Wednesday 20 de July de 2011, 19:02:18
...Soledad?
Tipo de Entrada: CUADERNO | 4 Comentarios | 2491 visitas

 

Ah, la soledad, esa rara substancia de extrañas cualidades... Se me antoja realmente difícil de calibrar, de medir, y por tanto de valorar, porque podría parecer que pronto nos pondríamos de acuerdo en percibirla como algo indeseable y negativo, pero ahondando un poquito enseguida descubriríamos en los demás y en nosotros mismos que eso no es exactamente así, que las cosas son algo más complicadas... como suele ser habitual, por otra parte.

 

¿Soledad? 

 

Ah, la soledad... ¿Es la ausencia de otros en tu entorno? Estamos diseñados para relacionarnos, parece ser que es así, tanto a nivel personal como social. Los expertos, los sociólogos, los psicólogos, los neurólogos, todos están de acuerdo en que somos una especie que necesita relacionarse para desarrollarse plenamente, para materializar toda su potencialidad tanto individual como colectiva. Eduard Punset, que está todo el día charlando con neurobiólogos y especímenes del estilo, o al menos eso dice él, asegura que la plenitud de nuestras conexiones neuronales en el cerebro sólo se obtiene mediante la relación y el intercambio con nuestros congéneres (lo ha dicho muchas veces, creo, pero yo se lo he leído hace muy poco en su libro “Excusas para no pensar”, de Destino Editorial): ningún homo sapiens sapiens puede llegar a nada realmente serio encerrado en una burbuja solitaria... En fin, yo mismo, que he pasado por etapas de cierto aislamiento, generalmente buscado, y que quizás ahora mismo me halle en una de ellas, podría decir que quizás sea verdad, no digo que no, no sé... Sí, tal vez cuando uno practica la soledad, ya sea deliberada o forzosamente, se quede algo “apagado”, por decirlo de alguna manera, y desde luego parece perder frescura y espontaneidad en sus relaciones con los demás... No digo que no, no sé... Y supongo que si esto es así, no es una buena cosa. No, porque entonces es más fácil extraviarse en tus propios bucles internos, a la vez que pierdes agilidad para captar las señales que te envían los demás y que te envía el mundo exterior en general: hablamos de apatía, de ausencia de estímulos y tal vez de ilusiones, de una situación de “stand by” que, como la de los aparatos electrónicos, consume mucha más energía de la que parece y total para nada, para seguir desconectado del entorno... Ah, el entorno... Dicen las malas lenguas que no somos nada sin un entorno... Sí, las mismas que charlan a menudo con Punset... Entorno afectivo, familiar, social... Una cebolla con sus capas protectoras, una cebolla protegida para no quedar seca y expuesta a la podredumbre y a la aniquilación.

 

 

 

Ah, la soledad... Algunos la proclamaron como protocolo de uso personal y como camino hacia la auto depuración. Sin soledad no hay posibilidad de auto observación. Los anacoretas, los ermitaños, los estilitas, los maestros orientales, así lo proclamaban ya en la Antigüedad (los estilitas, sí, esos tipos que vivían en lo alto de una columna, de “stylos”, columna en griego; o anacoreta, más griego, que puede traducirse más o menos como “retirado”). En fin, no digo que no, no sé... A veces yo también lo veo así, incluso lo experimento así, aunque también experimento lo otro, la apatía de la soledad... Es desconcertante.

 

¿Soledad? 

 

Ah, la soledad... ¿La compañía sería su contrario? Al respecto, el norteamericano Henry David Thoreau hizo un auténtico alegato de la soledad en su “Walden. La vida en los bosques”  (miraos si os apetece mi post sobre este libro, que incluye un enlace con su texto completo: http://gerardo.madteam.net/posts/2011-05/walden/). Sostenía que la compañía, por sí misma, sin más elementos de calidad, no era más que la peor de las soledades... No digo que no, no sé... He de reconocer que a veces me siento solo en compañía, y acompañado en soledad... Son cosas que me pasan... Imagino que hay que saber disfrutar de la compañía, sacarle su jugo, saber interactuar con ella, y no siempre es sencillo. Vuelvo a decirlo, es desconcertante, y más en mi caso por sus implicaciones en mi actividad montañera, una forma de pasar el rato que no es recomendable practicar en soledad, y menos de la forma en que me gusta y en la época en que me gusta; en fin, es así de contradictorio...

 

En la Parrotspitze, un sitio al que no me gustaría tener que ir solo. 

 

Pues sí, la montaña y la soledad, una combinación a veces complicada y además paradójica, porque allí donde vamos a buscar a menudo soledad no podemos permitirnos el lujo de ir solos... Y no me refiero a tener que compartir refugios o rutas con montones de personas, no, porque esto tiene fácil solución: evitar lugares o momentos críticos, porque la montaña sigue siendo enorme y la mayor parte de ella sigue estando casi vacía, afortunadamente. No, me refiero a tener que desarrollar la actividad en compañía, por escasa que sea, con uno o dos compañeros más. Y es que hablo de hacer montaña en total soledad. Jajaja, me vais a soltar que menudo osito de la montaña estoy hecho, si el compartir con los colegas y los amigos es de lo mejor de la montaña... A ver si nos entendemos: ya lo sé, pero a veces me gustaría desenvolverme solo, o no tener que hacerlo acompañado por culpa de cuestiones diferentes de mis preferencias íntimas en ese momento; por cuestiones objetivas y prácticas como la seguridad, las características del terreno o de la ruta, el peso a repartir, o mi propia debilidad mental y falta de auto confianza, que puede precisar de alguien que tire de mi en determinados recorridos para ayudarme a vencer mis inercias y mis miedos, preferiblemente alguien de confianza.

 

 

Subiendo al Weissmies, en un pasaje para estar acompañado.

 

En definitiva, en ocasiones me revienta tener que ir acompañado sin que me apetezca íntimamente, ir acompañado por puro pragmatismo... Acompañado por narices, y encima costándome tanto como me cuesta a veces encontrar compañeros operativos... A mí todo esto me pasa de vez en cuando, y quizás por eso me estoy quedando casi sin compañeros de monte, que tampoco tuve nunca demasiados... Soy consciente de que quizás no les he mimado lo suficiente, y de que tal vez hayan detectado que en ocasiones voy con ellos por pura necesidad; y encima me cuesta abrirme a gente nueva. Pues bueno, quizás lo más jodido de todo sea que no se me ocurre pensar que en menudo tío raro me estoy convirtiendo, que debería hacérmelo mirar y recuperar esa vertiente compartida de la actividad, sino que pienso en qué putada no poder hacer ciertas cosas que me apetecen porque no tengo a nadie que me acompañe y no puedo o no me atrevo a ir solo... Ya lo veis... Vaya, quizás me equivoqué de modalidad deportiva... En fin, ya sé que mal de muchos consuelo de tontos, que dice el refrán, pero cada vez me encuentro en los foros con más mensajes de personas que buscan compañeros para salir al monte... Aquí pasa algo.

 

Mati bajando de la cima del Bardamina. Una invernal pirenaica que también prefiero en compañía.

 

Ah, la soledad... Al margen de que te devore o no las neuronas, de que te convierta o no en un mueble, de que te conduzca o no hacia la iluminación, de que condicione o no tu actividad montañera y vital en general, lo cierto es que para que no se convierta en un problema exige disponer de una cabeza bien amueblada, madura, y también disponer de algo esencial: de soberanía emocional. Jajaja, buscad en wikipedia qué rayos quiere decir esto, venga.... ajajaja... Va, ya os lo digo yo: que por muchas relaciones o querencias que puedas desarrollar, siempre has de saber que puedes funcionar exactamente igual de bien sin ellas, ya sea porque así lo quieres o porque vienen mal dadas... O sea, que tu felicidad jamás puede depender en última instancia de los demás. De nadie. Jamás. Es todo un arte, un arte sabio que se ha de trabajar duramente. Es vital, quizás más todavía que saber relacionarse, porque si pierdes la capacidad de interrelación con los demás puedes perder posibilidades de desarrollo y quedarte estancado, como dicen los amigos de Punset, no digo que no, pero si pierdes la soberanía emocional lo que está en juego es tu paz interior y tu cordura, tu propia felicidad. 

 

En el flanco norte de la Punta Suelza en primavera, un terreno también para compartir. 

 

Ah, la soledad... Observada ahora desde una perspectiva más social o colectiva que personal o individual, desde luego que vivir rodeado de gente con la que apenas compartes nada no es una manera en absoluto de combatir la soledad. Entonces esa alteridad deja de ser un terreno de juego donde crecer y se convierte en pura y dura competencia para todo, para moverse, para vivir, casi para respirar... Una competencia que hace aflorar lo más profundamente animal que todos llevamos dentro. El terreno de juego se convierte en un vertedero donde volcamos lo peor de nuestra naturaleza, donde sólo compartimos nuestros desperdicios. La aglomeración despersonalizada hacia la que a veces parecen galopar nuestras sociedades “desarrolladas” es un ejemplo perfecto, una amalgama en la que no hacemos más que molestarnos y enfrentarnos, donde la experiencia del trato con los demás con frecuencia es negativa porque competimos por hacernos un hueco, incluso para dejar nuestros desechos. Ya lo dijo la Polla Records en una canción memorable dedicada a un supuesto gurú que predicaba la bondad: “¡¿Cómo quieres mentes puras si cagamos juntos?!”. Imposible decir más con menos.

 

La Tossa Plana de Lles vista desde La Muga, en verano. Ésta sí, una excursión en soledad, aunque limitando la ambición de los objetivos, claro.

 

Pero lo cierto es que la “no soledad” está ahí, es un hecho real que te envuelve constantemente, y hay que poder gestionarla. Supongo que es el arte de desenvolverse en la multitud sin perder tu parcela de soledad ni tu parcela de compañía buscada, y dedicando a todo lo que se mueve más allá, aunque te moleste incluso, las dosis suficientes de cortesía y de calma: ante todo, cortesía y mucha calma. La cortesía y la calma, aunque os riáis algunos, suponen la diferencia entre la convivencia y el caos. Y convivir consiste simplemente en comprender que si la multitud te agobia y te molesta, puedes hacer el ejercicio de disgregarla en individuos como tú, y acabar viendo que muchos de ellos, como tú, no son responsables de integrar una multitud insoportable, y que incluso también la sufren. En realidad es así de “fácil”: comprender sencillamente que somos demasiados, pero que nadie individualmente tiene la culpa de ello; se trata de “despersonalizar” las molestias. Y de que en medio de ellas, su fealdad no enmascare la posible riqueza de un contacto personal... Algunos profesionales llaman a esta capacidad empatía, y algunos místicos contemporáneos la llaman compasión... Mi planteamiento es más modesto, más puramente formal, más para eludir el chaparrón, pero coincide en los fines perseguidos. Aunque, entre nosotros y en confianza, si puedes evitar todos estos ejercicios y largarte a Góriz un jueves de diciembre, cenando sólo con los guardas y su perro (como me pasó a mí en el 2009), pues tanto mejor... O largarte de vacaciones en septiembre o mayo, o no tener que utilizar transportes públicos o carreteras en horas punta, o vivir a doscientos metros del vecino más próximo... Sí, he de reconocer que no soy el mejor ejemplo para estas terapias, porque aunque puedo ser muy sociable e incluso simpático, a menudo sólo lo parezco: muchas veces lo soy por obligación, no por devoción. 

 

 

Y otra cosa que no haría solo: escalando en Sant Julià de Cerdanyola... Sí, yo escalando...

 

Ah, la soledad... Esa rara substancia... Somos muchos, somos con seguridad demasiados, nos molestamos... No es sencillo establecer y calibrar los círculos concéntricos que arrancan de tu centro, de ti mismo, y que van delimitando según se alejan qué es amor, compañía, afecto, multitud, competencia, enfrentamiento... Quizás la solución fuera la soledad “a la carta”: para esto quiero estar solo, ahora quiero estar solo, pero para esto otro no, para esto necesito compañía, para meterme una invernal mínimamente seria o una ruta alpina quiero estar acompañado, o para echar un buen polvo... Jajaja, un poco de cara, quizás, ¿no? En fin, yo mismo funciono un poco así, qué queréis que os diga... Ah, una estrategia seguramente inviable, a juzgar por lo irregular, y con frecuencia insatisfactorio, de sus resultados: tantas veces la decisión entre soledad y compañía no depende de uno... Y una estrategia empapada de unas buenas dosis de egoísmo, las cosas como son. Aunque esto último sería lo de menos, porque para poder empezar a interesarse de forma positiva por los demás, hay que hacerlo primero por uno mismo.

 

Ah, la soledad... Cómo quisiera manejarla a mi antojo...


4 Comentarios
Enviado por Madveras el Thursday 21 de July de 2011

Me gusta esta frase "...tu felicidad jamás puede depender en última instancia de los demás..." ... algo realmente en ocasiones muy dificil, al menos para mi, quizas por sentirme demasiado solo. Lo malo de la soledad no es estar solo, sino sentirse solo... puedes estar totalmente aislado pero interiormente no sentirte solo, sentirte penamente lleno y completo... eso seria lo ideal. O por el contrario, estar rodeado de gente, amigos y en el fondo sentirte solo, muy solo... porque en verdad te falta algo dentro de ti... falta aceptarte a ti mismo para sentirte completo, para poder realmente llegar a la frase del principio del comentario "...tu felicidad jamás puede depender en última instancia de los demás..."
Enviado por Quo_aquo el Thursday 21 de July de 2011

Weeee Sí, jejeje eso es asi Gerardo, Eso es lo bueno... Y que independientemente del crecimiento personal de cada uno... ... Es buena la soledad para poder disfrutar de la compañia...y es buena la compañia para poder disfrutar de la soledadQUO... abrazandote
Enviado por Antares el Friday 22 de July de 2011

Gerardo, difícil cuestión la que planteas. Yo creo, que como todo o casi todo en esta vida, puede estar en el término medio,o mejor dicho, en ni sí ni no :), que a veces apetece estar solo y otras no, que a veces es conveniente estarlo y otras para nada en absoluto, pero no siempre se puede elegir o acertar con la elección. La soledad, más que una situación física es un estado emocional, y como tal, voluble y tormentoso.
Enviado por Hacha el Sunday 24 de July de 2011

Esto debería tener un botón de esos de "me gusta" para indicar que algo es de tu agrado.
Como no lo tiene, pues lo digo aquí: ME GUSTA!!!

Saludos "solitarios" para ti


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