido y el Aneto, pero falta éste. Nos presentamos Juan Carlos y yo en la pista de Eriste con mi primer polo, currado pero fiel, nos cargamos los armarios y para arriba por un monte casi pelado, naturalmente a toda pastilla, con la explosividad de los veinticinco añitos... Pero así todo tardamos tres horas en pasar de largo el pequeño y anticuado refugio libre Ángel Orús y alcanzar una pleta de hierba parda junto al arroyo, justo antes de las llamadas Gorges de Llardaneta, a unos 2.300-2.400. Y es que los armarios pesan... Tras una noche estrellada y gélida, el 20 de noviembre salimos lanzados hacia la cima como cohetes, sin armarios y casi levantando del suelo la primera y escasa nieve, que no encontramos antes de la Canal Fonda. En dos horas y media estamos en la cima, y en ella nos quedamos embobados mucho rato, al sol frío del otoño y descubriendo con fervor religioso todo lo que se puede llegar a ver desde aquí arriba. Mi pantalón de lycra, mi chaqueta Kharu con Thinsulate y mis botas de cuero se defienden dignamente, aunque miro con curiosidad no envidiosa el “posmoderno” pantalón integral con peto que luce Juan Carlos, que combina rojo y plata, una vestimenta más propia para una estrella del rock o un superhéroe... Y luego para abajo, a toda pastilla, sin tregua, derrochando energía como sarrios jóvenes que parlotean sobre una ascensión calentita de unos tipos a una montaña de no sé muy bien dónde que se llama algo así como “Baghirati”... Estoy eufórico, supongo, pero la verdad es que ahora casi no lo recuerdo... El momento lo merecía, pero creo que he experimentado mis mejores euforias después...

 

 

 

Two.-

 

Agosto de 1991. Como casi siempre que se sale con Vicenç al monte, los horarios que llevamos son demenciales, no sé por qué pero suele ser así. Vicenç es una de las personas que hace unos pocos años nos ha metido el gusanillo de esto de la montaña, y eso es muy importante, pero lo cierto es que lo de los horarios con él es como es. Hemos llegado el 9 de agosto a las tantas a la entrada de Estós, con el tiempo justo de echar una cabezada tardía en la Cabaña de Santa Ana antes de derrumbarnos de sueño sobre nuestros pasos. A la mañana siguiente nos despertamos cuando nos da la gana y empezamos a andar, también con nuestros armarios a cuestas, pues también tardillo, a las ni se sabe... Y vamos disfrutando del valle, que no habíamos recorrido entero nunca antes (en primavera de 1990 sólo hasta La Coma para subir al Perdiguero). Hace calor, no está mal, y avanzamos como caracoles, pasando junto al refugio de Estós y continuando para arriba con las reductoras conectadas, hasta entrar en la zona llana del valle de la Paúl: cuatro horas y tres cuartos hasta aquí, paradas aparte. Bien, menos mal que hay algún neverito, porque si no el tema del agua iba a estar peliagudo... Fundimos una nieve pardusca cuya agua exige ser filtrada luego con un trapo, pero en fin, hidrata y no cogemos cagaleras. La mañana del día 11 arrancamos hacia el collado de la Paúl, que alcanzamos tras bordear el glaciar relicto que queda al nordeste del pico, modesto pero con sus grietas y todo, y desde el collado y por la cresta de la Paúl, alegres y por supuesto a pelo, pero seguros y contentos: tiene momentos aéreos pero es muy fácil, al menos sin nieve o hielo... En dos horas y media estamos en la cima, mientras la atmósfera estival, de por sí densa, va cogiendo cuerpo aunque sin privarnos de las vistas. Seguimos con los armarios, porque queremos bajar por Eriste. Y por supuesto que lo hacemos, andando hasta el mismo pueblo de Eriste. Una jornada agotadora, pero mis pies y mis energías estaban muy bien, sobre todo mis pies... Por cierto, el taxi que nos llevó hasta la entrada de Estós era una VW T3 Syncro blanca, con una franja horizontal naranja o rojiza, que durante años seguí viendo por allí y que incluso volvimos a coger un tiempo más tarde... Ah, las delicias de la civilización después de andar hasta aburrirlo... Qué montañón...

 

 

 

 

Three.-

 

Bien, antes de la tercera viene el intento de la tercera, de enero de 1994. Teníamos tantas ganas de una invernal por Eriste, tras la inauguración otoñal y bastante pelada del 88, que ni nos planteamos que sucediera lo que iba a suceder: tras una nevada muy copiosa entre semana, el sábado radiante que nos plantamos en la entrada del valle de Eriste no pudimos pasar en coche más allá de las últimas curvas sobre el pueblo, junto a la traída de aguas. Daba igual. Tal cual, y por supuesto sin raquetas (que no empezamos a usar hasta un año más tarde), Pep y yo nos arrastramos como caracoles polares, abriendo huella por nieve virgen durante cinco horas y tres cuartos, hasta alcanzar agotados el todavía pequeño y libre refugio Ángel Orús. Había sido un derroche de ilusión y ganas, desde luego, pero a la mañana siguiente nos levantamos sin prisas y no hicimos más que deshacer nuestra agonía del día anterior: no había coraje para tirar para arriba, por no hablar de la posible peligrosidad de la nieve en ciertos puntos (aunque entonces, pues de partes de aludes, muy poquitos, y nuestra atención por ellos, pues pequeñita...). Es la única vez que el Posets me ha dado la espalda, pero no se lo tengo en cuenta: es que hay que ser burros...

 

 

Pero como tampoco hay que dejar de tener un poco de terquedad caballuna, pues dos meses después, en marzo del mismo 1994, me presento con Eduardo en la entrada del valle. He seguido la méteo, las últimas nevadas de hace días, he sido responsable e incluso la suerte hace que uno con un Land Rover nos acerque hasta Espiantosa (llevábamos un rato andando para no castigar en exceso mi polo, mi segundo polo). Nieve continua sólo por encima del primer escalón, y desde ahí muy compacta y con algo de huella. En dos horas y cuarto estamos en el refugio, creo recordar que sin guarda. El día de cima, el 20 de marzo, nos plantamos en ella en tres horas y tres cuartos, sin excesivo desgaste por una nieve muy consistente que permite cramponear a placer, y compartiendo parte de la excursión con el “Comandante Ortega”, un montañero solitario mayor que nosotros que se parece un montón al líder sandinista. Todo perfecto, un día brutal y una primera e iniciática invernal a mi querido Posets. ¡Por la Revolución hacia la Victoria!

 

 

 

 

Four.-

 

Semana Santa de 1996. Por lo que sea, ha llegado el momento del flanco de Viadós, la poderosa y alpina vertiente occidental de la montaña. Hace tiempo que sueño con ella, y ya entonces escribo: “seguramente la última vía normal que me queda a un gran tresmil”. Quizás lo decidimos así pensando además en que habría menos gente que en otros tresmiles, en fin... Hasta muy pocos días antes no habían bajado el nivel de aludes a 3, lo que siempre impone en un flanco de estas dimensiones. Pero nada, adelante. Nos plantamos Mati, Jorge y yo con el coche en el refugio de Viadós, y a plena carga, y enseguida sobre nieve, nos instalamos en hora y media en un precioso y amplio rellano en cota 2.000-2.100, más o menos, por encima de la cabaña del Clot, justo a los pies de la vertiente. Tarde de sol y relax, cargando pilas para lo que nos aguarda al día siguiente, 6 de abril, Sábado de Gloria. Y por Hendrix qué gloria... Cuatro horas y media de esfuerzo sostenido, pero palpando este flanco soberbio, con nieve razonablemente consistente y, por supuesto, ya con raquetas... Poderoso pero sin asfixiar, un regalo para los sentidos y con la traca final de la preciosa y aérea, pero sencilla, arista norte. En la cima mucha gente, la mayoría procedente del Ángel Orús. Pero es igual, allí estamos, hermanos en el Posets, que como un auténtico mesías ofrece siempre una palabra de aliento, una sensación impagable, una contemplación serena, para todos y cada uno de sus fieles.

 

 

 

Five.-

 

Primeros de noviembre de 1997. Y nos da por intentar repetir la travesía norte-sur, Estós-Eriste, pero sin los calores del verano del 91, y Pep y yo mano a mano, que él no estuvo entonces. Ah, y pernoctando en el refugio de Estós, con mochilas de ataque y no armarios, cenando de verdad y no como alimañas en el monte, ajajaaja... Y así todo siguen sin regalarla esta ruta, qué va... El día anterior nos hemos plantado en dos horitas en el refugio, casi paseando y sin poder sustraernos al espectáculo otoñal del valle, con los matices de ocres y anaranjados de hayas y avellanos, los amarillos de los abedules y el dorado del pasto de fin de temporada, enmarcado por el azul luminoso del otoño y retocado por un poquito de nieve en cotas muy altas. Y como ya tengo muy claro qué nos aguarda, buen madrugón y para arriba, aún de noche, y mucha paciencia y sin agobios, que esto es más largo que un día sin cerveza... Valle de la Paúl (con algún nevero), collado, arista (prácticamente limpia) y cima en cinco horas y media, que se dicen pronto, en un 2 de noviembre limpio pero con el sol velado por estratos de altura. Queda bajar por Eriste, y casi completamente en seco, pero al menos las espaldas van menos cargadas que la otra vez... Y como venimos de visitar a alguien que ya empieza a ser un viejo amigo del alma, alguien entrañable, pues resultan ser la misma furgo y el mismo taxista del 91 los que nos devuelven a nuestro coche en la entrada de Estós. Pues eso, cultivando relaciones, amistades y querencias...

 

 

 

 

Six.-

 

Joder, cómo estaban las cosas en junio de 1998, por favor, hasta el punto de acabar subiendo al Posets como “consolación” de un proyecto distinto, qué barbaridad... Y es verdad que después de dos invernales por Eriste, no se me hubiera ocurrido nunca enfilarme al Posets en junio... Nos presentamos en el valle Ferrán, Pep y yo el día 13, y en hora y media desde la palanca de Espiantosa nos plantamos en el Ángel Orús, en plenas obras de remodelación. Nuestro proyecto son Las Espadas por su arista sur, con opción de seguir luego hasta el Posets, o no, según... Incluso llevamos algo de material y una compañía joven pero solvente como Ferrán, que ya es muchísimo mejor escalador que nosotros. Pero la méteo, cuyo pronóstico ha ido empeorando según avanzaba la semana, acaba dando un sábado con lluvia suave a ratos, y un domingo que no promete mejor. En fin, el domingo 14 arrancamos para arriba con el plan abierto, pero la mañana es negra, aunque no precipita. Pisamos nieve consistente ya en los Llanos de Llardaneta, y más arriba es incluso abundante para la época del año. En la entrada de la Canal Fonda tomamos la decisión: una arista como la de las Espadas hoy no toca, a oscuras y sin saber si nos acabará cayendo la de Dios; y además hay más nieve arriba de la prevista... Ascendemos deprisa por la Canal, quizás con un puntito de tonta rabia por el cambio obligado de planes, adelantando a grupos enteros, mientras el cielo no ceja en su cerrazón. En tres horas y cuarto estamos en la cima, pero en los últimos minutos de cadena somital, a oscuras, algo ocurre que rasga las nubes solamente sobre nuestra cima, acariciada por un claro resol. Y así se mantendrá casi todo el rato que permanecemos en ella: un claro minúsculo sobre nosotros, una especie de pequeño ojo de huracán rodeado de murallas de nubes negras de las que parece que podría caer cualquier cosa en cualquier momento. Pero no, aguanta nuestro remanso sereno, que incluso se extiende un buen rato hasta las Espadas y nos acompañará de bajada hasta los Llanos de Llardaneta... Este Posets, incluso como plan B es mágico...

 

 

 

 

Seven.-

 

Diciembre de 2000. Finales de un otoño decentemente innivado en esta zona del Pirineo, que anda muy escaso en otras zonas. Pep, que se perdió por una lesión el flanco de Viadós de la primavera del 96... Y yo, que tengo ganas de repetir algo tan potente y bonito, qué rayos... Bueno, en los alrededores de la Inmaculada Constitución, que suele ofrecer varios días, podría ser un buen momento... Y pese a la méteo no muy alentadora nos presentamos en Viadós el 9 de diciembre y en dos horas nos instalamos en un rellano algo más alto que el de la otra vez, a unos 2.200, pisando ya nieve desde antes de la Cabaña del Clot (unos 1.900), y con la méteo tan insegura que incluso nos nieva algo en la aproximación. El día 10 de diciembre tiramos para arriba pronto, cambiando enseguida las raquetas por los crampones, y bajo un cielo oscuro del que se descuelgan jirones de nubes que tapan a ratos la montaña: unas condiciones idóneas para un flanco de esta enjundia, me digo... Tras el esfuerzo habitual en una ruta de este tamaño, y con la convicción mermada por la méteo insegura que nos regala incluso nevadas esporádicas, en el collado norte aparece el resol rasgando las nubes... Nos lanzamos como posesos para arriba por la arista norte, en la que aflojamos el ritmo enseguida porque tenemos que abrir huella por una nieve abundante que exige máxima precaución. El tema tiene su cosa, pero con prudencia, paciencia y tesón alcanzamos la cumbre en seis horas y media desde la tienda, que no es poca cosa... No recuerdo sentirme especialmente cansado, y sí la sensación de agradecimiento hacia la montaña, que recompensó nuestra duda esforzada hasta el collado norte con un resto de jornada soleada, una jornada memorable. Si es que esta montaña me quiere... Y yo a ella. Menudo cierre del siglo XX, no se puede pedir más.

 

 

 

 

Eight.-

 

Enero del 2004. Llevo un tiempo con bajo perfil montañero, la verdad, y un tiempo que no es corto, que se prolonga quizás desde verano del 2002, el primer verano en siete años sin Alpes, ni tampoco en el 2003. Tengo ya cuarenta años, algún daño infraestructural más o menos permanente (mi recién diagnosticada lesión cervical, con contracturas varias...), y una inevitable percepción de que mi fortaleza mental en el monte se tambalea, de que va mermando mi resistencia psíquica... ¿Una crisis de fe tal vez...? El caso es que Pep y yo pensamos en el Posets por Eriste, como desatascador o reactivador tras meses y meses y meses de actividades menores... ¿Por qué no? Total, hace que no nos marcamos una invernal por ahí desde hace mucho... Dejamos mi Ford Escort pronto para no machacarlo, en el desvío de la pista principal de Eriste hacia el Puente de Tramarrius, pero es que nos apetece caminar, y hasta Espiantosa lo hacemos además en seco... Nos calzamos las raquetas por encima del primer escalón y alcanzamos el refugio Ángel Orús en dos horas y media desde el coche, una progresión buena. El refugio exhibe su reciente remodelación, y la verdad es que aturden un poco, por excesivos, ciertos detalles, como los lavabos y duchas en cada habitación, algo que yo no recuerdo haber visto nunca antes. Al día siguiente, 11 de enero, me planto en la cima en tres horas y cuarenta minutos (Pep un buen rato más tarde), bajo un cielo radiante y sereno, y tirando de raquetas hasta encima del collado del Diente por una nieve muy razonablemente compacta y transitable. A propósito de la cima escribí esto en el relato-reseña de la excursión: A las 10:20 acaricio el mojón cimero y me escucho celebrar en voz alta, casi gritando, la cima. Sí, una cima que hemos trabajado, merecido y que necesitaba con enorme urgencia. Por unos instantes me asalta un júbilo que casi había olvidado, y la soledad de allí arriba (nadie antes que yo, nieve virgen por el norte, y aún nadie por detrás) me empuja a exteriorizarla. “¡Sí, sí!”, como afirmándome en compañía de mi viejo y fiel amigo, mi entrañable Posets, como para que sepa que estoy allí y lo celebre conmigo, regalándome ese sol de enero.”  Y acabé con lo que sigue: Ahora ha sido una ascensión “reiniciática”, si se me permite la expresión, o de reedición de antiguos sueños y conquistas, que aún creo que están y han de seguir estando al alcance de mis piernas. Lo necesitaba de verdad, y estoy muy contento, vuelvo a decirlo una y otra vez. No puedo remediarlo porque es la verdad. Y no sólo necesitaba una ascensión así, y emocionarme al hacerla, sino también poder escribir sobre ella como lo he hecho, con el corazón. Sólo deseo que este impulso se mantenga en el 2004, este volver a experimentar la emoción de alcanzar una cima, no contra viento y marea, porque las condiciones han sido estupendas, pero sí contra mi marea interna particular, que puede ser más temible que la más devastadora de las ventiscas (lo digo por experiencia). Gracias, Posets, por contribuir a vencer el hastío y la oxidación. Gracias. Te quiero.”

 

 

 

 

Nine.-

 

Mayo del 2006. La verdad es que no recuerdo qué nos impulsa en plena primavera a volver al Posets por Eriste... No es a priori un momento que me entusiasme para una montaña como ésta, que ya he subido varias veces en pleno invierno, y que, casi de rebote, subí en la misma época primaveral en junio del 98. Pero el caso es que el 20 de mayo, Mati, Javi, Pep y yo nos plantamos en el Ángel Orús en poco más de hora y media desde Espiantosa, tras un paseo sin nieve entre la lujuria primaveral de las plantas y los arroyos, aunque bajo un cielo gris que chispea a ratos. Al día siguiente, 21 de mayo, nos enfrentamos a un día gris de nubes medias, que a partir de cierta cota tapan las cimas. La nieve sólo la encontramos desde la entrada de la Canal Fonda, y nos acompaña más o menos hasta la cima, que alcanzamos en tres horas y cuarenta minutos, y sin visibilidad. Pero como es indudable que esta montaña nos quiere, a partir de cierto momento de nuestra estancia en la cima van apareciendo ramalazos de sol inconexos pero hermosos, que ofrecen intensos retazos de paisaje hacia las Espadas, hacia las Granjas de Viadós, hacia el Bardamina y Estós... Luego, en el descenso, los destellos se irán sucediendo, pese a ir bajando básicamente con muy poca visibilidad. Este Posets, no es más travieso porque no entrena...

 

 

 

 

Ten.-

 

Febrero del 2008. De poco tiempo a esta parte tenemos algunos nuevos compañeros de correrías, gente más joven que nosotros que quiere disfrutar del monte, con quienes sintonizamos bien y que ya son nuestros amigos. Y es Xavier, más conocido en el mundillo artístico “folkie” como Bitxe, quien sugiere que hagamos una invernal potente a un tresmil, que le apetece mucho... Enseguida pienso en el Posets por Eriste, es sencillamente perfecto para iniciarse en las delicias de la alta montaña invernal, con una ruta potente pero no agotadora, y en general segura y sin ningún pasaje técnico o arriesgado (el Perdido tiene La Escupidera, el Aneto el Paso de Mahoma...). Y además hace ya cuatro años que no me hago una invernal por aquí... Pues eso, que nos plantamos Judit, Bitxe, Pep y yo en la entrada del valle el 9 de febrero del 2008, conseguimos remontar mi nuevo KIA hasta bastante cerca de la palanca de Espiantosa, ya nevada, y en dos horas y cuarto alcanzamos el refugio, después de usar las raquetas por una nieve razonable desde el sector central del valle. La tarde es serena y radiante, y avanza lo que será el día siguiente. Madrugón habitual y tirando de raquetas desde el refugio, aunque Judit, muy menuda y ligera, no se siente cómoda con ellas y cambia enseguida a los crampones: la verdad es que su poco peso hace tan poca presión, que con ellas casi más resbala que otra cosa... Además nos “renquea” un poco, tiene faringitis y no ha dormido muy bien... Como creemos que es esencial que siga, se produce una especie de distribución de la tarea de ir junto a ella. Pep lo hace hasta los Llanos de Llardaneta, donde el sol de la mañana nos regala un espectáculo impagable. En ellos Judit coge ritmo, y nos metemos en la Canal Fonda cómodamente, con Bitxe acompañando a Judit, un poco más atrasados. En la obligada parada en el Collado del Diente, Judit sugiere que se queda a esperarnos. Y entonces es cuando asumo yo el relevo, mientras le quede un mínimo de chispa, porque tiene una forma física buena y una relación peso-potencia excelente, y sé que puede hacerlo. Pep y Bitxe tiran por delante, mientras yo avanzo con ella por las duras rampas de encima del collado, y ya más relajados por la cadena cimera.

 

 

En cinco horas estamos en la cima, bien, suficientemente enteros y contentos bajo un sol radiante y una atmósfera serena que invita a permanecer allí arriba. Bitxe y Judit, perfectamente recuperada, bullen por la cima como adolescentes inquietos, sacando fotos y charlando, mientras que Pep y yo estamos más serenos. Escribí entonces sobre esto: Pero la felicidad está ahí, porque me encuentro muy bien, muy bien, pletórico. Luego saco algunas fotos de los panoramas, filmo un clip circular, y a petición de Judit y Xavier acabo recitando una especie de mantra con los nombres de todo lo que vemos desde aquí. Realmente produce efectos sosegantes, como los mantras de verdad. Te ayuda a introducirte en este mundo tan bello pero tan poco humano, tan al margen de nuestras existencias pequeñas y anodinas; te sumerge de lleno en una dimensión que nos trasciende completamente y de la que algunos afortunados podemos disfrutar de vez en cuando. La dicción pausada y en voz alta de estos nombres tan queridos te va identificando con sus flancos, aristas y puntas, te va inundando de una sensación de permanencia, una sensación aunque pasajera muy reconfortante. Debe ser la fuerza de la palabra, que dicen, la palabra que hace revivir mágicamente todas las horas de placer y esfuerzo transcurridas a lo largo de los años en todas estas montañas…”.Pues esta vez, Posets como escuela y confirmación de montañeros, como semillero de querencias, como templo sin techo para rezarle al mundo... Y a propósito de Judit, y de conseguir que llegara hasta la cima y bajara sin ningún problema, también escribí entonces: “me ha encantado poder prestarle esta dedicación, como la que se le presta a un poema que no sale a la primera pero finalmente se muestra espléndido al mundo.” Esta décima en Posets quizás para mí no haya sido necesariamente la más iniciática, la más alpina o la más poderosa, pero sí quizás la más feliz...

 

 

 

 

Eleven.-

 

Marzo de 2013. Como hace nueve años, en enero de 2004, llevo un período más o menos largo de escualidez montañera, de objetivos modestos mezclados con circunstancias diversas que me impiden juntar la determinación física y mental suficiente para una montaña de verdad... A primeros del 2004 llevaba medio año con los cuarenta, y ahora, a primeros del 2013, me falta apenas medio año para los cincuenta... Aunque no creo que se trate de esto...  Y da la casualidad de que, como en febrero de 2008, Bitxe me propone que dirija una especie de liturgia de iniciación invernal, esta vez para dos personas de su entorno, su hermano Marcel y Mónica. Y como recuerda muy bien la felicidad y la plenitud del 2008, me propone directamente el Posets por Eriste. Vaya, no he vuelto por ahí desde entonces, ni por esta ruta, ni por otra, ni en ninguna época del año... No puedo decir que no, está claro, el azar parece conspirar para que volvamos al Posets, para que asuma de nuevo su papel iniciático, o “reiniciático” en mi caso, una vez más... Y allí nos plantamos Mónica, Bitxe, Marcel y yo el día 2, subiendo el coche hasta cerca de Espiantosa y caminando desde allí dos horas y veinte hasta el refugio, con nieve casi desde el principio, pero consolidada y tan bien trazada que no llegamos a usar las raquetas. Al día siguiente arrancamos con la claridad de las siete de la mañana y con los crampones puestos, más que nada por una cuestión de seguridad: ni Mónica ni Marcel tienen mucha experiencia en nieve, y además Marcel lleva unas botas flexibles muy justas para nieve. Por otra parte, es verdad también que la nieve se muestra dura y con una amplia huella muy bien trazada, a ratos una especie de “canalón” compacto que me recuerda algunas huellas estivales de las rutas alpinas más frecuentadas. Avanzamos pues sin problemas con los pinchos, y accedemos ya bajo el sol a los Llanos de Llardaneta y luego a la Canal Fonda, donde la huella en zigzag ayuda mucho. Tras una parada larga en el collado del Diente, seguimos para arriba y Mónica y Bitxe nos toman algo de delantera; Marcel y yo avanzamos por detrás algo más sosegados, y al final en cuatro horas y media llegamos a la cumbre, donde Mónica y Bitxe nos esperan hace apenas diez minutos. Y bueno, la felicidad habitual, la propia y la compartida con los “novatos”, que alucinan con el panorama y con la hermosura y la atmósfera invernal de esta montaña. Y el sentimiento, que Posets me transmite como nadie, de que todavía estoy en la brecha y capacitado para disfrutar de jornadas inolvidables.

 

 

 

 

Pues sí, después de la ascensión de este pasado 3 de marzo ya van once a esta cima. La verdad es que me siento feliz, y espero que haya todavía unas cuantas más… El Posets es desde luego el tresmil al que más veces he subido, por el momento, pero hay algún otro que se le aproxima: al Perdido nueve veces, al Aneto ocho, al Perdiguero también ocho… En mi lista personal de preferencias entre los grandes del Pirineo, el Posets y el Monte Perdido ocupan mano a mano la primera posición, con montes como Vignemale, Balaitús o Perdiguero no muy alejados, y otros como el Aneto bastante más atrás… Y es que este escalafón es muy personal, es verdad, y en su elaboración se entremezclan criterios objetivos y subjetivos, entre estos segundos la “belleza” que uno percibe, o el sentimiento de querer y sentirse querido. Supongo que por eso el Posets ocupa un lugar esencial en mi corazón montañero...

 

Reparto, por orden de aparición (y entre paréntesis el número de participaciones):

 

 Juan Carlos (1)

 

 Gerardo (11 + 1 intento)

 

 Vicenç (1)

 

 Pep (6 + 1 intento)

 

 Eduardo (1)

 

 Mati (2)

 

 Jorge (1)

 

 Ferrán (1)

 

 Javi (1)

 

 Judit (1)

 

 Bitxe (2)

 

 Mónica (1)

 

 Marcel (1)

 

 

PD: os enlazo primero la galería del 2008 y luego la de este marzo del 2013. 

 



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4 Comentarios
Enviado por Hacha el Thursday 28 de March de 2013

Impresionante...

A eso se le llama "amor por una montaña", joder, casi te pasas más tiempo en el Posets que en tu casa :-)

Menuda recopilación histórica, menudo baul de los recuerdos que tienes!!!

Y yo que todavía tengo el Posets en la lista de las pendientes...

Enviado por Gerardo el Friday 29 de March de 2013

Jajajaja, Hacha, ya tardas.....
Enviado por Pep el Sunday 31 de March de 2013

Caramba! No recordaba haber estado tantas veces por ahí...
Tengo, sin embargo, un vivo recuerdo de la remontada con el armario a la espalda, la nieve en ocasiones hasta la ingle, los paranieves ya inútiles, el pantalón de chándal de lycra... trazando a ojo por aquel inmenso merengue...

Enviado por Gerardo el Sunday 31 de March de 2013

Sí, supongo que te refieres a la de enero del 94..... Una pastelada espectacular.... No es casual que apenas un añodespués compráramos nuestras primeras raquetas.....


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